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Explorando lo desconocido: los viajes de Cristóbal Colón (1492-1504)

El descubrimiento del Nuevo Mundo supuso una revolución económica y política para los reinos de Castilla y Aragón y el encumbramiento de Cristóbal Colón como un marino genial, si bien pronto se verían sus carencias como gobernante de La Española.

Casi cuatro décadas antes de la llegada de Colón a América, en 1453, la toma de Constantinopla por los otomanos provocó el cierre de la Ruta de la Seda a través de la cual llegaban las especias orientales a Europa. Mientras la oferta de este preciado producto disminuía, la demanda aumentó en el Viejo Continente, lo que disparó su precio en el mercado. Aquella carencia comenzó a solventarse en el año 1488 cuando el navegante portugués Bartolomé Díaz rodeó el Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), abriendo una nueva vía marítima hacia Oriente y las especias a través del océano Índico. Sin embargo, el viaje era muy largo y peligroso. Dadas las dificultades, los portugueses se preguntaron si sería posible llegar a Oriente a través del Atlántico. En esa tesitura, en 1483, el navegante genovés Cristóbal Colón viajó a Lisboa para proponer a la Corte portuguesa una expedición a la isla de Cipango (Japón) navegando hacia el oeste y dejando atrás las islas Azores. El rey Juan II remitió la propuesta de Colón a los integrantes de la Junta de Matemáticos, quienes rechazaron el plan del genovés al considerar que sus cálculos eran erróneos. Pese al dictamen negativo de sus científicos, el monarca portugués consultó a Paolo Toscanelli si era posible viajar a la India atravesando el Atlántico.
Imagen: Wikimedia Commons.

Cristóbal Colón visita a los Reyes CatólicosImagen: Wikimedia Commons.

De Portugal a España

El astrónomo y matemático florentino hizo llegar un mapa a Lisboa en el que se veía tierra más allá de las Azores. Toscanelli creía que Japón estaba a tres mil millas náuticas de la isla de Cabo Verde, cuando la distancia real es de diez mil seiscientas. Para salir de dudas, el soberano luso encargó al marino flamenco Ferdinand van Olmen que emprendiera una expedición hacia el oeste. En la primavera de 1487, Van Olmen y sus hombres tomaron una ruta muy alejada de los vientos alisios, cuyo régimen facilita la llegada a las costas americanas, por lo que el viaje resultó un completo fracaso.
Mientras, un hastiado Colón abandonaba Portugal y se trasladaba a Castilla para ofrecer su proyecto a los Reyes Católicos. Tras arduas negociaciones, el marino logró que la reina Isabel financiara su expedición y le concediera varios privilegios, entre ellos nombrarlo Almirante de la Mar Oceana.
Fray Bartolomé de las Casas aseguró que Colón sabía que había tierra al otro lado del Atlántico, una hipótesis que defendió siglos después el historiador español Juan Manzano. Es probable que el genovés hubiera obtenido de alguien información precisa sobre los alisios. Con esos datos en su cabeza y con una copia del mapa de Toscanelli, el marino zarpó de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492 al mando de dos pequeñas carabelas (la Pinta y la Niña) y una nao más grande (la Santa María). Tras varios días de navegación, la flotilla recaló en las islas Canarias.
Rodrigo de Triana. Imagen: Wikimedia Commons.

Rodrigo de TrianaRodrigo de Triana. Imagen: Wikimedia Commons.

¡Tierra a la vista!

Una vez se abastecieron de agua y alimentos, los tres navíos y sus noventa marineros abandonaron La Gomera el 6 de septiembre. Empujada por los alisios, la pequeña flota navegó sin contratiempos hasta el mar de Sargazos. Pero el tiempo pasaba y las naves no divisaban indicios de tierra, lo que provocó la inquietud a bordo y dos conatos de motín. Horas después de producirse el último, la noche del 11 al 12 de octubre, un marinero de la Pinta, Juan Rodríguez Bermejo, al que la tradición ha llamado Rodrigo de Triana, dio el grito que todos esperaban con ansiedad: “¡Tierra!”.
De no haber existido el continente americano, Colón y sus hombres no habrían tenido víveres suficientes para sobrevivir, ya que la travesía a Japón era mucho más larga de lo que suponía el marino genovés. El 12 de octubre, Colón tomó posesión en nombre de los Reyes Católicos de la isla de San Salvador, del archipiélago de las Bahamas, aunque otros investigadores creen que la isla era Watling o Cat Island (llamada también isla Grande de San Salvador). El que ya podía considerarse Almirante de la Mar Oceana elevó el estandarte de Isabel y Fernando e hizo que la solemne declaración de sus derechos sobre la isla fuera registrada por el notario.
Cuando arribó a Cuba el 28 de octubre, Colón pensó que aquel territorio era el continente asiático. Sin embargo, algo no encajaba. ¿Dónde estaban las grandes ciudades, los palacios y las riquezas de Cipango? Si aquellas tierras no eran Japón, quizás correspondían a China, pensó Colón. Con esa idea en la cabeza, el Almirante siguió su travesía hasta una isla a la que llamó La Española (actual Haití y República Dominicana). Fue en ese lugar donde su nave capitana chocó contra un arrecife, por lo que decidió dejar un contingente de hombres en un fuerte que construyeron con los restos del barco encallado, y que fue bautizado con el nombre de La Navidad.
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Cristóbal ColónImagen: Wikimedia Commons.

