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Hernán Cortés, el gallardo conquistador

A lo largo de los años, se ha visto a Hernán Cortés como un conquistador y como un verdugo. Su compleja personalidad le convierte en un foco de controversia y discusión.

Durante los aproximadamente tres últimos siglos, el personaje de Hernán Cortés ha sido uno de los más controvertidos, revisados y radicalizados en España y América Latina. Mientras que unos ven en él la figura de un conquistador valiente e inteligente que marcó el comienzo de una nueva etapa en la historia del mundo, otros prefieren destacar su faceta de verdugo y opresor de los pueblos indígenas, más aficionado a la espada que al diálogo. Como suele ocurrir con los protagonistas de sucesos tan emocionales como fue la conquista de América por parte de España, Hernán Cortés no era blanco o negro sino un personaje complejo lleno de matices.
Fernando Cortés (Monroy Pizarro Altamirano de nombre completo) nació en 1485 en la ciudad de Medellín, provincia de Badajoz. Perteneciente a una familia hidalga, marchó a Salamanca para realizar estudios de derecho como era típico en la época, pero nunca llegó a implicarse realmente en esta tarea y prefirió buscar una vida de aventuras. En 1511 se encontró con Diego de Velázquez, gobernador de Cuba, y comenzó a implicarse en los asuntos de gobierno y las próximas expediciones militares que se avecinaban. Todas las fuentes parecen coincidir en que Hernán Cortés era un hombre inteligente y, sobre todo, un encantador de serpientes profesional. Su personalidad resultaba muy carismática y seductora, por lo que Diego de Velázquez le vio pronto como a un posible rival e intentó calmar la situación casándolo con su cuñada.
Al poco tiempo, Cortés fue designado como líder para una expedición hacia Yucatán, a la cabeza de algo más de 500 hombres. Muchas de las personas que viajaban a América lo hacían con la intención de enriquecerse y comenzar una nueva vida o de huir de los problemas (muchos de ellos, judiciales) que tenían en España. Por esto, resulta obvio señalar que la motivación de muchos de estos soldados, incluyendo la del propio Cortés, era la obtención de riquezas y gloria. Su llegada a Yucatán, región dividida en estados independientes tras la caída de Mayapán en 1480, supuso la supresión de los sacrificios humanos y la cristianización de los pueblos indígenas.

Las armas y los caballos asustaron a los indígenas

Fue precisamente en Mayapán donde Cortés tuvo noticias de un nuevo país que los indígenas llamaban México. Cortés bordeó la costa mexicana y, desobedeciendo las órdenes y la autoridad de Velázquez, se autoproclamó gobernador y se adentró en territorio mexicano, no sin antes inutilizar sus barcos para evitar deserciones.
Los primeros contactos con los indígenas fueron desde la cuasi adoración hasta el enfrentamiento abierto. Los pueblos nativos quedaban sorprendidos por los caballos, las armaduras metálicas o las armas de fuego que portaban los españoles y esto hizo que muchos les consideraran reencarnaciones de sus dioses (el propio Moctezuma pensaba que Cortés era Quetzalcóatl). Los españoles observaron las diferencias y disputas internas que dividían a los distintos pueblos indígenas como los tlaxcaltecas y los totonatas, enemigos de los mexicas, por lo que decidieron aprovechar esta situación y convertir a estos en sus aliados para que formaran el grueso de su ejército.
El 2 de septiembre de 1519, la superioridad técnica de los españoles les valió una importante victoria frente a los tlaxcaltecas cerca de la ciudad de Tlaxcala y pudieron convertirles en sus aliados en su camino desde Veracruz hacia Tenochtitlan. Meses antes, los españoles habían derrotado a las fuerzas aztecas de Tascoob en la batalla de Centla y, como parte del botín, Cortés recibió a un grupo de esclavas entre las que se encontraba Malinche (doña Marina). Esta indígena, que se convertiría en la amante de Cortés, acabaría por jugar un papel de gran relevancia en la conquista de México al actuar como intérprete entre los españoles y los nativos.
Al pasar por Cholula, fue precisamente Malinche quien advirtió a Cortés de que los aztecas estaban preparando un ataque sorpresa contra él. En consecuencia, murieron entre 5.000 y 6.000 cholultecas y el propio Cortés describió lo acontecido allí como una acción preventiva y como represalia por las sospechas halladas de un posible ataque.

