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El rostro de los primeros europeos

El descubrimiento de tres cráneos en el Cáucaso adelanta la salida del hombre de África. ¿Pero quiénes fueron estos emigrantes?

Hoy nadie cuestiona que la cuna de la humanidad está en África. Sin lugar a dudas, las raíces de nuestro árbol evolutivo se hallan en este continente, como atestiguan las evidencias fósiles. La aventura humana se inicia con la aparición de los primeros homínidos, es decir, simios bípedos -o sea, que caminan erguidos-. Esta facultad quizás ya se encuentra en el Orrorin tugenensis, un fósil de hace 6 millones de años descubierto en los montes keniatas de Tugen, en 2001. No obstante, el primer homínido del que se tiene la certeza de que caminaba sobre dos piernas no es otro que el Australopithecus anamensis, simio del tamaño y aspecto de un chimpancé que prosperó en el norte de Kenia entre hace 4,2 y 3,9 millones de años.

La aparición de los australopitecos en el escenario evolutivo impulsa definitivamente el periplo hacia el hombre. De hecho, resulta muy probable que los primeros individuos realmente humanos sean descendientes del Australopithecus garhi, un homínido con 2,5 millones de años de antigüedad desenterrado hace 5 años por Tim White cerca de la aldea de Bouri, al norte de Addis Abeba. La edad del garhi, que podría ser el autor de las primeras herramientas de piedra, coincide en el tiempo con los vestigios más antiguos de nuestro linaje, o sea, del género Homo: una mandíbula superior de hace 2,3 millones de años encontrada por el equipo de Donald Johanson en la región etíope de Hadar, en 1994.

"A las primeras especies de Homo conocidas corresponden los restos de rudolfensis hallados en Kenia cerca del lago Turkana (cuando todavía ostentaba su nombre colonial de lago Rudolf) y los de habilis (mañoso) descubiertos por Louise Leakey en la garganta de Olduvai, en Kenia. Ambas especies distan de nosotros dos millones de años", escribe el antropólogo Lee R. Berger, de la Universidad de Witwatersrand, en Johanesburgo (Sudáfrica), en su libro Tras la huella de Eva. En África oriental, el Homo habilis fue sustituido por el Homo ergaster -hombre trabajador-, hace 1,75 millones de años. El fósil más conocido de este homínido, que en realidad constituye una forma temprana del Homo erectus africano, es el chico de Turkana, datado en hace unos 1,6 millones de años.

Descubierto en 1984 por Richard Leakey y Alan Parker en Nariokatome, a orillas del lago Turkana, en Kenia, los restos de este adolescente representan a los primeros homínidos con un esqueleto del cuerpo auténticamente moderno y con una capacidad craneal de 900 cc.

¿Fueron los parientes del muchacho de Turkana los primeros emigrantes africanos? ¿Cuándo comenzó el éxodo? ¿Qué les empujó a emprender tan colosal aventura? La salida del continente negro para colonizar Eurasia es uno de los grandes galimatías de nuestra evolución. Los científicos estiman que el Homo pisó Asia hace cerca de 1,8 millones de años, época en la que el planeta registró un aumento relativo de la humedad y una mejoría climática. Los antropólogos han encontrado en la cueva de Longgupo (China) restos dentales humanos con una antigüedad de 1,98 a 1,78 millones de años; y los fósiles también chinos de Yuanmu y Gongwangling tienen 1,6 y 1,13 millones de años, respectivamente.
En Java, la llegada del hombre se remonta aún más en el tiempo: los dueños de dos cráneos hallados en Sangiran vivieron hace 1,66 millones de años y el sedimento que rellena la calavera infantil de Modjokertop data hoy de 1,81 millones de años. Todos estos especímenes orientales se consideran pertenecientes a la especie Homo erectus.
Como ha manifestado Ian Tatter-sall, paleoantropólogo de la Universidad de Columbia, en Nueva York, "hasta hace bien poco, la mayoría de los expertos creía que los erectus evolucionaron en África y salieron del continente en una fecha no superior al millón de años, para propagarse rápidamente por Oriente Próximo hasta llegar a Eurasia y China, y dar origen a todos los procesos evolutivos posteriores, incluidos los europeos". Los últimos hallazgos, sin embargo, indican que la primera diáspora sobrevino mucho antes de lo previsto y que sus protagonistas pudieron pertenecer a la especie Homo ergaster. Éstos serían, como ya se ha apuntado, los erectus arcaicos de África.

