Grandes migraciones de la historia. Nómadas del siglo XXI
Aunque los estados más prósperos endurecen las leyes para intentar detener la creciente afluencia de inmigrantes, más de 175 millones de personas viven legalmente lejos de su país.
Hoy, la mayoría de los grandes desplazamientos humanos se hacen en busca de trabajo y oportunidades. Pero aunque el espíritu que mueve a los inmigrantes del siglo XXI es en el fondo muy parecido al que llevó en el siglo XIX a miles de europeos a América, hay grandes diferencias entre ambos grupos humanos. Lo único que nuestros tatarabuelos sabían del Nuevo Mundo era que se trataba de una tierra de oportunidades a la que podrían acceder sin problemas y en la que casi con toda seguridad vivirían decentemente. Para la mayoría de los inmigrantes, hoy poco de eso es cierto, y no sólo en EE UU.
Un derecho universal
El derecho al desplazamiento está reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. En el artículo 13, ésta prescribe que "toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado" y que "toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país".
Pese a ello, la socióloga y especialista en movimientos migratorios Sandra Gil Araujo señala que "en las tres últimas décadas, los movimientos migratorios han provocado fuertes intentos de control por parte de los gobiernos. Esta resistencia no ha conseguido detener la inmigración, pero sí ha alterado la dirección de los flujos migratorios".
Leyes contra la inmigración
En 1976, sólo 6 de cada 100 países habían adoptado medidas legales para reducir la inmigración. En 2001, aún antes de los sucesos del 11 de septiembre, casi la mitad lo había hecho. Hoy, todo indica que las legislaciones nacionales tienden a endurecerse como un método de atajar la creciente inmigración. Según describe Araujo en su estudio Migraciones, conflictos y mundialización (publicado en Globalización y sistema internacional; Icaria Editorial), "en la Unión Europea se ha dejado de ver al extranjero desde una óptica laboral para vincularlo a cuestiones más policiales". Esta experta señala que cuando la recepción es desfavorable, "aumenta la inmigración clandestina y se potencia y encarece el tráfico de personas", un horrendo negocio que produce a quienes lo practican más de 7.000 millones de euros de beneficios al año y que, a menudo, se alimenta también de los extranjeros que han entrado normalmente en el país, pero que no pueden renovar por problemas legales sus permisos de trabajo y de residencia.
Hoy, la migración laboral a escala global afecta a más de 135 millones de personas, cerca del 2,3 por 100 de la población mundial. Su trascendencia se refleja, por ejemplo, en Kuwait, donde se calcula que sólo 176.000 de sus trabajadores son originarios de ese país árabe. En Singapur, los 350.000 contratados foráneos que viven en la ciudad representan el 20 por 100 de su fuerza laboral, y en EE UU, que absorbe cerca de 1,5 millones de extranjeros al año, viven ya más de 35 millones de inmigrantes. La Federación Rusa, con 13 millones, y Alemania, con 7 millones, son los destinos que le siguen en importancia.
Araujo sostiene que frente a la alarma que se ha desatado desde ciertos sectores, cifras como éstas son, en términos relativos, menores a las que se daban a principios del siglo XX. En proporción, los flujos no han aumentado, aunque sí se ha diversificado su composición.
Así, aunque las migraciones siguen produciéndose entre naciones que han tenido una relación comercial histórica o entre las antiguas potencias y sus colonias, como entre Francia y el Magreb o entre España e Hispanoamérica, en la actualidad, la mujer inmigrante ha adquirido un mayor protagonismo, especialmente en los países asiáticos, Sudamérica y ciertas zonas de África, como en Cabo Verde.
Hoy, además de Europa y Estados Unidos, otras regiones de África, Asia y América se han convertido en el destino de una marea humana cada vez más masiva y diversa. Así, en Argentina, un censo ha revelado que el 2,6 por 100 de la población proviene de países vecinos, como Uruguay o Bolivia. Algo parecido ocurre en México con los ciudadanos centroamericanos, y según el Gobierno colombiano, casi 4 millones de sus habitantes viven en el exterior, sobre todo en EE UU, Venezuela y Europa. Algunos expertos justifican las grandes migraciones laborales y afirman que son la única solución al problema del envejecimiento de la población que afecta a Occidente.
Alessandro Silj, codirector del Etnobarómetro -una red de centros europeos creada en 1997 que investiga el fenómeno migratorio-, destaca en su artículo Globalización y migración que "nunca antes habían sido los demógrafos tan populares ni habían sido objeto tan constante de los medios de comunicación".
La nueva fuerza laboral
Seguramente tiene mucho que ver en ello un informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en el que se asegura que los países occidentales necesitan extranjeros para impulsar su crecimiento, y sobre todo la publicación en marzo de 2000 de otro informe sobre migraciones realizado por la División de Población de la ONU.
Luis Otero y Abraham Alonso