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Microbios colonizan las paredes de la cueva de Altamira

A simple vista nadie diría que las pinturas polícromas que decoran las paredes de la cueva de Altamira con representaciones animales, figuras antropomorfas y dibujos abstractos están repletas de microbios. Pero lo cierto es que un equipo multidisciplinar, coordinado por el investigador del CSIC Sergio Sánchez-Moral, acaba de demostrar que hay colonias visibles e invisibles en prácticamente toda la cueva. El trabajo, que aparece esta semana en la revista Science, aporta nuevos argumentos para mantenerla cerrada al público.

A simple vista nadie diría que las pinturas paleolíticas que decoran las paredes de la cueva de Altamira con representaciones animales, figuras antropomorfas y dibujos abstractos están repletas de microbios. Pero lo cierto es que un equipo multidisciplinar, coordinado por el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Sergio Sánchez-Moral, acaba de demostrar que hay colonias visibles e invisibles en prácticamente toda la cueva. Tras catalogar la diversidad microbiana de Altamira, ubicada en Santillana del Mar (Cantabria), han llegado a la conclusión de que existe una relación directa entre el rango de oscilación térmica de cada zona de la cueva cántabra y el grado de colonización microbiana. El trabajo, que aparece esta semana en la revista Science, aporta nuevos argumentos para mantenerla cerrada al público.

Para el control del microclima de la cueva, los investigadores instalaron cinco estaciones de monitorización, además de diversos equipos autónomos de medida y una estación meteorológica exterior que incluye las variables climáticas del suelo externo. Las zonas monitorizadas con mayor detalle en el interior de la cueva fueron la Sala de Entrada, el Cruce, la Sala de los Polícromos, la Sala de los Muros, la Sala de la Hoya y la Sala del Pozo.

"La presencia del ser humano en la cueva se traduce en un incremento de las partículas en suspensión, la oscilación de la temperatura, la humedad y la concentración de CO2, así como en cambios en el régimen de circulación del aire en el interior", destaca. Sánchez-Moral. El desplazamiento del aire se produce a lo largo de toda la cueva y la presencia del hombre favorece el progreso de la masa de aire con micropartículas de agua hacia el interior (agua, polvo, bacterias y esporas de hongos) y, con ello, el desarrollo de los fenómenos de condensación sobre la roca y la dispersión de los microorganismos hacia el interior.

El incremento de la temperatura del aire en la Sala de Polícromos y especialmente el fuerte ascenso térmico provocado en su techo por la entrada y permanencia de visitantes, disminuye su densidad, favoreciendo la movilización del aire del interior de la Sala y su mezcla con el procedente de los corredores próximos donde la colonización microbiana es muy intensa.

"En las zonas accesibles de la cueva de Altamira todos los nichos ecológicos presentan microorganismos. Los sustratos rocosos y sedimentos están colonizados por bacterias que tienden a aumentar su área de ocupación y defienden su hábitat frente a la llegada de nuevas poblaciones microbianas", ha destacado Saiz-Jiménez.

No obstante, la buena noticia es que las medidas llevadas a cabo hasta ahora para controlar el avance de los microbios han surtido efecto. En 2002 el equipo de investigación identificó unas manchas verdes en la zona de la Sala de Polícromos que corresponden a microorganismos fotótrofos, similares a las que aparecieron en la cueva francesa de Lascaux. Estos microorganismos, que emplean la luz como fuente de energía, persisten a día de hoy, aunque en zonas muy reducidas, ya que resisten mucho tiempo a pesar de no recibir luz directa. "La suspensión de la iluminación artificial de los últimos años ha favorecido la disminución de los microorganismos fotótrofos y, por tanto, se observan menos manchas verdes en la sala de Policromos, pero aún quedan restos como formas resistentes", destacan los investigadores.

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