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¿Qué esconde la Sábana Santa?

El Sudario de Turín es la reliquia más importante del cristianismo. Desde que apareció en Lirey (Francia) en torno a 1353, su origen ha sido uno de los enigmas científicos y religiosos predilectos de creyentes y detractores. En 1988, la prueba del carbono 14 determinó que era una falsificación medieval, pero para los creyentes la cuestión de la autenticidad es accesoria, pues la tela es más un icono que una reliquia.

La Sábana Santa es una pieza de lino de 4,41 metros de longitud y 1,13 de ancho (tras la restauración del año 2002). Pesa 1.420 g y está tejida a espina de pescado. Se cree que la tela es una mortaja, es decir, que el cuerpo de un fallecido estuvo tumbado sobre una mitad y cubierto con la otra. Su peculiaridad radica en el hecho de que tiene impresa la huella en negativo de la parte frontal y dorsal de un hombre crucificado, con el cuerpo desnudo ensangrentado. La figura corresponde a un individuo de cerca de 1,80 metros de alto con pelo largo y barba, las manos cruzadas sobre los genitales y lesiones similares a las descritas en los relatos de la Pasión (latigazos, corona de espinas y clavos). Hay heridas pequeñas e incisivas en la cabeza, una marca redonda y pequeña en la muñeca visible y una herida en el pecho de la que habría manado sangre. Lo más sorprendente es que no parece una pintura y posee propiedades tridimensionales.

El origen de una gran reliquia

En el año 1203, un cruzado llamado Robert de Clari aseguró haber visto en la iglesia de Santa María de Blanquerna (Constantinopla) una tela con la imagen de Jesús. “El sudario donde nuestro Señor fue envuelto era exhibido cada viernes en lo alto de la ciudad, para que uno pudiera ver en él la figura de nuestro Señor”. La cita tiene importancia porque es el primer testimonio que se conoce de un sudario con imagen. En 1205, tras el saqueo de la IV Cruzada, cientos de reliquias desaparecen de la corte y las iglesias bizantinas para ir reapareciendo luego en Occidente. Entre ellas, la Sábana Santa que, según la tradición bizantina, había envuelto el cuerpo de Cristo en el sepulcro.
No se tienen noticias de ella hasta 1353, cuando aparece en la localidad francesa de Lirey. En 1357 comenzó a ser expuesta a la veneración de los fieles –en la iglesia de esta localidad– por la viuda del templario Geoffrey de Charney (quemado en la hoguera con el Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay, el 18 de marzo de 1314). Jamás reveló su procedencia, pero posiblemente la recibió de un caballero cruzado que la trajo de Constantinopla.
En 1453, la nieta de Charney, Margarita, se la vendió a la esposa del duque Luis de Saboya, quien trasladó la reliquia a otra localidad francesa, Chambéry (nueva capital del ducado), donde fue exhibida desde el año 1494 hasta el 1578. Finalmente, los Saboya, que tenían su corte en Turín (Italia), decidieron trasladar la reliquia a esta ciudad en 1578, donde permanece hoy en la catedral de San Juan Bautista.
Imagen: Wikimedia Commons.

Lamentación sobre CristoImagen: Wikimedia Commons.

La Síndone perteneció a la familia Saboya hasta 1983. Al morir Humberto II, el último rey de Italia, la cedió en su testamento a la Santa Sede, y desde el 18 de octubre de 1984 le pertenece. La Iglesia católica nunca ha afirmado que se trate del lienzo mortuorio de Cristo, ni que no sea un fraude. Juan Pablo II declaró en 1998: “Dado que no es una cuestión de fe, la Iglesia no tiene competencia para pronunciarse. Confía a los científicos la tarea de continuar investigando, de manera que se puedan encontrar respuestas satisfactorias”.
La realidad es que, aunque oficialmente la Iglesia nunca ha declarado que la Sábana Santa sea el verdadero sudario de Jesucristo, actúa como si lo fuera y durante siglos los cristianos han creído que esta podría ser la sábana en la que se envolvió el cuerpo de Cristo crucificado y, como tal, se ha convertido en la reliquia más importante de la cristiandad. Y en la más estudiada también, a pesar de lo cual sigue sin haber consenso al respecto. Su autenticidad sigue enfrentando a científicos, teólogos, historiadores e investigadores.

