Sebastián de Portugal, "El Rey Durmiente" (1554-1578)
La desaparición del cuerpo de Sebastián de Portugal en la batalla de Alcazarquivir motivó que hasta cuatro farsantes se hicieran pasar por el monarca luso.
Era tan querido que nadie quería asumir su pérdida o su personalidad era tan banal que podía ser fácilmente impostada. Una de estas dos teorías debería explicar la razón por la que tantos personajes se hicieron pasar por el rey Sebastián de Portugal, fallecido en la batalla de Alcazarquivir (Marruecos) en 1578. El aguerrido “otro Alejandro” dejó su vida en aquella cruzada africana, donde sus restos nunca fueron encontrados.
Esta fue la causa por la que muchos portugueses esperaron durante siglos el regreso heroico del Rey Durmiente y explica la credulidad con la que el pueblo apoyó a tantos suplantadores. Hasta cuatro impostores se hicieron pasar durante el siglo XVI por el superviviente Sebastián de Portugal. El primero fue el llamado rey de Penamacor, que seis años después de la batalla de Alcazarquivir apareció en la villa extremeña de Alburquerque, aseverando su real pasado. Le creyeron y se instaló en la localidad cercana de Penamacor. Duró la farsa un año, tras el cual fue detenido, rapado y obligado a desfilar de esta guisa por las calles de Lisboa, para luego ser enviado a galeras.
En 1585, hizo acto de presencia en sociedad un tal Matheus Alvares, procedente de Ericeira (Portugal), y cuya complexión se asemejaba a la del desaparecido monarca luso. Aseguró ser el rey Sebastián y se dirigió hacia Lisboa rodeado de un gran séquito, pero fue interceptado en el camino y ejecutado sin contemplaciones.
El tercer embaucador fue nuestro patrio Gabriel de Espinosa, el pastelero de Madrigal. Cuando en 1594 este cocinero de 60 años llegó a Madrigal de las Altas Torres, aseguró a los lugareños que estaban ante el rey portugués, que en aquel tiempo habría tenido 40 años.
Las arrugas no impidieron que tanto los castellanos como la propia prima del monarca apoyaran al suplantador. Sin embargo, su deslenguada actitud le llevó a jactarse en las tabernas de la inocencia de sus seguidores y fue finalmente descubierto y ejecutado en agosto de 1595.
Esta misma suerte corrió el Caballero de la Cruz, el último de los impostores conocidos. Apareció en 1598 en Venecia, contando fantásticos relatos de su supuesta vida desde la batalla marroquí. A pesar de que ni siquiera hablaba portugués, fueron muchos los que le apoyaron, dado que ya se había popularizado la profecía de que “el rey Sebastián regresará para salvar a Portugal de sus males”.
Robó y mintió a quienes le rodearon, por lo que su destino acabó como el de sus predecesores, ejecutado a golpe de justicia.
La historia ha detallado la biografía de estos cuatro impostores, pero la extraña creencia del “rey durmiente” ha pervivido durante siglos. Hay quienes afirman que, cuando en 1808 Napoleón arrasó tierras lusas, eran muchos los que miraban hacia el mar, esperando todavía ver desembarcar al salvador rey Sebastián.