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Cristina de Pizán, feminista en la Edad Media

Hija de nobles italianos, la muerte de su padre y marido la pusieron a cargo de cinco personas a quienes mantuvo con sus textos y poesías.

Cristina de Pizán es uno de esos extraños casos de mujeres que pudieron destacar dentro del estricto mundo de hombres de la Edad Media. Las circunstancias excepcionales de su infancia permitieron que recibiera una educación nada común para la época ni para las mujeres. A pesar de las presiones sociales y las rígidas normas morales que pretendían relegarla a un segundo plano, el talento y brillantez de Cristina de Pizán la convirtieron en una exitosa escritora y le permitieron vivir libre y a su manera durante toda su vida.

Nacida en Venecia, su familia se trasladó a Francia cuando solo tenía cuatro años ya que Carlos V (el Prudente) había solicitado los servicios como astrólogo de su padre, Tomás Pizán. Se instalaron en el Palacio del Louvre y la joven Cristina recibió la mejor de las educaciones, teniendo acceso a la recientemente creada Biblioteca Real y siendo animada por su familia a desarrollar su faceta creativa y literaria. Cristina de Pizán fue prometida con Étienne Castel, secretario del rey, por quien sentía un profundo y sincero amor.

Sin embargo, su vida cambió tras la muerte de su padre y de su marido. Cristina perdió casi todas sus posesiones y tuvo que responsabilizarse de sus tres hijos, una sobrina y de su madre viuda. Ante esta situación, decidió reunir todos los poemas que había escrito a lo largo de los años y publicarlos bajo el título Cien Baladas. Cristina de Pizán cosechó un éxito enorme entre las clases nobles tanto de Francia como de Inglaterra (algo curioso teniendo en cuenta que ambos países estaban en guerra) y sus libros le valieron un sustento económico más que suficiente y la oportunidad de volver a las grandes cortes del momento.

No conforme con esta situación la que es considerada como la primera escritora profesional de la historia utilizó sus textos, que eran encuadernados por los mejores artesanos de París, para tratar temas que estaban vetados o resultaban escandalosos en la Edad Media. Su novela La ciudad de las damas es una firme denuncia de la situación que vivían las mujeres en la época y una crítica a la misoginia de autores como Jean de Meung. A sus ideas feministas, que siglos después serían reconocidas por Simone de Beauvoir, se le sumaba un empeño en reconciliar a franceses e ingleses para poner fin a la Guerra de los Cien Años.

Cristina de Pizán pasó sus últimos días en un convento donde también había ingresado su hija y dedicó algunos de sus textos más tardíos a Juana de Arco, la dama de Orleans.

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