Las primeras fotografías

En el año 1898, un abogado turinés aficionado a la fotografía llamado Secondo Pia solicitó permiso para realizar la primera fotografía del sudario aprovechando que estaba expuesta por el aniversario de la uni­ficación italiana. Así, fue él quien realizó la primera foto de la historia a la Sábana Santa (hizo diez). Al ver el negativo fotográ­fico, descubrió que la imagen contenía un negativo oculto, que revelaba la imagen perfecta de un hombre igual a Jesucristo. En 1931, otro italiano, el fotógrafo profesional Giuseppe Enrie, realizaría otra serie de fotografías, pero no fue hasta 1969 cuando la Iglesia permitió que se analizara la Síndone. Desde ese momento, se convirtió en el objeto más estudiado por la ciencia.

El trabajo de datación

En 1978, un equipo formado por 33 cientí­ficos (físicos, químicos, hematólogos, forenses) bajo las siglas STURP (Shroud of Turin Research Project) realizó el mayor estudio cientí­fico de la Sábana Santa hasta la fecha. Durante cinco días realizaron cientos de pruebas, sin ser capaces de revelar qué produjo la imagen ni como se formó. Solo pudieron determinar que no era una falsi­ficación, pues la formación de la imagen era incompatible con cualquier técnica conocida.
Sin embargo, en el año 1988 tres afamados laboratorios independientes (Oxford, en Inglaterra, Zúrich, en Suiza, y Tucson, en EE UU) determinaron, mediante la prueba del carbono 14, que la Sábana Santa era una falsi­ficación realizada en la Edad Media. Las pruebas hechas en los tres laboratorios dataron “el lino del sudario de Turín entre 1260 y 1390 (±10 años), con una ­ fiabilidad del 95%”. Esto evidenciaría que el sudario no era de la época de Cristo, sino de la Edad Media (muy cerca de los primeros registros escritos sobre la prenda y su primera exhibición, en 1357).
Duomo de Turín. Imagen: iStock Photo.

Duomo de TurínDuomo de Turín. Imagen: iStock Photo.

Este resultado se publicó en la revista Nature en febrero de 1989, y hasta hoy nadie ha demostrado que sea erróneo. No obstante, la Iglesia nunca aceptó oficialmente estas conclusiones, que contradecían estudios anteriores que le atribuían 2.000 años.
Para contrastar estos datos con otros estudios, otros grupos intentaron tener acceso a la pieza. Sin embargo, el Vaticano cerró la puerta a nuevas investigaciones. Además, los datos obtenidos fueron guardados por el British Museum, que los custodió de forma privada hasta que una demanda le obligó a hacerlos públicos. Desde 1988, sindonólogos y científicos escépticos mantienen un enconado enfrentamiento.

