Cervantes, el hombre que "hablaba difícil"
El madrileño César Brandariz acaba de publicar "El hombre que 'hablaba difícil'" (Ézaro Ediciones), una obra que llega a conclusiones inéditas sobre el precursor de la novela moderna, uno de los autores más reconocidos de la literatura universal. La obra presenta, además, un sorprendente hallazgo: el manuscrito de la Égloga de Virgine Deipara, que coteja caligráficamente con los de Cervantes.
Tras el éxito reconocido del libro "Cervantes Decodificado" (Editorial Martínez Roca, Planeta, Madrid, 2005), el madrileño César Brandariz publica El hombre que 'hablaba difícil' (Ézaro Ediciones), una obra que llega a conclusiones inéditas sobre el precursor de la novela moderna, uno de los autores más reconocidos de la literatura universal. La obra presenta, además, un sorprendente hallazgo: el manuscrito de la Égloga de Virgine Deipara, que coteja caligráficamente con los de Cervantes.
Tras revisar la documentación existente y, por supuesto, El Quijote, César Brandariz busca más perspectivas y enfoques. Por un lado, hace un análisis detallado de la auténtica lengua de Miguel de Cervantes Saavedra, semioculta en las "adaptaciones" del siglo XIX, y recuperada, en parte, gracias a la digitalización, cuya peculiar fonética, morfología y sintaxis ilustra su auténtica procedencia. Por otro lado, sitúa las costumbres mencionadas en la obra de Cervantes, los instrumentos musicales que aparecen y los apellidos citados. Analiza también la concordancia entre flora y orografía, referencias geográficas e itinerarios de El Quijote, cotejándolos con los de La Mancha y con las rutas de la arriería, lencería, trashumancia y peregrinaje a Compostela. Por ejemplo, cuenta que aunque un estereotipo de La Mancha son los molinos de viento, "el primer molino de viento se instaló en La Mancha por necesidad del ejército en el año 1575, para paliar una enorme sequía, mientras que en el noroeste español ya existían los molinos de viento desde hacía dos siglos".
A partir de estos y otros datos, el autor llega a la conclusión de que el autor nace en en la "aldea Cervantes" de las Montañas de León de Sanabria, y no en Alcalá de Henares. Así como que la mayor parte de los episodios de Don Quijote transcurren, con nombres cambiados, entre Sanabria y Benavente, y no en La Mancha, de la que sólo usa topónimos que le sirven para su juego. De acuerdo con el autor, en estas zonas "se habían asentado, protegidos por los nobles gallegos y por el conde de Benavente, que entonces se consideraba noble gallego, una serie de familias descendientes de conversos, a las que en esa época, en la que la limpieza de sangre estaba institucionalizada, se consideraba "manchados"". Así, en la frase inicial de El Quijote ("En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..."), el autor considera que se juega con el doble significado de mancha como estigma social congénito, porque se nace y muere con él, y del que "Cervantes no quiere acordarse".
Los rasgos lingüísticos de Cervantes también podrían corroborar su procedencia. "La colocación de los sufijos, la construcción de los verbos, el hipérbaton, los anacolutos cervantinos, son absolutamente peculiares del dialecto leonés influido por el gallego-portugués", afirma Brandariz.
Tras revisar la documentación existente y, por supuesto, El Quijote, César Brandariz busca más perspectivas y enfoques. Por un lado, hace un análisis detallado de la auténtica lengua de Miguel de Cervantes Saavedra, semioculta en las "adaptaciones" del siglo XIX, y recuperada, en parte, gracias a la digitalización, cuya peculiar fonética, morfología y sintaxis ilustra su auténtica procedencia. Por otro lado, sitúa las costumbres mencionadas en la obra de Cervantes, los instrumentos musicales que aparecen y los apellidos citados. Analiza también la concordancia entre flora y orografía, referencias geográficas e itinerarios de El Quijote, cotejándolos con los de La Mancha y con las rutas de la arriería, lencería, trashumancia y peregrinaje a Compostela. Por ejemplo, cuenta que aunque un estereotipo de La Mancha son los molinos de viento, "el primer molino de viento se instaló en La Mancha por necesidad del ejército en el año 1575, para paliar una enorme sequía, mientras que en el noroeste español ya existían los molinos de viento desde hacía dos siglos".
A partir de estos y otros datos, el autor llega a la conclusión de que el autor nace en en la "aldea Cervantes" de las Montañas de León de Sanabria, y no en Alcalá de Henares. Así como que la mayor parte de los episodios de Don Quijote transcurren, con nombres cambiados, entre Sanabria y Benavente, y no en La Mancha, de la que sólo usa topónimos que le sirven para su juego. De acuerdo con el autor, en estas zonas "se habían asentado, protegidos por los nobles gallegos y por el conde de Benavente, que entonces se consideraba noble gallego, una serie de familias descendientes de conversos, a las que en esa época, en la que la limpieza de sangre estaba institucionalizada, se consideraba "manchados"". Así, en la frase inicial de El Quijote ("En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..."), el autor considera que se juega con el doble significado de mancha como estigma social congénito, porque se nace y muere con él, y del que "Cervantes no quiere acordarse".
Los rasgos lingüísticos de Cervantes también podrían corroborar su procedencia. "La colocación de los sufijos, la construcción de los verbos, el hipérbaton, los anacolutos cervantinos, son absolutamente peculiares del dialecto leonés influido por el gallego-portugués", afirma Brandariz.
El hombre que hablaba difícil
La expresión del hombre que "hablaba difícil" la usan, refiriéndose a Cervantes, los amigos de Lope de Vega. Según Brandariz, probablemente se debía a que Cervantes utilizaba la cedilla tanto con la "c" como con la "z", y cerraba la vocal átona "o" en "u" algo típico del dialecto leonés-sanabrés y de zonas del gallego. "Los madrileños de cierta edad todavía recuerdan esta característica de los antiguos serenos de Madrid, gallegos o asturianos en su mayoría", afirma el autor. Además, usaba la sibilante sonora "ss". Y sólo usaba la "X" con el sonido de xacobeo o enxebre, nunca la "j", "y jamás escribió Quijote, sino Quixote algo que se respetó durante dos siglos y que habría que volver a enmendar?, sugiere Brandariz. Tenía una voz profunda y ronca, "de cuervo" según cuenta el propio Cervantes en El Viaje del Parnaso.
Y por si fuera poco, también era tartamudo, aunque no sabemos en qué grado. "No sería extraño por tanto que esta habla resultara extraña y difícil para cualquier castellano de la Meseta", concluye el escritor.