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Un imperio dominado por una ciudad

Convertida en potencia económica mundial, Venecia vivió siglos de esplendor gracias a su gran dominio marítimo comercial.

Fundada como una pequeña ciudad de refugio en el interior de una laguna en la parte más septentrional del mar Adriático, Venecia no se vio afectada directamente por las luchas entre el Emperador y el Papado que provocaron alteraciones políticas constantes en el norte de la península itálica durante buena parte de los siglos XI al XIII.
De este modo, Venecia fue consolidándose como un puerto franco, seguro y cómodo, para el Imperio al sur de los Alpes, a través del cual el centro de Europa se aseguraba la comunicación con Oriente sin depender de los húngaros, los eslavos o los bizantinos.
Se le conoce como República de Venecia, pero lo cierto es que perfectamente puede considerarse un imperio, ya que, gracias a su gran poderío naval, se expandió por Europa conquistando nuevos territorios.
Esta ciudad-estado, situada en el norte de Italia, consiguió reunir bajo su dominio a todos los vénetos del Triveneto, Istria y Dalmacia. Su capital fue la actual ciudad de Venecia. Existió como estado independiente desde el siglo IX hasta 1797.
Durante esos siglos de auge y consolidación, en la época que media entre la IV Cruzada (1204), de la que los venecianos se aprovecharon para destruir el poder de Bizancio, y la batalla de Lepanto, en 1571, que puso fin al avance otomano sobre Europa, la Serenissima fue, ante todo, un imperio de comerciantes.
La república veneciana se mantuvo vigente durante 1100 años y fue Napoleón Bonaparte quien terminó con este imperio. Pasó posteriormente a ser dominada por el Imperio austríaco y el Reino de Italia. No obstante, Venecia siguió floreciendo como la hermosa ciudad que es hoy en día.

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