Sucesos de Vitoria, el sangriento comienzo de la Transición
El 3 de marzo de 1976, la policía gaseó y abrió fuego contra trabajadores que se habían reunido en una iglesia de Vitoria, dejando cinco muertos.
Entre noviembre de 1975 (con la muerte del dictador Francisco Franco) y diciembre de 1978 (con la aprobación de la Constitución), España vivió una etapa de cambios muy intensos y todavía más rápidos en el que el sistema, la sociedad y hasta la propia forma de ver el mundo se dieron la vuelta para lograr la llegada de una democracia real y efectiva. A este periodo se le conoce como Transición Española y, aunque es reconocido internacionalmente como un ejemplo de transformación pacífica, también tuvo sus momentos de violencia. Una de las sombras más recordadas, así como la primera, fue la muerte de cinco trabajadores en los llamados ‘Sucesos de Vitoria’.
Menos de medio año después del 20N, toda España comenzaba a despertar y agitarse. La sociedad se enfrentaba a dos fuerzas opuestas que tiraban de ella en distintas direcciones: los continuistas que buscaban la permanencia del régimen franquista aun cuando habían perdido a su líder (la pieza que lo mantenía todo unido) y los reformistas que veían que había llegado el momento de volver a hacer de España una democracia. El país vivía en una especie de limbo en el que las promesas se encaminaban hacia el cambio pero todavía seguían vigentes los métodos violentos y represivos propios de una dictadura. En el norte surgió un movimiento obrero que reclamaba mejoras laborales y que, tras unas infructuosas negociaciones con la patronal, desembocó en una serie de parones y una huelga. Con estas protestas de fondo, alrededor de 4 000 trabajadores se reunieron en la Iglesia de San Francisco de Asís de Vitoria para una asamblea.
El 3 de marzo de 1976, un numeroso contingente de policías armados de la Compañía de Reserva de Miranda de Ebro y de la guarnición de Vitoria rodeó la iglesia donde se habían congregado los trabajadores, en el barrio de Zaramaga de la capital alavesa. Las fuerzas del orden crearon un cordón policial en torno al templo e impidieron el acceso a otro grupo de trabajadores (otros 4 000) que querían unirse a la asamblea. A las 17:10, la policía rompió las ventanas de la iglesia y lanzó gas lacrimógeno al interior del edificio. Las 4 000 personas que se encontraban reunidas dentro salieron víctimas del pánico e intentando no asfixiarse con los gases y fueron recibidas con los disparos de pelotas de goma de la policía. Además, las fuerzas de seguridad también emplearon munición letal e investigaciones posteriores estiman que hubo más de 1000 detonaciones aquel día. Como consecuencia de la represión policial hubo más de 150 heridos graves y tres muertos (Pedro María Martínez, de 27 años; Francisco Aznar de 17 y Romualdo Barroso de 19) que poco tiempo después se convertirían en cinco (José Castillo de 32 años y Bienvenido Pereda de 30).

Monumento Sucesos de Vitoria
Los Sucesos de Vitoria se convirtieron en el altercado más violento y con más víctimas de toda la Transición Española. La orden de desalojar a los trabajadores y de utilizar el equipo señalado procedió del Gobierno Civil y fue justificada por el capitán de la Policía Armada Jesús Quintana alegando que se vieron superados por la masa de gente que quería entrar y la que salía de la iglesia, teniendo que emplear todos los recursos de los que disponían. Cabe señalar que los manifestantes de la Iglesia estaban reunidos de forma pacífica y salieron del edifico obligados por los gases lacrimógenos. También se habló de resistencia violenta, lanzamiento de objetos e incluso disparos por parte de los manifestantes pero nunca se pudo probar que hubiese habido provocaciones o comportamientos agresivos de los trabajadores antes de que comenzara el ataque policial. Cinco días después de lo ocurrido, un joven de 18 años moría tiroteado en Basauri mientras participaba en una manifestación en solidaridad con las víctimas de Vitoria.
Tanto las autoridades locales como el gobierno central no mostraron demasiado interés por intentar aclarar lo sucedido y depurar responsabilidades. La causa abierta pasó un tiempo mareada entre los órganos civiles y la justicia militar hasta que finalmente, en marzo del 77, fue la justicia militar la que procedió al sobreseimiento del caso al no ser capaces de “determinar responsabilidades personales”, es decir, de saber con ciencia cierta quiénes fueron los responsables de los delitos de homicidio que sí se reconocieron. La Ley de Amnistía de ese mismo año cerró el caso sin que hubiera ningún tipo de condena. Quien sí acabó pagando por ello fue el entonces presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro, cuya imagen quedó deteriorada y fue sustituido por Adolfo Suárez ese mismo año.
Los Sucesos de Vitoria supusieron un duro mazazo en los primeros momentos de la Transición y dejaron claro que había muchas cosas que debían cambiar en el país y que el camino por recorrer era largo. En algunos aspectos, puede recordar a lo sucedido durante el Domingo Sangriento en Irlanda del Norte.