Regreso y segundo viaje

Tras establecer ese primer asentamiento en el Nuevo Mundo, Colón vio llegar a la Pinta, que al mando de Martín Alonso Pinzón se había separado el 22 de noviembre de la flotilla para explorar las Antillas por su cuenta. El 16 de enero, Colón y Pinzón pusieron proa hacia el Atlántico y navegaron sin problemas de regreso a la Península. Los dos marinos debieron sentirse muy satisfechos. Su aventura había sido todo un éxito.
El 12 de febrero el tiempo empeoró y la Pinta fue arrastrada en otra dirección, llegando a Bayona (Galicia) a finales de ese mes. Muy dañada por el temporal, la Niña fondeó en Lisboa el 4 de marzo, donde Colón fue recibido por el rey portugués Juan II, quien le hizo saber que las regiones descubiertas pertenecían a Portugal conforme al Tratado de Alcáçovas, firmado con Castilla en 1479.
Una vez dejó Lisboa, Colón se trasladó a Barcelona para entrevistarse con los Reyes Católicos y contarles la advertencia que le había hecho el monarca luso. Los soberanos le dijeron que ellos mismos tratarían ese asunto con Portugal y conminaron a Colón a que les narrara su aventura en el Nuevo Mundo. Sorprendidos por el éxito del marino, los monarcas le ordenaron iniciar una segunda expedición para colonizar más territorios. El Almirante partió el 25 de septiembre de 1493 de la ciudad de Cádiz al mando de una flota compuesta por 17 naves y más de 1 200 hombres. Entre los participantes de la expedición se encontraban el futuro descubridor Alonso de Ojeda, el cartógrafo Juan de la Cosa y Ponce de León, que años después exploraría Puerto Rico y la Florida. La flota llegó a las islas de Sotavento, donde encontraron a los caribes, que recibieron a Colón y sus hombres con una lluvia de flechas.
Tras sufrir aquel inesperado ataque, el Almirante y sus hombres desembarcaron en La Española el 22 de noviembre. La primera sorpresa fue comprobar que el fuerte había sido destruido y sus hombres asesinados. Aquellos primeros colonos españoles habían violado a las mujeres de los nativos y robado sus alimentos, por lo que estos habían acabado matándolos. Colón se dirigió entonces hacia el este para fundar otra colonia, que fue bautizada con el nombre de La Isabela, en honor de la reina castellana.

Tordesillas fija las fronteras

Otros tripulantes, al mando de Alonso de Ojeda y Vicente Yáñez Pinzón, fundaron colonias propias que más tarde serían avaladas por la Corona. Por su parte, el Almirante dejó La Isabela en manos de su hermano y zarpó de regreso a la Península, trasladándose de inmediato a Burgos para entrevistarse cuanto antes con los Reyes Católicos, quienes le con­firmaron en sus cargos al mando de los nuevos territorios.
El descubrimiento del Nuevo Mundo supuso una revolución social, económica y política de grandes dimensiones para los reinos de Castilla y Aragón, pero también fue la causa de un nuevo encontronazo de los Reyes Católicos con la monarquía portuguesa. El monarca aragonés maniobró hábilmente ante el papa Alejandro VI para conseguir una serie de ventajas sobre los portugueses. En 1494, el Tratado de Tordesillas, arbitrado por la Santa Sede, ­ fijó una línea de demarcación entre los nuevos territorios ultramarinos descubiertos por españoles y portugueses.
El acuerdo concedía a las Coronas de Castilla y León todo aquello que estuviera más allá de una línea situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, mientras que los nuevos territorios ubicados al este de dicha línea y al sur del Cabo Bojador pertenecerían a Portugal. Fue el primer tratado moderno de la historia europea, pues al lado de los diplomáticos que llevaban las conversaciones había peritos que los asesoraban.
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Cristóbal ColónImagen: Wikimedia Commons.

