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Los Disturbios de Reclutamiento durante la Guerra de Secesión estadounidense

Una controvertida ley de reclutamiento llevó a los neoyorquinos de clase baja a tomar la ciudad por la fuerza y volcar su ira en los ricos y los afroamericanos.

El 11 de julio de 1863, la rabia ciega y la violencia tomaron la ciudad de Nueva York como una plaga de peste irrefrenable. Poco más de un mes después de la batalla de Gettysburg y sus 30 000 muertos, en plena Guerra de Secesión, los neoyorquinos de clase baja vieron cómo el gobierno de la Unión les llamaba para que acudieran al frente mientras los ricos podían seguir haciendo su vida en sus cómodas mansiones. La chispa prendió y, de la noche a la mañana, lo hizo la ciudad entera. Habían estallado los Disturbios de Reclutamiento.

Antecedentes pre-riot

El clima de crispación y tensión en Nueva York venía acrecentándose desde antes de la campaña de reclutamiento que provocó los disturbios. La Gran Manzana era la capital económica de los Estados Unidos y la guerra civil había supuesto perder a gran parte (si no a todos) de sus clientes del sur. Además, conforme el presidente Abraham Lincoln tenía más claro su plan abolicionista, muchos políticos y medios de comunicación alertaron a los trabajadores que el fin de la esclavitud significaría la ocupación de sus puestos laborales por la población afroamericana liberada. Esta parte de los neoyorquinos, en su mayoría inmigrantes irlandeses y alemanes de clase baja que trabajaban en fábricas y en muchas ocasiones lo tenían difícil para mantener a su familia.

Tras la carnicería que supuso Gettysburg para ambos bandos, los ejércitos de la Unión se encontraban en una clarísima necesidad de nuevas tropas que sustituyeran a las perdidas y dieran un descanso a las que aún seguían vivas y luchando en el frente. Así, se promulgó una nueva ley de reclutamiento que hacía obligatorio el servicio militar para todos los ciudadanos varones de entre 20 y 35 y todos los hombres de entre 35 y 45 que no estuvieran casados. El llamamiento a filas estaba asegurado pero el momento en que se produciría se establecía a través de un sorteo aleatorio similar a una lotería (se extraían nombres o números de referencia de un gran bombo y los elegidos se incorporaban a la tropa).

A lo inconveniente que podía resultar esta situación para tantísimos jóvenes y trabajadores que no habían cogido un fusil en su vida se sumaban dos particularidades del sistema que no hicieron sino inflamar todavía más los ánimos: por un lado, una persona podía quedar exenta del servicio si pagaba 300 dólares (unos 5 800 $ actuales, una suma inmensa para la época) y, por otro, los varones afroamericanos no se veían afectados por esta ley ya que no eran considerados ciudadanos de pleno derecho.

Imagen: Wikimedia Commons.

Disturbios de ReclutamientoImagen: Wikimedia Commons.

Comienza la destrucción

El 11 de julio de 1863 tuvo lugar el primer sorteo según la nueva ley de reclutamiento y la respuesta no se hizo esperar. La propia oficina donde se había hecho el sorteo fue atacada por los asistentes al sorteo pero la cosa no pasó de ser un simple incidente controlado. El día 12 estuvo cubierto por una extraña calma que avisaba de la tormenta que estaba por llegar.

Los verdaderos disturbios comenzaron en la mañana del día 13, cuando grupos de trabajadores blancos bien organizados atacaron y asaltaron edificios gubernamentales, militares y oficinas de reclutamiento. Conforme pasaban las horas, las protestas crecían y los alborotadores se sentían más seguros al ver la pobre y poco coordinada respuesta de la policía. El siguiente paso fue asaltar comisarías y arsenales del ejército para armarse y pronto comenzaron a buscar nuevos objetivos. Su rabia entonces se dirigió hacia negocios, casas particulares, los barrios ricos de la ciudad y, especialmente, contra la población afroamericana.

Durante los disturbios de Nueva York, muchos hombres afroamericanos fueron linchados en público con una crueldad exacerbada (se les llegaba a ahorcar y rajar el vientre para que les colgaran las tripas). Los trabajadores de los muelles de la ciudad aprovecharon para atacar las sedes de los negocios que contrataban a afroamericanos y que los operarios blancos veían como una amenaza. También se buscó y agredió a aquellas personas que fueran antiabolicionistas conocidos o a las mujeres que se supiera que habían mantenido relaciones o se habían casado con hombres de color. Uno de los episodios más tensos se vivió en el Orfanato para niños de color de la Quinta Avenida, que fue asaltado y saqueado antes de que los atacantes le prendieran fuego. Por suerte, los niños no fueron agredidos y pudieron evacuar el edificio antes de que ardiera.

Llega (tarde) el orden

¿Y cómo respondieron los gobernantes de Nueva York a esta situación? Tarde y mal, para ser sinceros. Las autoridades se vieron ampliamente sobrepasadas por la magnitud de los hechos y las instituciones entraron en un debate partidista sobre cómo afrontar los disturbios. El gobernador Horacio Seymour (demócrata) se había mostrado en contra de la nueva Ley de Reclutamiento y había animado a los alborotadores en un primer momento. Por otro lado, el alcalde George Opdyke (republicano) había intentado hacerse con el control de la situación pero al verse incapaz acabó contactando con el Departamento de Guerra para solicitar el envío de tropas federales.

En la mañana del 16 de julio, más de 4000 soldados del ejército de la Unión entraron en Nueva York y se enfrentaron a las protestas, apoyados desde la bahía del Hudson por el fuego de los cañones. Ese mismo día, para antes de medianoche, la situación estaba controlada y la ciudad se preparaba para volver a la paz.

Los Disturbios de Reclutamiento de Nueva York dejaron entre 1200 y 2000 muertos y daños por valor de un millón y medio de dólares.

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