Nacimiento y evolución de los imperios
Durante el medievo los principales imperios los encontramos en Asia.
La China de los Ming nació en el siglo XIV tras el dominio mongol. Llevó a cabo la estabilización social y la centralización administrativa de un territorio inmenso.
En la Edad Moderna nacieron los imperios trasatlánticos, con el dominio de metrópolis europeas sobre otros continentes: el Imperio español, el británico, el francés, el portugués… El imperio formado por los Austrias aportó singularidades históricas. A los territorios que heredó Carlos V en Europa, con reinos en España, Italia y los Países Bajos, se unieron su titularidad del Sacro Imperio Romano Germánico, que le reconocía la primacía sobre el centro de Europa, y la conquista de parte de América, incorporando los territorios de los derrotados imperios azteca e inca. Sus sucesores no heredaron el título germánico y los territorios bajo su dominio fueron variando, pero caracterizó al Imperio español la presencia en América y otros territorios europeos, además de la expansión por Asia, particularmente en Filipinas.
Fue el primer imperio en el que “no se ponía el sol”. Gobernado por autoridades enviadas por la metrópolis, los virreyes, fue un imperio de gestión compleja e interrelacionada, que exigió el dominio de los mares. Al declive del Imperio español sucedió la hegemonía británica. El Reino Unido formó el mayor imperio transoceánico de la Historia. Sus bases se pusieron en el siglo XVII y pasó por sucesivas fases: las colonias norteamericanas, hasta su independencia a fines del siglo XVIII; y la ocupación de la India, que se inició en esa misma centuria, y de otros territorios en Asia, Australia y la costa de África. A partir de 1870, Gran Bretaña protagonizó la carrera imperial, cuya faceta más destacada fue la competencia europea por la conquista de África. El Imperio británico contribuyó a la prosperidad de la primera sociedad industrializada y llegó a su máxima extensión tras la Primera Guerra Mundial.
Con la Gran Guerra terminó el orden imperial del centro y este de Europa. Desaparecieron tres grandes imperios europeos. En Rusia fueron derrocados los zares, dando paso en 1917 al régimen soviético. Al año siguiente hubo de abdicar el káiser alemán, antes de proclamarse la república. El Imperio Austro-Húngaro, que gobernaban los Habsburgo, quedó disuelto tras la derrota bélica, y se fragmentó en sus principales nacionalidades. También quedó herido de muerte el maltrecho Imperio turco, por la pérdida de territorios y el desorden que siguió a la guerra. Los Estados-nación de la nueva época hacían inviables los imperios multinacionales.
El final de la Segunda Guerra Mundial fue también el de los imperios, un nombre que había adquirido caracteres peyorativos. El último en perder esta denominación fue el japonés. Sin embargo, no desapareció el concepto. Siguió utilizándose con otras connotaciones, para definir como imperialismo la hegemonía de los Estados Unidos y la Unión Soviética en sus respectivos bloques. No designaba ya a unidades políticas, sino a las áreas de influencia de las dos superpotencias que se enfrentaron durante la Guerra Fría.
Remite al artículo Un modelo conquistador, de Manuel Montero, en la revista Muy Historia número 71.
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