Moctezuma se rindió, pero su pueblo se resistió a la conquista

El 8 de noviembre de 1519, Cortés entraba en Tenochtitlán con todos los honores y era recibido por el propio Moctezuma II. El caudillo azteca conocía ciertos vaticinios que hablaban del final de su imperio a manos de extranjeros y del regreso del dios Quetzalcóatl y pronto quedó engatusado por la labia de Cortés. Incluso antes de ser hecho prisionero por los españoles, Moctezuma ya demostró una completa pasividad hacia cualquier intento de resistencia contra el invasor. Los españoles fueron alojados en el Palacio Axayácatl y acumularon todas las riquezas que les fueron posibles.
Sin embargo, Diego de Velázquez había enviado un contingente de tropas encabezado por Pánfilo de Narváez para arrestar a Cortés por su insurrección y este avance obligó al líder militar a ir a su encuentro con una pequeña tropa de españoles reforzada por guerreros aztecas. El ataque se produjo por sorpresa y Cortés consiguió derrotar a su enemigo y que muchos de ellos se le unieran. Durante su ausencia, Pedro Alvarado masacró a nobles aztecas, caciques y jefes militares en el Templo Mayor de la ciudad temiendo que quisieran liberar a Moctezuma.

La huida de los españoles y la derrota de los aztecas

Esta acción hizo que toda la ciudad se sublevara y los aztecas asediaran el palacio donde los españoles intentaron refugiarse. Al regreso de Cortés a la ciudad en junio de 1520, intentó suavizar la situación liberando al hermano de Moctezuma y haciendo que este saliera para calmar a su pueblo; pero el primero acabó por unirse a los atacantes y el segundo murió, según la versión más extendida, de una pedrada propiciada por su propio pueblo. Rodeados, sin provisiones y en una clara inferioridad numérica, los españoles vieron claro que su única opción para sobrevivir era escapar. Cortés sacó a sus tropas de la ciudad en la noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520, aunque fueron descubiertos muy pronto por los aztecas. La conocida como Noche Triste acabó con unas 600 bajas de los españoles, muchos de ellos se hundieron en el lago Texcoco arrastrados por el peso del oro que cargaban.
Los españoles fueron perseguidos por los aztecas en un intento de alcanzar Tlaxcala, pero se vieron obligados a hacerles frente el 7 de julio de 1520, en la batalla de Otumba. A pesar de que estaban en clara minoría, los españoles crearon un muro de picas y se reforzaron con la acción de mosquetes y arcabuces para resistir las cargas de los aztecas. Una última carga de caballería consiguió la derrota de las fuerzas aztecas y la oportunidad de que Cortés reorganizara su ejército y pudiera tomar Tenochtitlán.
La conquista de México terminó con la muerte de 200.000 indígenas y fue la gran campaña militar por la que Hernán Cortés pasaría a la historia, aunque también fuera responsable de la exploración de Honduras, el descubrimiento de California y un primer intento de hallar un camino de salida al océano Pacífico. Cortés moriría el 2 de diciembre de 1547 de vuelta en España y su leyenda serviría tanto para mitificarlo como para demonizarlo, alejándose de lo que realmente fue y como se le debería recordar: un ser humano con sus virtudes y sus defectos.

Cortés y Billy el Niño

Como curiosidad poco conocida, el famoso forajido Billy el Niño conocía el español al haberse criado en zonas hispanoparlantes del sur de Estados Unidos. Su escasa afición por la lectura hizo que solo leyera tres libros en su vida y los tres estaban impresos en español y trataban sobre Hernán Cortés. Esto hizo que el pistolero sintiera una exacerbada admiración por el conquistador español, al que veía como un héroe.

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