Tienen lugar la Batalla de Bailén, la primera gran derrota de Napoleón
La Batalla de Bailén fue la primera gran derrota que sufrían los ejércitos napoleónicos y animó a los españoles a continuar la lucha contra el invasor.
El 19 de julio de 1808 los ejércitos de Andalucía, improvisados y formados en su mayoría por milicianos y voluntarios sin demasiada experiencia, lograron imponerse a las tropas napoleónicas del general Dupont. Fue la primera gran victoria de los españoles en la Guerra de la Independencia y la primera derrota que los franceses sufrían en campo abierto.
Desde la sublevación popular acaecida en Madrid el 2 y 3 de mayo de 1808, el país era un hervidero de luchas a cuchillo y cañonazo limpio. Los españoles, con un ejército limitado en número y recursos, luchaban con lo que podían por defender cada palmo de tierra contra el invasor y los franceses intentaban someter todos y cada uno de los focos que se extendían por España, comprendiendo que las revueltas habían dejado de ser hechos aislados. En estos meses se formaron las primeras juntas locales, organizaciones que buscaban organizar las acciones políticas y militares de las distintas regiones.
Para julio de ese año, las fuerzas de Napoleón habían conseguido imponerse en el norte y el centro de la península, por lo que encargó al general Pierre Dupont de l'Etang que tomara el sur. Para hacer frente a los 34 000 soldados franceses que avanzaban hacia Córdoba para conquistarla, las juntas de Sevilla y Granada promovieron el reclutamiento de dos fuerzas armadas que se unirían y plantarían cara al invasor (unos 30 000 hombres pero en su mayoría milicianos sin experiencia). Una serie de extraños movimientos hizo que ambas fuerzas se encontraran en las proximidades de la localidad de Bailén en la madrugada del día 19 de julio con informaciones erróneas sobre las fuerzas a las que se iban a enfrentar.
El enfrentamiento comenzó alrededor de las 3 de la madrugada, acompañado por el caos que la absoluta oscuridad propiciaba. Los españoles dirigidos por Reding formaron en arco y se lanzaron contra los franceses en pequeñas escaramuzas por dominar el terreno ventajoso, destacándose la toma del cerro Haza Walona. Dupont ordena a sus tropas cargar una y otra vez esperando abrir una brecha en la línea española pero los defensores, enardecidos por la lucha y la defensa de su tierra, se mantienen firmes y consiguen resistir a la poderosa infantería francesa. El general galo debe recurrir a su caballería para causar daños graves en las fuerzas españolas pero incluso así el resultado es menor de lo esperado. El día avanza y el calor se hace insoportable para ambos bandos pero sobre todo para los franceses, ya que los españoles son socorridos por las mujeres de Bailén que les llevan tinajas y cubos a la batalla.
Viendo que la situación se volvía en su contra y que los refuerzos de Castaños podían llegar en cualquier momento, Dupont ordena lanzar una última ofensiva que él mismo encabezará y en la que participarán los marinos de la Guardia Imperial, las tropas de élite del francés. La carga de los 3300 soldados era un ataque a la desesperada que podría haber dado la vuelta a las tornas de la batalla, pero no fue así. Los españoles resistieron como llevaban haciendo todo el día y la derrota de Dupont, que resultó herido, fue clara. El experimentado general francés había sido vencido por un ejército de voluntarios al que días antes había despreciado.
Las consecuencias de la victoria en Bailén fueron muchas y variadas. Fue la primera vez que las tropas napoleónicas eran derrotadas en campo abierto después de haber conquistado media Europa y eso sirvió como símbolo y como un rayo de esperanza por el que los españoles creyeron que podrían ganar la guerra y pasaron a la ofensiva. También mantuvo el sur lejos de las manos de Napoleón y abrió el camino hacia Madrid, hasta el punto de que José I Bonaparte tuvo que dejar la ciudad y ponerse a salvo en el norte. El pequeño corso, irritado y ofendido por la derrota que su poderosísimo ejército había sufrido, tomó cartas en el asunto y marchó personalmente hacia España a la cabeza de su Grande Armée.
1870 Comienza la Guerra franco-prusiana
El 19 de julio de 1870 la Francia de Napoleón III declaró la guerra a Prusia, entonces encabezada por el káiser Guillermo I y su leal canciller Otto von Bismark.
Las tensiones entre ambos países se extendían desde las primeras décadas del siglo XIX, cuando Prusia decidió sumarse a las potencias colonialistas y extender sus territorios por Europa, derrotando a Austria en 1815 y haciendo que la idea de la unificación alemana fuese muy plausible. Esto disgustó enormemente a Francia, que veía cómo un nuevo rival podía entorpecer sus planes en el continente y romper el equilibrio de poderes que ya existía con las demás potencias. Si bien la guerra entre ambos países parecía muy cercana, prefirieron esperar mientras Francia modernizaba su ejército y Prusia hacía que arraigase entre la población la idea del nacionalismo alemán.
Curiosamente, el desencadenante de la guerra provino, de manera indirecta, de España. El país ibérico estaba buscando un nuevo rey tras haber derrocado a Isabel II de Borbón y uno de los favoritos para el puesto era Leopoldo de Prusia, lo que habría otorgado al país centroeuropeo en una situación excepcional. Francia envió un embajador a Bad Ems, donde veraneaba Guillermo I, para asegurarse de que Leopoldo no llegaría al trono de España. Tras la reunión entre Guillermo I y el embajador francés se envió un telegrama a Bismark por el que se comunicaba que el káiser había rechazado la petición gala pero el canciller lo hizo público tergiversando el mensaje y dejando en ridículo al embajador francés. Ante lo que fue considerado como una afrenta gravísima, Napoleón III declaró la guerra a Prusia.
1908 Nace la periodista Josefina Carabias
El 19 de julio de 1908 nació en Arenas de San Pedro (Ávila) quien sería una de las mujeres periodistas más destacadas del siglo XX en España, Josefina Carabias.
Nacida en una familia de terratenientes, se preparó el bachillerato por su cuenta y cursó estudios de Derecho en Madrid, alojándose en la Residencia Internacional de Señoritas de María de Maeztu y graduándose en 1930. Ese mismo año dio sus primeros pasos en el mundo del periodismo entrevistando a Victoria Kent para la revista Estampa, de la que un primo suyo era director. Su talento destacó enseguida y Josefina consiguió un puesto como redactora, trabajando para varias publicaciones durante los años de la Segunda República. Al estallar la Guerra Civil se exilió en Francia pero vuelve en 1943, ya bajo la dictadura franquista. En esta segunda etapa sigue trabajando como periodista y escribiendo libros bajo pseudónimo. En 1948 se une al equipo del diario Informaciones redactando crónicas y se gana un hueco en el ámbito deportivo. Su perseverancia le valieron el poder trabajar en un mundo mayoritariamente masculino y ganarse numerosos reconocimientos a lo largo de su carrera. Pasó años siendo corresponsal en Washington y París.
Josefina Carabias falleció en 1980 por un fallo cardiaco. Estaba a punto de publicar su libro Los que le llamábamos Don Manuel, sobre el histórico presidente de la Segunda República Manuel Azaña.