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Monjas e ilustradas en la sombra del poder

Una serie de mujeres han sido consejeras de los poderosos, sin, que se sepa, tener relación de parentesco o sexo.

Algunas de ellas eran monjas. Se conservan las cartas que Sor Magdalena de San Jerónimo le dirigía a Felipe II. Fundó una de las primeras casas de acogimiento (y cárcel) de prostitutas. La correspondencia entre otra religiosa Sor María Jesús de Ágreda, y Felipe IV consta de unas 600 cartas.

El rey español le pedía ayuda para sacar a España de la decadencia económica y política, y ella opinaba sobre los asuntos de Estado.

Un planteamiento distinto era el de la ilustrada española Josefa Amar y Borbón, que escribía en 1786 sobre las mujeres: “Por una parte los hombres buscan su aprobación, les rinden unos obsequios que nunca se hacen entre sí; no las permiten el mando en público, y se lo conceden absoluto en secreto. Las niegan la instrucción y luego se quejan de que no la tienen”.

Algunos amigos de Carlos III, como Jovellanos o Campomanes, abrazaron la causa ilustrada, y se crearon Juntas de Damas, al nivel de las Sociedades de Amigos del País masculinas.

Ya a finales del siglo XVIII se hablaba en España y Francia de la famosa querelle des femmes, asunto que se discutía en publicaciones políticas desde 1600 y que llegó a debatirse en el Parlamento inglés en 1549.

En el extremo opuesto, entre maga y religiosa con toques de Rasputín, fue la famosa Monja de las Llagas, sor Patrocinio, una iluminada que padecía estigmas, y que llegó a Madrid por orden de Isabel II. La reina no daba un paso sin consultarle, y ella aprovechó para colocar en la corte a sus recomendados.

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