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Historia y curiosidades del Congreso de los Diputados

El edificio en el que se desarrolla la vida política española fue inaugurado en 1850 bajo el reinado de Isabel II.

Muy cerca de la Puerta del Sol, en pleno corazón de Madrid, se encuentra un edificio tan conocido por turistas como por la población local y nacional. Con su imponente fachada blanca de estilo neoclásico, obra del arquitecto Narciso Pascual y Colomer, el Congreso de los Diputados es uno de los lugares más representativos de España, tanto por su importancia política al ser sede de la soberanía nacional como por la historia y curiosidades que hacen único al edificio.

Su construcción se inició en el año 1843, promovida por la entonces reina Isabel II de Borbón, se concluiría en 1850 y ocuparía el lugar donde se había encontrado el Convento del Espíritu Santo. Anteriormente, el Congreso de los Diputados había tenido su sede en Cádiz, lugar donde se redactó la primera constitución del país, y más tarde fue trasladada al Teatro Real de Madrid. El edificio original, en el que se encontraba el hemiciclo donde tienen lugar los debates y votaciones de los diputados, tenía una extensión de 13.000 metros cuadrados que se incrementaría hasta los 73.000 metros cuadrados tras las tres ampliaciones que vivió.

En el Congreso de los Diputados existen dos puntos clave que atraen todas las miradas y que se han convertido en auténticos iconos del lugar. El primero de ellos corresponde a los dos leones que guardan las puertas del edificio, forjados en bronce con los cañones fundidos de la guerra en África y representando a un macho y una hembra a pesar de que ambos lucen melena. Los leones fueron bautizados como Daoiz y Velarde, dos militares que encabezaron el levantamiento del 2 de mayo de 1808 y murieron defendiendo el Cuartel de Artillería de Monteleón. Las dos fieras que conocemos actualmente fueron creadas en 1865 como solución a dos versiones previas que no convencieron.

El otro lugar que todo visitante y curioso quiere conocer es el hemiciclo y, especialmente, los agujeros de bala que los guardias civiles insurrectos dejaron en su techo durante el intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981 y el estrado desde el que Antonio Tejero proclamó su archiconocido “¡Quieto todo el mundo!”. La sesión que debería haber investido como presidente a Calvo Sotelo pareció tambalear los avances que se habían conseguido para instaurar un sistema democrático en España y paralizó temporalmente al país entero.

Tanto por lo que allí se decide como por las muchas anécdotas y secretos que ocultan sus paredes, la importancia del Congreso de los Diputados lo convierte en uno de los edificios más míticos de España.

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