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Tratado de Badajoz: la ley de la frontera

Por este acuerdo, firmado por Alfonso X el Sabio y Alfonso III de Portugal, se establecieron los límites entre este reino y el de Castilla.

En 1230, Fernando III el Santo unificó los reinos de Castilla y de León bajo la Corona de Castilla. Asimismo, aprovechó el declive del imperio almohade para conquistar el valle del Guadalquivir y el reino de Murcia. En la vecina Portugal tampoco desperdiciaron la ocasión: en 1249, Alfonso III conquistó los últimos enclaves islámicos en el llamado Reino del Algarve. Pero al subir al trono de Castilla y León en 1252 el hijo de Fernando III, éste –Alfonso X el Sabio– reclamó sus derechos sobre dicho territorio y estalló la guerra entre ambos Alfonsos.

El conflicto bélico como tal finalizó en 1253 al acordarse el matrimonio del rey portugués con una hija del rey castellano y la entrega de un usufructo sobre el Algarve en beneficio del segundo hasta que el hijo de ese matrimonio alcanzara los siete años de edad. No obstante, Alfonso X siguió usando entre sus títulos el de rey del Algarve, lo que despertaba recelos y suspicacias en Alfonso III y su corte. Finalmente, en 1264 se cedió dicho usufructo a Dionisio, el heredero portugués, a cambio de un vasallaje militar a la Corona de Castilla más simbólico que real.

Los términos del acuerdo definitivo se sellaron en el Tratado de Badajoz, firmado en dicha ciudad el 16 de febrero de 1267 entre Alfonso X y Alfonso III. Por él quedaba fijada la frontera entre Portugal y Castilla y se reconocía la integración del Reino del Algarve en la Corona de Portugal y la de los territorios al este del río Guadiana en la de Castilla. No hay que confundir este pacto con otro Tratado de Badajoz, que sería firmado mucho después, en 1801, para sellar la paz hispanolusa tras la llamada Guerra de las Naranjas.

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