Argantonio, el monarca plateado
Argantonio, principal monarca de la civilización tartesia (principios del primer milenio a.C.), se benefició del comercio del estaño, un metal indispensable para la fabricación del bronce, que se explotaba en el noroeste de la Península y en las Islas Británicas.
Una civilización invisible
Tartesos despertaba en la Grecia Clásica el mismo entusiasmo que El Dorado entre los conquistadores españoles: un lejano paraíso de bienestar y riqueza. Eso sí, los griegos sabían dónde buscarlo: cerca de las Columnas de Hércules, entre el suroeste de Andalucía y el Golfo de Valencia.
El historiador Juan Maluquer señala en Tartessos. La ciudad sin historia que, “como todas las monarquías mediterráneas, ésta también tenía sus dinastías míticas”, un linaje que según distintas tradiciones se remonta a los reyes-héroes Gárgoris y Habidis y a Chrysaor, hijo de Poseidón y Medusa. Pero sólo el nombre de un soberano trascendió lo legendario: Argantonio, que, según Herodoto, controló Tartesos durante 80 años.
El arqueólogo Adolf Schulten es más preciso y fija su reinado entre 630 y 550 a.C. Se trataría del primer monarca histórico conocido de la Península, aunque lo poco que sabemos de él aparece salpicado de elementos míticos. Por ejemplo, los griegos creían que había vivido 120 años, dato que algunos autores interpretan de forma simbólica, como muestra de su poder o como prueba de que el nombre de Argantonio hacía referencia a una dinastía y no a un único soberano. Pero más que por su longevidad, este monarca obtuvo renombre por su altruismo. En el siglo I, Estrabón narra que llenó de plata las bodegas del barco del marinero griego Kolaios de Samos, que había encallado. Esto impresionó a los griegos focenses, que iniciaron una breve pero próspera relación comercial con Tartesos. Pero a mediados del siglo VI a.C., el reino desapareció súbitamente; destruido, según la hipótesis más aceptada, por los cartagineses. Posiblemente, las inundaciones que azotaron el sur de la Península en esa época precipitaron el desastre, y ha llevado a los más atrevidos a pensar que Tartesos pudo inspirar la Atlántida de Platón.
Escrito por A. Alonso