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Gulag: la muerte en vida

En los años más duros de la Unión Soviética, los disidentes desaparecían o eran asesinados, pero también los enviaban al Gulag, la muerte en vida.

Pevek, la última ciudad al norte de Rusia, no es más que uno de los inhóspitos parajes en los que se establecieron los, al menos, 476 campos de trabajos forzados que formaban parte del sistema político represivo de la antigua Unión Soviética conocido como “gulag”. Aquí se trabajaba con uranio. Los pabellones de esta prisión ártica aún se mantenían en pie en 1992, cuando en una expedición transiberiana se tomó la fotografía que acompaña este artículo. Un número indeterminado de personas –entre 18 y 25 millones, según las estimaciones más fiables–, consideradas “enemigos de la revolución”, fueron enviadas a estos lugares extremos para ser utilizadas en la explotación de los confines desolados del imperio soviético.

Recursos sobre cadáveres

Encima de los cadáveres de más de la mitad de estos condenados se alzan hoy las casas, las líneas férreas, las carreteras, los puertos, los canales, las prospecciones petrolíferas y las minas que construyeron.

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