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Mozart, el pequeño maestro

Mozart se casó con Constanze Weber, hermana pequeña de su primer amor, Aloysa, que le había destrozado el corazón al casarse con un actor.

Imaginemos la escena: en una casa del Salzburgo de mediados del siglo XVIII, un exigente padre –profesor de música– enseña a su hija de siete años los fundamentos básicos del piano. Ella se queda practicando ante la mirada fascinada de su hermano pequeño, de tres años y medio, que hace gestos de alegría ante los sonidos que extrae su hermana del aparato. El padre se da cuenta y, como si fuera un juego, empieza a enseñarle algunos minuetos y otras piezas. El niño enseguida se muestra capaz de interpretarlas con precisión, manteniendo el tempo a la perfección.

Ese chiquillo dotado de manera natural para la música era Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Sólo un año después, ya era capaz de tocar las teclas del clavicordio y, lo que es más sorprendente, de componer pequeñas piezas, algunas de las cuales se siguen tocando hoy, 250 años después.

Se trataba de un caso excepcional del que su padre, músico al servicio del príncipe arzobispo de Salzburgo, fue muy consciente desde el primer momento. Lo potenció y pronto se dedicó a mostrarlo al mundo, llevando al pequeño Wolfgang de gira con tan sólo seis años por las cortes de Múnich, Praga y Viena. Las biografías nos ofrecen una versión benévola, según la cual el progenitor, muy religioso, creía que “proclamar este milagro al mundo era un deber”.

UN CASO ÚNICO EN LA HISTORIA

Realizarían al menos tres de estas tournées, que les llevarían hasta Londres, donde actuó ante el rey Jorge III, y Roma, ante el papa Clemente XIV. Además de exhibirse, Wolfgang aprovechó el tiempo y con nueve años compuso un oratorio, reprodujo de memoria un miserere oído en la Capilla Sixtina y realizó muchas otras hazañas musicales.

A la vuelta de sus viajes, se instaló al servicio del príncipe arzobispo de Salzburgo, como su padre, pero tendría múltiples enfrentamientos con él por el trato de lacayo que le dispensaba y, sobre todo, por el escaso sueldo, 150 florines al año. Por eso, acabó por rechazar el puesto y marcharse a Viena, donde encontraría oportunidades y tiempo para componer óperas, en las que estaba muy interesado. Al poco de llegar, con veintiséis años, escribió El rapto en el serrallo, estrenada de inmediato con enorme éxito.

Mozart se casó con Constanze Weber, hermana pequeña de su primer amor, Aloysa, que le había destrozado el corazón al casarse con un actor. La familia de él se opondría al matrimonio con Constanze, porque creían que los Weber querían aprovecharse del éxito de su hijo. A pesar de las reticencias, Amadeus la desposó sin el consentimiento paterno.

EL FAVORITO DEL PÚBLICO Y DE LA CORTE

En esta época, el compositor popularizó sus conciertos, que encandilaron a la sociedad vienesa. Consecuentemente, los Mozart adoptaron un nivel de vida cada vez más lujoso, costeado por los ingresos crecientes procedentes de estas funciones así como de la venta de música y, también, de haber logrado convertirse en el músico de cámara del emperador austríaco José II. Por entonces, el inquieto Wolfgang Amadeus ingresó en una logia de los francmasones en la que militaban muchos amigos suyos. Se sentiría muy unido a esta orden al compartir sus ideales de progreso social, que plasmó en algunas de sus más célebres obras, como La flauta mágica.

En su época de mayor éxito, Mozart, que como él mismo había dicho era capaz de realizar cualquier tipo de composición o adoptar cualquier estilo musical, transformó la escena operística con tres obras consecutivas: Las bodas de FígaroDon Giovanni y Così fan tutte, todas ellas fruto de una celebrada colaboración con el libretista italiano Lorenzo Da Ponte.

Los genios deslumbran en momentos concretos muy intensos, pero el paso del tiempo suele hacer que la sociedad se acostumbre a ellos, e incluso que los relegue. Eso le sucedió a Mozart a partir de finales de la década de 1780. Nuevos modelos de piano de sonoridades distintas, más robustas, trajeron con ellos a nuevos pianistas, que poco a poco lo fueron sustituyendo en el favor del público. La familia empezó a experimentar dificultades económicas y tuvo que mudarse a una residencia más modesta y menos céntrica. Mozart emprendió viajes para intentar elevar sus ingresos.

¿ENFERMEDAD O ENVENENAMIENTO?

En 1791 experimentó una súbita y grave enfermedad, de causas nunca aclaradas; él manejaba la idea de que estaba siendo envenenado. Aun así –o quizás por ello– ese año fue de gran productividad, con algunas de sus mejores obras: sobre todo, el Réquiem, del que diría a su mujer que lo estaba escribiendo para sí mismo. Mozart falleció el 5 de diciembre. Sus últimas vestiduras fueron el manto negro y la capucha masónicos.

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