La polémica del Carbono-14

La publicación en la propia revista Nature (la que había mostrado el estudio) de datos oficiales que mostraban anomalías en las pruebas desató aún más la polémica, al apoyar a algunos sindonólogos que argumentaban que los incendios sufridos por el lienzo (expuesto además durante siglos al humo de los cirios y el contacto con los devotos) podrían haber alterado los resultados obtenidos mediante la prueba del carbono 14. No obstante, la opinión pública dio por zanjado el caso de la Sábana Santa y validó la datación del carbono 14; o sea, que era falsa.
En 2005, 17 años después del inicio de la polémica con la prueba del carbono 14, un nuevo estudio del químico estadounidense Raymond Rogers, del Laboratorio Nacional de Los Álamos y antiguo miembro del STURP (el Proyecto de Investigación del Santo Sudario de Turín), reavivó el debate al asegurar que la reliquia era mucho más antigua de lo que aseguraba esta datación, pues la muestra utilizada en 1988 fue tomada de una zona restaurada del sudario, uno de los parches que unas monjas cosieron tras el fuego que casi la destruyera en 1532. Rogers comparó este trozo con otros tejidos de la sábana y concluyó que tiene propiedades químicas totalmente diferentes a las de otras piezas de la parte central de la reliquia. El examen detectó, por ejemplo, la presencia de una sustancia llamada vanillina en el trozo analizado con carbono 14, pero no en el resto de la Sábana. Esta sustancia química habría sido utilizada para teñir el trozo del remiendo y de este modo hacerlo coincidir con la parte de lienzo más antigua, de color sepia. Esta técnica de teñido comenzó a utilizarse en Italia hacia 1290, fecha que coincide con la datación del carbono 14.
Así pues, para Rogers, el sudario en sí es realmente mucho más antiguo: tendría entre 1.300 y 3.000 años, lo que hace posible que la reliquia sea contemporánea de la época de Jesús.
Enseguida salieron detractores de esta teoría, pero también investigadores que confirmaban su estudio, como Pierluigi Baima Bollone, profesor de Medicina legal y presidente del Centro Internacional de Sindonología (institución oficial para el estudio de la Sábana Santa). A finales de 2009, publicó un revelador estudio, recogido en su libro El misterio de la Sábana Santa (Algaida), que contenía un completo análisis pluridisciplinar en el que rebatía, entre otras, las teorías que apoyan una autoría medieval y desmontaba la infalibilidad de las pruebas de carbono 14.
En 2017, Tristan Casabianca, investigador francés, de la universidad de Aix-Marsella, presentó una solicitud legal al Museo Británico –que custodiaba los datos del estudio de 1988-– y tuvo acceso a cientos de páginas y datos no publicados. Tras realizar un análisis estadístico, determinó que la datación de 1988 no era fiable. “Las muestras analizadas son heterogéneas, y no hay garantía de que todas estas muestras, tomadas de un extremo de la hoja, sean representativas de toda la tela. Por lo tanto, es imposible concluir que el Sudario de Turín data de la Edad Media”. El estudio de Casabianca reclama nuevas investigaciones sobre la cubierta si se quiere determinar su fecha real, pero el Vaticano se muestra reacio. En 2018, Matteo Borrini, antropólogo forense de la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido), y Luigi Garlachelli, químico de la Universidad de Pavía, realizaron pruebas de técnicas forenses para establecer si las manchas en la tela correspondían a las que dejaría un cuerpo ensangrentado envuelto en ella después de haber sido crucificado. Según el estudio, publicado en Journal of Forensic Science, la conclusión es que al menos la mitad de las manchas de sangre serían falsas, ya que no son compatibles con la posición de un cuerpo de pie en la cruz ni tumbado en un sepulcro.
Imagen: Wikimedia Commons.

Jacques de MolayImagen: Wikimedia Commons.

Todo tipo de teorías. ¿Quién da más?

Entre las muchas teorías que rodean a la Sábana de Turín está la de que los templarios fueron sus custodios, reavivada en 2009 por un descubrimiento histórico relacionado con esta orden. La historiadora italiana Barbara Frale, especialista en la Orden del Temple y trabajadora de los Archivos Vaticanos, encontró un manuscrito de la Inquisición, en el Archivo Secreto Vaticano, en el que un caballero templario francés, Arnaut Sabbatier, confesaba que durante su iniciación, en 1287, había sido llevado a un lugar oculto solo accesible a los templarios donde fue obligado a besar tres veces los pies de una figura humana impresa en una tela de lino larga.
Así pues, el Temple habría escondido la Sábana Santa durante más de cien años (hasta llegar a manos de Geoffrey de Charney), hipótesis que ya formuló en 1978 el historiador de Oxford Ian Wilson: “Los templarios guardaron en secreto durante más de un siglo la llamada Sábana Santa o Síndone de Turín”. Pero ¿por qué? Barbara Frale recuerda que el Papa castigó con la excomunión a todos los cruzados que participaron en el ignominioso saqueo de Constantinopla y que el Cuarto Concilio Lateranense, en 1215, decretó la misma pena a quienes traficasen con reliquias. Era un peligro que se supiese que la tenían. Tras la caída de la Orden en 1312, el Santo Sudario debió de ser llevado a un lugar seguro hasta que reapareció finalmente en Lirey.

