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Kim Philby, el Tercer Hombre

A finales de los años 20, los soviéticos diseñaron un plan para infiltrarse en los servicios de inteligencia soviéticos. Para ello contactaron con jóvenes universitarios de tendencias marxistas, formando el llamado Círculo de Cambridge, del que Kim Philby se convirtió en una pieza clave.

John Philby, había sido diplomático británico en Arabia, espía y consejero del rey Faud. Su carácter, excéntrico y dominante, pudo influir en su hijo, que desarrolló tartamudez, un defecto del que se aprovechó para revestirse de un aura de ingenuidad. Philby –su sobrenombre “Kim” se debe a Kimbal O’Hara, el personaje de la novela de Kipling–, nació en Ambala, en la India, el 1 de enero de 1912, pero sus flirteos con el comunismo se iniciaron en el Trinity College de Cambridge, donde estudió historia y económicas.
Maurice Dobb, uno de sus tutores, le remitió a una organización europea que estaba coordinada por el agente soviético Willi Münzenber. Junto a Edith Tudor-Hart –una comunista británica– y Arnold Deutsch –miembro de la NKVD, luego el KGB– pudieron reclutarle para la URSS a mediados de los años 30. En su obra autobiográfica My Silent War, el propio Philby reconoce que él mismo incorporó a Guy Burgess y Donald Maclean, junto con los que formaría parte del denominado Círculo de espías de Cambridge, aunque no está claro que fuera realmente así.
De cualquier forma, sus primeras misiones tuvieron lugar en Viena, donde ayudó a escapar del país a comunistas austríacos. Allí, conoció a la espía soviética Litzi Friedman, que se convertiría en la primera de las cuatro esposas y numerosas amantes que salpicarían la hiperactiva vida sentimental de Philby.
En 1936, Kim, que había optado por el periodismo, recibió la orden de cultivar una personalidad profascista. Así, cubrió la Guerra Civil española para el London Times desde la perspectiva del bando nacional, e incluso fue condecorado por Franco –que según un informe descubierto en 2001 pudo ser uno de sus objetivos– cuando sobrevivió a un ataque cerca de Teruel. De vuelta en Londres, Philby logró ser reclutado para los servicios de inteligencia británicos gracias a la ayuda de Burgess, que trabajaba en el SIS, el antecesor del MI6. Tras llevar labores de contraespionaje en la Península Ibérica y el norte de África –seguramente estuvo implicado en la muerte de Sikorsky, jefe del Gobierno polaco en el exilio en 1943–, se hizo con la jefatura de la Sección IX de la organización, cuya misión era crear redes de agentes en Rusia. Desde allí, Kim supo cooperar con sus supuestos enemigos proporcionándoles informes de los británicos para descifrar el código Enigma de los alemanes e identificó a los agentes británicos que se encontraban en la URSS.

Su carrera se tuerce

Aunque las cosas se torcieron en 1945, cuando el cónsul soviético en Estambul ofreció a los ingleses los nombres de los principales agentes rusos en Londres. Philby pudo impedir que hablara. Cuatro años después, fue enviado a EE UU como enlace británico para la CIA, una posición desde la que los servicios de inteligencia estadounidenses eran para él un libro abierto.
En 1951, cuando se estrechaba la red que el FBI había tendido sobre MacLean, primer secretario de la embajada británica en Washington, y su compañero Burgess, les advirtió para que huyeran a Moscú. El escándalo fue mayúsculo y la CIA empezó a sospechar de Philby que, aunque salió airoso de los interrogatorios, tuvo que abandonar su cargo para volver a trabajar como periodista, especialmente en Oriente Medio.
Pero las sospechas sobre su doble juego nunca llegaron a evaporarse. En 1962, un agente del KGB se pasó a la CIA y su labor quedó al descubierto. Poco después, Philby huyó a Rusia, donde recibió la Orden de Lenin y vivió hasta su fallecimiento en 1988.

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