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La vida de la Marina española en los siglos XVI y XVII

Hacemos un repaso por las condiciones de vida e higiene de los marineros españoles en las largas travesías hacia las colonias americanas durante los siglos XVI y XVII.

El paso a la Edad Moderna estuvo marcado por el descubrimiento de un nuevo continente ignorado hasta el momento. Este elemento que hizo su irrupción en los mapas de la época supuso un cambio radical en la exploración, el comercio y la economía de las naciones europeas. En el caso de España, que fue la que abrió las puertas a ese Nuevo Mundo que surgía en el horizonte, el descubrimiento de América y las riquezas que allí encontraron marcaron su progreso durante los siglos XVI y XVII. Por lo tanto, resulta comprensible que la navegación alcanzase un peso inédito en el país ibérico.

Las rutas establecidas por los españoles para cruzar el Atlántico en sentido transversal eran establecidas por la Carrera de Indias, creada en 1492 y establecida y fiscalizada definitivamente en 1561. Esta institución era responsable no solo de organizar y administrar las expediciones que se realizaban entre España y los territorios conquistados, sino que regía todos los aspectos de la vida marinera; tal y como recoge Fernanda Molina, miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en su texto La sodomía a bordo. Sexualidad y poder en la Carrera de las Indias (siglos XVI-XVII).

Las flotas que realizaban los viajes estaban compuestas por un número muy variable de navíos pero contaban con dos figuras fijas: la nao capitana, que abría la travesía y a la que las demás obedecían, y la nao almiranta, que actuaba como una especie e segundo al mando y cerraba el viaje. Mientras que los cargos del capitán general y el almirante eran elegidos por el rey siguiendo las propuestas del Consejo de Indias, el resto de naves contaban con otros cargos intermediarios que mandaban en cada barco y seguían las órdenes de estas dos figuras.

Igual que pasaba en las naves, las tripulaciones también presentaban una clara estructura jerarquizada. Empezando desde arriba tendríamos a los oficiales de más alto rango (capitán general y almirante) seguidos de pilotos (con experiencia y conocimientos en matemática, astrología), maestres y contramaestres (vigilaban el cumplimiento de la disciplina interna entre los marineros) y los despenseros (controlaban y administraban los víveres para el viaje). Por debajo estarían, también en orden descendente, los marineros, los grumetes y los pajes. Como era tan habitual en la época, los altos cargos estaban ocupados por miembros de la nobleza o gente adinerada y los puestos bajos por miembros de las clases sociales más bajas.

Si ahora nos centramos en las condiciones del viaje, hay que ponerse en situación pensando que la travesía duraba de media entre 70 y 80 días. La higiene en el barco estaba condicionada a la abundante presencia de piojos y ratas y prácticas tan insalubres como vomitar en cubierta debido a los mareos y enfermedades o el defecar en un punto concreto de la proa no hacían que las cosas mejorasen. El principal alimento era un bizcocho de harina de trigo que se horneaba dos veces para que se conservase mejor (aunque ningún alimento aguantaba en buenas condiciones durante tanto tiempo).

A estas condiciones hay que sumar el poco espacio del que se disponía en el barco, por lo que se solían distribuir todos los camastros juntos sobre cubierta (el llamado rancho) para que la tripulación durmiera en un mismo lugar. En este contexto, las relaciones homosexuales y sodomías entre los ocupantes del barco eran muy comunes, especialmente aquellas que se daban entre altos cargos que forzaban a sus subalternos.

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