Más de cien copias

Otra teoría sostiene que quizás el actual Sudario conservado en la Catedral de Turín sea una reproducción medieval de la auténtica Sábana Santa, que –custodiada o no por los templarios– seguiría aún en paradero desconocido. Esta teoría explicaría la existencia de muchas otras “síndones” repartidas por el mundo; la de Turín sería una copia más. De hecho, solo en Europa existen más de cien réplicas y alrededor de 20 están en España: Campillo de Aragón (Zaragoza), Torres de la Alameda (Madrid), El Escorial... Destacan las dos de Jaén, descubiertas en 2001 en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Noalejo, que al parecer fueron elaboradas en 1527 por encargo de Carlos I para su esposa; y, sobre todo, la de Oviedo, pues hay quien sostiene que es la auténtica Sábana Santa. Supuestamente, los apóstoles la guardaron en un arca de cedro y para protegerla de la invasión persa la llevaron en 614 a Alejandría. El empuje de los persas en África hizo necesarios nuevos traslados, y el arca con las reliquias acabó llegando a Toledo. En el siglo VIII, coincidiendo con la invasión musulmana, salió de Toledo hacia el norte, llegando a Asturias entre 812 y 842. Para albergar tal tesoro, Alfonso II el Casto mandó construir la llamada Cámara Santa, que hoy se halla incorporada a la Catedral de Oviedo. Desde entonces, el Arca Santa y su contenido son venerados con devoción por los asturianos.
Imagen: Wikimedia Commons.

Sábana SantaImagen: Wikimedia Commons.

¿Fue Leonardo da Vinci su autor?

Si la Sábana Santa era una falsificación medieval, se abría la opción de que hubiera sido realizada por la mano del hombre, lo que no haría su creación menos fascinante. Por sus particulares cualidades, por las extrañas características fotográficas del sudario (lo que se conoce como el “efecto negativo”), tenía que ser obra de un genio. Y, puestos a elegir uno, ¿quién mejor que Leonardo da Vinci?
Esta teoría ya la plantearon hace 25 años los investigadores británicos Lynn Picknett y Clive Prince, pero se ha reactivado ahora por la publicación de su libro El gran secreto de Leonardo da Vinci, en el que siguen atribuyendo al artista del Renacimiento la creación de la imagen sobre el Sudario.
Imagen: Wikimedia Commons.

Salvator MundiImagen: Wikimedia Commons.

El artista de Anchiano habría estampado la imagen en el lienzo usando una cámara oscura (una habitación cerrada con un agujero por el que entra luz y la imagen a representar), una lente o cristal para enfocar la imagen y un elemento químico para fijarla a un soporte (como las sales de plata). Además, al comparar el rostro del hombre de la Síndone con el de su Salvator Mundi y ver que casan, concluyen que Leonardo elaboró ambas imágenes a partir de la suya propia.
El hecho de que Leonardo tuviera amplios conocimientos de anatomía, que fuera un virtuoso y que sus innovaciones se adelantaran siglos a su época ayudan a esta teoría, pero todo son pruebas circunstanciales y se lo ponen fácil a sus detractores. Existen, por ejemplo, referencias históricas muy anteriores al nacimiento de Leonardo que aluden a exhibiciones públicas de la reliquia. Y lo de que hubiera dado el cambiazo en algún momento de su estancia en la Lombardía no resulta muy factible. Además, habría tenido que pedir el Sudario a la familia de Saboya en 1492 o alrededor de este tiempo, pero para ellos era una gran posesión, por lo que resulta difícil imaginar que le cedieran su tesoro para que lo alterara: era un riesgo, pues, por muy genio que fuera, Da Vinci habría tenido un solo intento, es decir, habría tenido que reproducir su propia imagen fotográfica sin cometer un error. Y, por último, si fue capaz de un logro tan genial, ¿por qué no volvió a utilizar su revolucionaria técnica nunca más, ni dejó constancia alguna de este experimento en sus cuadernos de notas, él, que lo apuntaba todo?

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