Adolf Hitler, de espía a militante del nacionalismo alemán
El 12 de septiembre de 1919, el futuro líder nazi asistió como informante a un mitin del Partido Obrero Alemán que cambió su vida... y el destino del mundo.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial en 1918, Hitler era un cabo de 29 años ya fuertemente fanatizado en contra del comunismo y los judíos, al que la experiencia vivida en el frente había radicalizado más si cabe. Pero por otra parte, una vez licenciado, se dio cuenta de que no contaba con dinero, amigos ni familiares con conexiones, como tampoco con experiencia política o estudios universitarios, por lo que decidió que lo mejor sería continuar ligado al ejército, algo un tanto complicado en plena desmovilización y bajo el clima de agitación revolucionaria en que había nacido la República de Weimar. No obstante, se las arregló quién sabe cómo –según Ernst Röhm (que sería primero su amigo, luego su rival en el nazismo y finalmente su víctima en la purga de la Noche de los Cuchillos Largos), con un oportunista respaldo al gobierno socialista– para ser readmitido en su unidad. Y cuando el gobierno prosoviético de Baviera fue derrocado por los militares, a Adolf Hitler se le encargó la misión que estaba esperando sin saberlo y que le dio la oportunidad de implicarse en política por primera vez.
Su primera labor consistió en investigar a los miembros de su unidad que habían colaborado con el gobierno socialista anterior. El trabajo que hizo fue bien considerado por sus superiores, quienes lo emplearon entonces a tiempo completo asignándolo al Departamento de Asuntos de Prensa del Ejército. De esta manera, se convirtió en un espía militar y empezó a investigar a los muchos grupos socialistas que estaban naciendo en toda Alemania. Así, a principios de junio de 1919, Hitler ya aparece listado como V-Mann (Verbindungsmann, término alemán para un espía de la policía) del Comando de Inteligencia (Aufklärungskommando) del Ejército. En calidad de tal, en septiembre de ese año se le ordenó que se informara sobre una pequeña y nueva formación política denominada DAP (Partido Obrero Alemán). Aunque su ideario declarado era nacionalista, los superiores de Hitler sospechaban que detrás de la peligrosa palabra "obrero" podía esconderse un partido socialista o comunista de corte revolucionario.
Fue así como, el 12 de septiembre de 1919, Hitler asistió por primera vez a un mitin del DAP celebrado en la cervecería Sterneckerbräu de Múnich. Cuando en el debate final uno de los presentes se enfrentó al orador principal, Gottfried Feder, y comenzó a defender el separatismo bávaro, Hitler replicó con un discurso de tal intensidad que llamó la atención de Anton Drexler, líder del joven partido, que le regaló un ejemplar de su obra Mi despertar político y lo animó a volver y unirse a ellos. Dicho y hecho: ese mismo mes ingresó en el partido y, pocas semanas después, el 16 de octubre, pronunció su primer discurso público en un acto al que asistieron 111 personas, entre las que se encontraba Röhm, que poco después se uniría también al partido. Finalmente, el 1 de abril de 1920, el DAP pasó a llamarse NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán); ese mismo día, Hitler abandonó el ejército, y un año más tarde sería elegido líder del NSDAP, popularmente conocido como Partido Nazi. El resto es historia.