Gran marino, pésimo gobernante

La tercera expedición de Colón zarpó de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el 30 de mayo de 1498, al mando de una flota de 6 naves y 226 tripulantes. Al llegar a La Española, el genovés se encontró con la desagradable sorpresa de que una facción de los colonos dirigida por Francisco Roldán se había amotinado, llegando a controlar parte de la colonia. El marino sofocó la rebelión y a renglón seguido permitió que algunos hombres se establecieran en sus propias colonias y que explotaran mano de obra india mediante lo que denominó “encomiendas”. Desde entonces, los encomenderos del Nuevo Mundo maltrataron y explotaron a los indios. La población de la isla descendió de unos 60 000 indígenas en 1492 a 500 en 1548.
La crueldad de Colón con los indígenas llegó a oídos de la reina Isabel, a quien no le gustó nada la fi­gura legal que había impuesto el Almirante en la colonia. La soberana de Castilla odiaba el trato que recibían sus nuevos súbditos y temía que las encomiendas pudieran convertirse en una nueva clase feudal, cuyos privilegios pusieran en cuestión la autoridad de la Corona. Por esa razón, decidió enviar a Francisco de Bobadilla como plenipotenciario para investigar qué estaba ocurriendo en los nuevos territorios. A su llegada a La Española en agosto de 1500, Bobadilla descubrió el caos imperante en la colonia. Sus primeras medidas fueron asumir el poder del enclave y devolver a la Península a los hermanos Colón encadenados. A su llegada, la reina los liberó y devolvió al Almirante parte de sus privilegios, pero su carrera política al frente de la colonia concluyó para siempre. El genovés fue un gran marino, pero un pésimo gobernante.
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Cristóbal ColónImagen: Wikimedia Commons.

Del maltrato al mestizaje

En septiembre de 1501, los Reyes Católicos nombraron a Nicolás de Ovando gobernador de las islas. Este reinstauró el orden en La Española, aunque actuó de la misma forma que Colón, maltratando a los nativos, ampliando el número de encomiendas y olvidándose de cristianizar a los indios, lo que fue motivo de aflicción para la devota reina Isabel.
En 1510, cuatro dominicos viajaron a La Española y quedaron escandalizados por lo que allí vieron. Uno de ellos, Antonio de Montesinos, lanzó una proclama contra la crueldad y codicia de los encomenderos, lo que precipitó dos años después que el rey Fernando firmara las Leyes de Burgos, que establecieron un salario para los trabajadores indígenas de las encomiendas.
Para conseguir dicho objetivo, la Corona puso todo el engranaje económico bajo la supervisión de funcionarios reales. Pero los colonos hicieron caso omiso de la ley, y la mortandad entre los nativos creció vertiginosamente. Cientos de miles de ellos murieron por el maltrato o las enfermedades traídas por los colonos. Entre tanto, muchos establecieron relaciones con mujeres indígenas y tuvieron hijos, comenzando un mestizaje que se desarrolló durante siglos en toda América Latina.

La última expedición

El 11 de mayo de 1502, Colón se adentró en alta mar para llevar a cabo su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo. Fue su aventura más humillante, porque se le negó recalar en La Española para evitar perturbaciones. El 27 de julio alcanzó la costa de Honduras y el 17 de octubre divisó la costa de Veragua, un amplio territorio situado en las actuales Panamá, Nicaragua y Costa Rica, del cual su nieto iba a ser duque en 1536, título que sus descendientes llevarían desde entonces.
Sin pena ni gloria, el descubridor de América llegó a Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre de 1504, semanas antes del fallecimiento de la reina Isabel, su gran protectora. Casi dos años después, Colón moriría en Valladolid. Sería entonces cuando la Corona ordenara a Ovando la fundación de ciudades en lugares apropiados de la isla para proporcionar puntos fijos de apoyo a los colonizadores. Aquella decisión política iba marcar el principio del fin de todas las comunidades indígenas de América, cuyos recursos y espacio vital pasarían a manos de los Habsburgo.
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Los cuatro viajes de Cristóbal ColónImagen: Wikimedia Commons.

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