Llegados a este punto hay que precisar que, algunos autores, como Philip Rightmire, de la Universidad Estatal de Nueva York, consideran que erectus y ergaster son una misma especie, mientras que otros, caso de Bernard Wood, de la Universidad George Washington, creen que los fósiles de Homo erectus hallados en África y Asia con 1,7 millones de años son tan diferentes a los posteriores datados en 700.000 años que puede hablarse de dos especies diferentes: la africana Homo ergaster y la asiática Homo erectus. Es más, algunos antropólogos consideran a esta última una variedad local y terminal del oriente asiático.

Un reciente descubrimiento en el Cáucaso refuerza la tesis de que el hombre partió de África precozmente y en unas condiciones evolutivas desconcertantes. El pasado mes de julio, un equipo de investigadores capitaneado por David Lordkipanidze, del Museo Estatal Georgiano en Tbilisi (Georgia), y el aludido Rightmire anunció en la revista Science el hallazgo de una mandíbula y un cráneo humanos de hace 1.750.000 años. Los restos aparecieron en el yacimiento de Dmanisi, una villa medieval en ruinas de la República de Georgia. "Se trata del cráneo de homínido más pequeño y primitivo encontrado fuera de África", afirma Lordkipanidze.

La comunidad científica se quedó boquiabierta al conocer que el volumen cerebral de su dueño, posiblemente una mujer, no sobrepasaba los 600 cc -el cerebro de un humano actual supera los 1.400 cc-. Hasta ayer, la mayor parte de los paleoantropólogos sostenía que los viajes intercontinentales estaban reservados para los homínidos con unas piernas poderosas y un cerebro bien desarrollado. Los hallazgos fósiles apuntaban en esta dirección: los primeros humanos no pudieron salir de África hasta que fueron capaces de realizar grandes trayectos y alcanzaron el nivel intelectual necesario para fabricar herramientas sofisticadas.

Estos requisitos intelectuales y tecnológicos sólo podían encontrarse en una especie: el Homo erectus. Éste fue seguramente más vigoroso y fornido que cualquier humano moderno, dominó la caza y el fuego, tal vez emitía gruñidos y señas para comunicarse, y creó una industria lítica avanzada denominada achelense. Los instrumentos, como hachas de mano, bifaces y hendedores, estaban cuidadosamente tallados por ambas caras y presentaban forma de lágrima.

Dmanisi zarandea esta hipótesis. Ya en mayo de 2000, un grupo de investigadores dirigido por Leo Gabunia y Abesalom Vekua, de la Academia Nacional de Ciencias, en Tbilisi (Georgia), confirmaron en Science el hallazgo en este yacimiento georgiano de un par de cráneos asociados a unas herramientas líticas muy toscas. Los restos pertenecían a un hombre y a una mujer con capacidades craneales de 780 y 650 cc, respectivamente, que vivieron en los albores del Pleistoceno, es decir, hace 1,7 millones de años.

"Los nuevos fósiles concuerdan en tamaño y morfología con los Homo ergaster hallados en Koobi Fora (Kenia) y difieren de los erectus asiáticos de tamaño similar, como los indonesios de Trinil y Sangiran 2, y cualquier homínido europeo posterior. Podemos estar ante la primera especie que abandonó África y que dio origen a la rama asiática de los erectus", manifestó Gabunia poco después de hacer público el hallazgo. Además, la industria preachelense recogida junto a las calaveras sugería que el éxodo africano no fue alentado, como algunos defendían, por el florecimiento de una innovación tecnológica.

Por otro lado, el tercer cráneo, bautizado como D 2700, pone en tela de juicio el segundo requisito que condicionaba la migración fuera de África, o sea, la capacidad intelectual. "El volumen cerebral y algunos rasgos del diminuto cráneo recuerdan al Homo habilis, el homínido africano antecesor del ergaster", dice Jordi Agustí, director del Instituto de Paleontología M. Crusafont, en Sabadell. Agustí tuvo el privilegio de asistir al descubrimiento del fósil georgiano. "Los restos de Dmanisi -añade Agustí- constituyen realmente un grupo intermedio entre los habilis y los ergaster."

De ser así, el hombre salió de África muy poco después de aparecer como especie y cabe la posibilidad, como defiende Tim White, de la Universidad de California en Berkeley, de que los erectus evolucionaran fuera de este continente.

Jeffrey Schwartz no opina del mismo modo. Para este antropólogo de la Universidad de Pittsburgh, en EEUU, los fósiles georgianos podrían pertenecer a dos e incluso a tres especies humanas diferentes. Y Tattersall cree que no se trata de Homo erectus ni de Homo habilis. Otra corriente de opinión asevera que las calaveras del Cáucaso, a pesar de sus apreciables diferencias entre sí, entran dentro de la variabilidad constitucional de los erectus.

La polémica sigue abierta. En breve, los antropólogos de Dmanisi harán públicos los nuevos fósiles que han hallado y que arrojarán luz al misterio de la diáspora africana.
Enrique M. Copería s

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