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Se aprueba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano toma como derechos básicos la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.

El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente, que se había reunido con el compromiso de dotar a Francia de una constitución, aprobó el último artículo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Este documento, icónico y clave en el desarrollo de la Revolución Francesa, tiene su origen en los Estados Generales de 1789 convocados por Luis XVI. Durante esta congregación organizada para promover reformas fiscales que ayudasen a Francia a salir de la crisis en la que estaba, los miembros del Tercer Estado (la burguesía) vieron cómo el monarca absolutista ignoraba sus reclamaciones aun cuando contaban con el doble de representantes que la nobleza y el clero y eran ellos quienes sostenían la economía del país. Así las cosas, los miembros del Tercer Estado proclamaron la Asamblea Nacional y, tras ser esta clausurada por Luis XVI, se encerraron en una sala donde se practicaba un juego de pelota y juraron no abandonar el lugar hasta haber proveído a Francia de una constitución.

El 9 de julio, al tiempo que aquella improvisada organización tomaba el nombre de Asamblea Nacional Constituyente, se propuso comenzar la labor de crear una carta magna redactando una especie de preámbulo en el que se estableciesen todos los derechos que la constitución debía defender y respetar. El proceso fue el siguiente: se presentaron proyectos de declaraciones de derechos individuales (hasta 21 propuestas distintas) que eran votadas y, una vez elegida la más conveniente para actuar como texto base, se realizaba una segunda votación en la que se valoraba la declaración artículo por artículo hasta que la asamblea estuviera conforme. De los 24 artículos que componían el modelo original, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se vio reducida a 17 y el último se aprobó el día 26 de agosto.

La declaración, promulgada a principios de noviembre de ese mismo año, se basaba en los principios de la Ilustración para desmontar la sociedad clasista y autoritaria del Antiguo Régimen y proponer un modelo más igualitario basado en la defensa de valores y derechos como la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. En ella se hace especial hincapié en la igualdad de todos los sujetos en cuanto y a derechos y ante la ley, un factor imprescindible si lo que se quería era acabar con las diferencias de los estamentos feudales. También se destaca el artículo 3, en el que se afirma que “el principio de esta soberanía reside esencialmente en la Nación”.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano sirvió de prefacio para la Constitución de 1791 pero, curiosamente, aunque habla promueve la igualdad como valor primordial solo se refiere a la igualdad y los derechos de los hombres. El primer documento de esta clase en el que se menciona a las mujeres fue redactado por Olympe de Gouges en 1791 (la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana).

1990 Tiene lugar la Matanza de Puerto Hurraco

El 26 de agosto de 1990 tuvo lugar en Puerto Hurraco, una pequeña localidad de Badajoz, uno de los hechos más atroces y retorcidos de la España negra: una masacre promovida por el odio y la venganza ciega que acabó con nueve muertos.

Los protagonistas de esta historia son los Izquierdo y los Cabanillas, dos familias que se encontraron en Puerto Hurraco (unos eran de la zona y estuvieron en el pueblo desde su aparición y otros volvieron de Cuba y se asentaron allí). Los primeros choques fueron de nombre, empujados por un recelo irracional hacia otra familia a la que consideraban su rival dentro de un mundo cerrado como era el de aquel pueblo aislado. Ambas familias tuvieron sus choques, navajazos y apaleamientos al igual que romances y matrimonios que difuminaban la línea de unos y otros pero nada importante hasta los años 50. En esa década, ambas familias poseían unos terrenos que colindaban pero que no estaban separados por vallas ni cercas y la invasión de uno sobre el otro o del otro sobre uno llevó a la primera disputa importante.

En 1961, Amadeo Cabanillas discute con Jerónimo y Luciana Izquierdo por una pelea que habían tenido sus hermanos. Luciana acaba herida tras ser empujada por Amadeo, con quien se supone que tuvo una relación en su juventud, y la respuesta de Jerónimo es ir a buscar al Cabanillas y matarlo de una cuchillada. En 1984, la casa de los Izquierdo arde y en el incendio muere Isabel, madre de Jerónimo, Antonio, Emilio, Luciana y Ángela. Los Izquierdo, por supuesto, acusan a Antonio Cabanillas (hermano del fallecido Amadeo) de haber provocado el incendio y al pueblo de no haberlo impedido. Tras un nuevo apuñalamiento del que Antonio salió vivo, los hermanos Izquierdo son expulsados del pueblo y se refugian en Monterrubio de la Serena.

Aquella trágica mañana de agosto de 1990, los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo cogen sus escopetas automáticas y dicen marcharse a cazar tórtolas. Sin embargo, su coche se dirige hasta Puerto Hurraco, donde lo aparcan en un callejón para no ser vistos y esperan junto a una de las casas de los Cabanillas con las armas cargadas. Las primeras víctimas son Antonia y Encarnación, dos niñas de catorce y trece años, y desde ese momento los hermanos pierden el control y comienzan a disparar contra todo aquel que esté a tiro, sea o no Cabanillas. Los hermanos Izquierdo vaciaron tres cargadores en total, utilizando munición pesada fabricada para ser capaz de atravesar la dura piel de los jabalíes, y dejaron un total de nueve muertos y más de una decena de heridos. La Guardia Civil les detuvo nueve horas después cuando intentaban esconderse en el monte.

Luciana y Ángela, las hermanas Izquierdo, estuvieron desaparecidas durante cuatro días lo que hizo sospechar a muchos que sabían las intenciones de sus hermanos e incluso que habían sido las instigadoras. Fueron encontradas en un expreso que iba de Madrid a Badajoz y afirmaron que habían viajado hasta la capital para intentar hablar con Felipe González, presidente del gobierno por aquel entonces, para contarle su tormento y pedirle ayuda. El juicio de los Izquierdo fue muy mediático y estuvo enturbiado por la brutalidad de los hechos y los clamores de nuevas venganzas procedentes de las víctimas y de sus familiares. Las hermanas Izquierdo fueron absueltas al no poder probar su implicación pero acabaron encerradas en una institución psiquiátrica en Mérida y los hermanos (los ejecutores) fueron condenados a un total de 684 años de prisión. Emilio murió en 2006 en la cárcel de Badajoz y Antonio se ahorcó en su celda en 2010.

Este suceso conmocionó no solo a Puerto Hurraco y a la región sino a toda España, un país que acababa de empezar la década siendo parte de Europa y que creía estar más cerca de esa imagen de modernidad tan deseada que de la España profunda y rencorosa que se dejaba cegar por el odio y la venganza y arreglaba sus problemas con navaja y plomo. La España que Goya pintó tan bien en su Duelo a garrotazos.

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