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La historia de un corazón conservado en alcohol

Una de las muertes más sonadas de la Historia es sin duda la de María Antonieta y su hijo Luis XVII.

La biografía de la reina es sobradamente conocida, tanto por los innumerables libros que se han dedicado a su figura como por la película dirigida por Sofia Coppola. La archiduquesa María Antonieta nació en Viena en 1755 y se convirtió primero en delfina y luego en reina de Francia, tras su enlace pactado con Luis XVI.

Al igual que su esposo –gran aficionado a la caza–, siempre estuvo más preocupada de sus peinados y sus vestidos, de las fiestas y de los juegos de azar que del gobierno del país.

De hecho, los reyes ni siquiera se preocuparon de consumar el matrimonio para tener descendencia hasta siete años después de casados.

Entonces se sucedieron los hijos: María Teresa, Luis José –del que se dice que era bastardo–, Luis Carlos y Sofía Beatriz. Los inconscientes monarcas contemplaron cómo el pueblo francés, sumido en la más absoluta miseria, se levantaba en armas en 1789: llegaron así los Estados Generales y el motín en la prisión parisina de la Bastilla. Murió el delfín Luis José y su padre, Luis XVI, fue separado de su familia, sentenciado a muerte y guillotinado en 1793.

Los monárquicos proclamaron rey a su hijo Luis, que con sólo 8 años, apenas sabía leer y escribir. María Antonieta también fue procesada y condenada a morir en la guillotina. Durante el proceso, obligaron al pequeño Luis Carlos –Luis XVII– a declarar contra su madre, acusándola de incitarle a la masturbación y de obligarle a practicar juegos sexuales.

Mientras esperaba el día de su muerte, encerrada en la prisión del Temple, María Antonieta se dio un fuerte golpe contra la viga del techo y se hizo una herida que no paraba de sangrar. A la pregunta de los guardias de si se había hecho daño, contestó: “No, ahora ya no hay nada que pueda hacérmelo”. El anecdotario de la Historia también narra que, cuando estaba a punto de ser ejecutada, se tropezó subiendo al cadalso y pidió perdón a su verdugo.

A partir de entonces, la suerte del pequeño Luis XVII estuvo rodeada de misterio y leyendas. Los revolucionarios lo mantuvieron en la prisión en condiciones infrahumanas, postrado en una cama y con enfermedades respiratorias. Oficialmente murió de tuberculosis en 1795, a los 10 años de edad.

También corrió el rumor de que había logrado escapar y coger un barco rumbo a Argentina. En base a esta historia, la lista de personas que se han erigido en herederos legítimos al trono francés asciende a 43. Todos ellos han argumentado algún tipo de parentesco con aquel pobre niño, con la intención de restaurar la monarquía en Francia.

Los historiadores han realizado conjeturas hasta entrado este siglo, cuando un análisis de ADN ha puesto la verdad sobre la mesa. Luis XVII murió, en efecto, en la prisión del Temple de París.

¿Cómo se ha sabido? Su corazón se conservó en un frasco con alcohol y fue pasando de mano en mano, de ciudad en ciudad, durante más de doscientos años.

Los científicos que lo analizaron lo compararon con un mechón de pelo de María Antonieta que fue enviado a sus familiares. También se cotejó con muestras de los auténticos descendientes de Luis XVI, todavía vivos. El parentesco quedó de esta forma confirmado y el asunto definitivamente zanjado.

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