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Malaparte y Camus: enemigos íntimos en la posguerra parisina

Tras el final de la II Guerra Mundial, Curzio Malaparte y Albert Camus coincidieron en París, siendo notable su desencuentro y hostilidad mutua. Veamos los motivos.

En 1948, año en el que se conocen personalmente estos dos literatos, las heridas de la guerra todavía eran profundas y latentes en el ambiente de una capital europea como París. Albert Camus, autor de El Extranjero, La Peste y otras muchas obras que le valdrían la consecución del Premio Nobel de Literatura en 1957, había sido miembro de la Resistencia a la ocupación alemana de Francia y era cercano a ideas comunistas.

Bien distinta había sido la trayectoria de Curzio Malaparte: soldado en la I Guerra Mundial y fascista de primera hora que participó en la Marcha sobre Roma y en la campaña de Etiopía, posteriormente pasaría a integrar la oposición interna al Régimen, lo que le valdría la cárcel en diversas ocasiones y la deportación a la isla de Lipari. A pesar de ello, tras la entrada de Italia en la II Guerra Mundial tomaría parte en la misma como oficial, considerando que así cumplía con su "deber patriótico", y participaría como corresponsal de guerra en diversos frentes de batalla, experiencia que le inspiró la elaboración de obras tan notables como Kaputt y La Piel. Terminada la guerra, consigue evitar la depuración antifascista y continúa su carrera literaria, estableciéndose en París desde junio de 1947 hasta diciembre de 1948. Durante su estancia en la capital francesa, Malaparte participa en diversos encuentros con lo más granado de la intelectualidad parisina y, en uno de ellos, conoce a Camus.

Un desencuentro a primera vista

Tal y como recoge el propio escritor italiano en su Diario de un extranjero en París, una amiga común llamada Cli Laffont facilita su reunión con Camus el 9 de junio de 1948. Pero el desencuentro es inmediato entre ambos: Malaparte señala la mirada hostil que le brindó el escritor francés desde el preciso instante en que fueron presentados. Esa frialdad se hizo aun más latente cuando surgió el nombre de Giuseppe Bottai, un ex ministro fascista al que conocía el autor italiano y con el que compartía el hecho de haberse unido a los aliados occidentales tras la destitución de Mussolini y la entrada del ejército alemán en Italia durante 1943.

Siguiendo con el relato de Malaparte, parece ser que Camus intervino en la conversación para sentenciar que a hombres como Bottai había que llevarlos a un tribunal y fusilarlos, afirmación que ofendió profundamente al autor italiano, sorprendido por la ligereza con la que su colega francés juzgaba a un hombre que ni tan siquiera conocía. El escritor italiano consideraba que, con aquellas palabras, Camus le deseaba a él esa misma suerte, quizá por esa idea según la cual Malaparte era considerado en algunos círculos como un "colaboracionista". Esto indignaba particularmente a Malaparte, ya que se encontraba en un país caracterizado por el elevado porcentaje de población que se aclimató a la ocupación alemana y que, una vez terminada la guerra, se ocultaría tras el velo de la Resistencia.

En definitiva, un desencuentro propio del clima de hostilidad y desconfianza que impregnaba la posguerra europea y del que Malaparte tomaría buena nota en obras como la anteriormente mencionada. Curiosamente, tanto el escritor italiano como el francés adoptarían nuevas posturas ideológicas durante sus últimos años de vida: Camus se acercaría al anarquismo mientras que Malaparte terminaría por situarse en posiciones cercanas al comunismo, interesándose por su versión maoísta.

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