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Armas de la historia: la espada ropera

Esta elegante espada de hoja fina y recta surgió en España y su uso se popularizó entre los siglos XV y XVIII.

A lo largo de la historia han sido muchos los avances tecnológicos que han provocado profundos cambios en la sociedad de su tiempo y, siendo algo muy habitual, no solo en el campo o la disciplina en la que surgieron. Los últimos momentos de la Baja Edad Media (siglo XV) y primeros años de la Edad Moderna trajeron una sucesión de descubrimientos y de nuevo saber científico que revolucionaron, entre otras cosas, el arte de la guerra y las herramientas que se utilizaban. Armas y armaduras se vieron afectadas por la cada vez mayor presencia de la pólvora y las armas de fuego.

La Edad Moderna fue un punto de inflexión desde un punto de vista estratégico-militar ya que fue entonces cuando se abandonó el planteamiento bélico existente hasta entonces y se establecieron los primeros bosquejos de lo que sería el estilo de combate de los siglos posteriores. Las armas de artillería como cañones o arcabuces causaban grandes daños y las armaduras tuvieron que reimaginarse para proteger los puntos más sensibles del cuerpo humano sin por ello suponer una carga excesiva (se reforzaban algunas piezas como la coraza y se aligeraban otras). Además, es en estos momentos cuando una nobleza soberbia y con grandes poderes que empieza a reunirse en torno a ciudades y cortes reales, desarrolla un exacerbado sentido del honor que hizo muy comunes los duelos y revanchas.

Así, con esta situación como telón de fondo, surge en España la llamada espada ropera. Se trata de un arma blanca cuya hoja se va estrechando y alargando (pensada para ataques punzantes y no cortantes), su mango se adapta al manejo de una mano y se le incorpora una guarda muy trabajada que protege la mano del espadachín con piezas metálicas en forma de cazoleta, conchas o lazo. Se la denomina espada “ropera” debido a que las portaban los nobles cuando iban vestidos de civiles y fuera del campo de batalla, como un complemento más de su ropa. Al ser armas más ligeras, manejables y discretas, las roperas eran el objeto ideal para resolver una afrenta al honor o para defenderse de un posible ataque sorpresa. Al ser un arma de una mano, muchos espadachines blandían una daga, estilete u hoja corta en la otra mano.

Dado que este tipo de espadas requería un trabajo de armería experto, las roperas eran armas muy caras que, en un primer momento, fueron un símbolo de distinción y exclusivas de la realeza y la alta nobleza pero que acabaron por extenderse a las clases altas (militares de carrera, intelectuales…). Su nombre se tradujo como rapière en Francia y como rapier en Inglaterra y fue la espada más vista en la Edad Moderna. Es común encontrarla en manos de los soldados españoles en el Nuevo Mundo, los tercios de Flandes o en manos de personajes literarios como Cyrano de Bergerac o de los mosqueteros Athos, Porthos y Aramis.

Su popularización y el hecho de que los duelos se convirtieran en una práctica tan habitual (hasta el punto de que, tras el Concilio de Trento, la Iglesia amenazó con excomulgar a aquellos que siguieran enfrentándose) hicieron que surgiera una nueva disciplina de esgrima que se adaptaba a una espada menos pesada e ideada para golpes punzantes y que es el origen de la esgrima deportiva actual.

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