Juan Sebastián Elcano, capitán circunstancial
Nunca buscó la gloria, pero el destino es caprichoso y le correspondió ser el primero en circunvalar el planeta, tras un periplo plagado de infortunios.
El 10 de agosto de 1519, una flota compuesta por cinco naves y 265 hombres partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda con una meta: alcanzar las islas de las especias (Molucas) por el Oeste, en lugar de por el Este como ya hacían los portugueses. A su mando, el portugués Fernando de Magallanes, y como uno de sus maestres, el guipuzcoano Juan Sebastián Elcano, primogénito de nueve hermanos y buen navegante, aunque sin experiencia en grandes campañas marinas.
Tras varios meses de navegación, la flota logró conectar con el Océano Pacífico a través del hemisferio Sur americano. Eso sí, tras soportar el hambre y el frío, lidiar un motín y perder dos naves con sus provisiones. Y esto fue sólo el comienzo. Ya en el Pacífico llegaron la sed, las quemaduras y el escorbuto. Sólo la visión de una isla el 6 de marzo de 1521 terminó con tanto mal. Eran las Marianas, archipiélago en el que los españoles aprovecharon para abastecerse y entablar relaciones con unas tribus tan hostiles, que en una emboscada asesinaron a buena parte de la tripulación, incluyendo al propio Magallanes. Las bajas fueron tremendas. Elcano fue nombrado capitán de una de las dos naves que quedaron a flote, la Victoria, y ordenó proseguir rumbo al Oeste en lugar de desandar lo andado en su regreso a España.
Así fue como el 21 de noviembre se toparon con las Molucas, la meta de la expedición y donde aprovecharon para cargar las bodegas de clavo a cambio de espejos y otras baratijas semejantes. La noticia de que los portugueses les estaban buscando motivó su marcha precipitada. Ya sólo quedaba una nave en pie y 43 marineros vivos, tan enfermos y cansados que la llegada a casa parecía imposible. Pero había que intentarlo.
Tras pasar por Mozambique el hambre acuciaba, pero no podían abastecerse porque los portugueses, dueños de todas las costas africanas, les arrestarían en cuanto desembarcaran. Sólo el pillaje les permitió subsistir.
Las últimas semanas de travesía sufrieron verdaderas penalidades, con tripulantes famélicos apenas capaces de ocuparse de un barco desarbolado. Por ello, cuando regresaron a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, la gente no podía creerse que esos únicos 18 supervivientes, hambrientos y semidesnudos, afirmaran haber dado la vuelta al mundo.
Como premio a sus servicios, el emperador Carlos I concedió a Juan Sebastián Elcano un escudo de armas con un globo terráqueo y la leyenda Primus circundedisti me (el primero en rodearme). Poco disfrutó de la gloria, pues falleció de escorbuto en un segundo viaje a las Molucas cuatro años después de su regreso.