El Anacronópete, primera máquina del tiempo de la literatura
La novela de Enrique Gaspar y Rimbau fue la primera en la que se habla de una máquina del tiempo, pero el mérito le sería negado durante años.
¿Puede uno llegar a imaginarse lo que debió ser contemplar la belleza de la imperial Roma (esa cuyas ruinas nos dejan hoy en día con la boca abierta) en su máximo esplendor? ¿Quién pudiera tener la suerte de conversar apenas unos minutos con el señor Albert Einstein? El pasado es una fuente inagotable de anécdotas, personajes y momentos históricos que nos hacen desear dejarlo todo y cambiar la época en la que nos ha tocado vivir y por ello la idea de viajar en el tiempo resulta tan interesante y común en la literatura y la fantasía. Por ello dedicamos estas líneas al Anacronópete, la primera máquina del tiempo de la literatura.
Viajemos ahora hasta el siglo XIX, momento de la expansión del sistema industrial y escenario de algunos grandes inventos y avances científicos. Es en esta era de los milagros, con El moderno Prometeo de Mary Shelley, cuando se desarrolla el género de ciencia ficción, aquel que unía los avances tecnológicos y los conocimientos científicos de los autores y la sociedad con las ideas más imposibles que pueda concebir la mente. En 1887, el español Enrique Gaspar y Rimbau publica la novela El Anacronópete en la que concibe por primera vez un dispositivo capaz de viajar a través del tiempo. Estos cambios de época no eran algo nuevo pero siempre se habían relacionado con sueños, experiencias extrasensoriales, portales mágicos o simplemente pasaban sin ningún tipo de justificación. El de Gaspar y Rimbau fue el primer caso en el que se decía que el ser humano, con su ingenio, era capaz de alterar las leyes del espacio y el tiempo.

El Anacronópete
En un principio el autor planteó la historia como una zarzuela, género muy popular en la España de entonces, pero fue rechazada tantas veces que decidió adaptar la historia y convertirla en una novela. En ella seguimos las aventuras de Sindulfo García, un inventor que durante la Exposición Universal de París muestra a todo el mundo el artefacto que ha creado y que le permite viajar en el tiempo. El Anacronópete (el nombre viene del griego y podría significar algo como “volar atrás en el tiempo”) es una especie de arca de Noé voladora que viaja en el tiempo al girar en el sentido opuesto a la Tierra. El propio Sindulfo afirma que “merced a él puede uno desayunarse a las siete en París, en el siglo XIX; almorzar a las doce en Rusia con Pedro el Grande; comer a las cinco en Madrid con Miguel de Cervantes Saavedra -si tiene con qué aquel día- y, haciendo noche en el camino, desembarcar con Colón al amanecer en las playas de la virgen América”.
El autor se justifica en el uso de la electricidad (un gran avance por aquel entonces) y afirmando que lo que hace que avance el tiempo es la atmósfera, por lo que su Anacronópete está equipada con una especie de paletas que rompen las moléculas de la atmósfera y le permiten viajar al pasado. El protagonista y sus acompañantes (su ayudante Benjamín, la joven Clarita, la sirvienta, el capitán Luis, unos húsares y “algunas muchachas francesas de vida alegre”) se embarcan en una aventura que les llevará del París del XIX a la batalla de Tetuán, a la China del siglo III y hasta los tiempos del mismísimo Noé; todo ello en una interesante combinación de acción, humor satírico y crítica social.

Enrique Gaspar y Rimbau
Con todo lo que esta obra adelantó, lo lógico sería pensar que El Anacronópete se encontrará en el Olimpo de la literatura de ciencia ficción y se le reconocerán los aspectos en los que fue pionera, ¿verdad? Nada más lejos de la realidad. La novela de Enrique Gaspar y Rimbau no cosechó un gran éxito de ventas y muchos españoles, que veían en ella una majadería y una crítica a su amado país, la rechazaron. Menos de una década después, en 1895, el británico H. G. Wells publicó La máquina del tiempo, que rápidamente se convirtió en un fenómeno internacional y durante años fue considerada la primera novela en la que se hablaba de un aparato así.
No fue hasta segunda mitad del siglo XX cuando el trabajo de Enrique Gaspar y Rimbau tuvo su merecido reconocimiento e incluso las instituciones británicas le concedieron el mérito que era suyo por derecho propio. Con todo, El Anacronópete sigue siendo un título de ciencia ficción parcialmente desconocido.