Las asesinas en serie son más raras que sus contrapartes masculinas, pero no son inexistentes. Han existido siempre pero hasta finales del siglo pasado no se había tomado conciencia de ello como objeto de estudio. Hoy repasamos las más crueles y viles.
Asesinos y asesinas en serie, ¿actúan de la misma forma? Un estudio publicado en The Journal of Forensic Psychiatry & Psychology concluyó que las mujeres asesinas en serie son letales dentro de un propio y único camino. Esto es, según el trabajo, los detalles de los crímenes de las mujeres diferían notablemente de los cometidos por los hombres. Casi todas las mujeres implicadas en el estudio habían matado a personas que conocían, normalmente sus maridos e hijos. Los asesinos en serie masculinos, por el contrario, parecían mucho más propensos a matar a extraños. Mientras que el motivo más común para los asesinos en serie masculinos era el sexo, las asesinas femeninas fueron motivadas con mayor frecuencia por el dinero; y el veneno era, con mucho, su método preferido; los asesinos masculinos estaban más inclinados a disparar, estrangular o apuñalar a sus víctimas.
El primer artículo académico sobre las asesinas en serie se remonta a 1985, del criminólogo Eric Hickey. La escasez de investigación sobre este grupo demográfico se debía a la errónea suposición de que las mujeres eran incapaces de la depravación necesaria para crímenes tan horribles como para convertirse en asesinas en serie. “No hay mujeres asesinas en serie”, decían entonces.
Si bien es cierto que los casos más conocidos de asesinos en serie tienen que ver con hombres, como uno de los asesinos en serie más mortíferos de la historia, Harold Shipman, que cometió 218 asesinatos acreditados (y puede que fueran hasta 250) mientras trabajaba como un popular médico británico, hay mujeres que también han cometido múltiples asesinatos, por motivos retorcidos y brutales. Entre los casos más notorios de asesinas en serie, destacaremos a Aileen Wuornos, condenada por el asesinato de seis hombres entre 1989 y 1990 y cuya historia fue retratada en la película Monster, protagonizada por Charlize Theron o, mucho antes, la archiconocida “Condesa Báthory”, perteneciente a una de las familias más poderosas de Hungría y que fue responsable de asesinar a centenares de mujeres jóvenes. Isabel Báthory también cuenta con versiones cinematográficas de su historia como Erzsébet (2013), The Countess (Francia/Alemania, 2009), Bathory. La condesa de la sangre (2008) o Ceremonia sangrienta (1973).
Elizabeth Báthory
La asesina en serie más prolífica de la historia. Esta condesa húngara asesinó y torturó alrededor de 650 mujeres, principalmente adolescentes, entre 1585 y 1610 a las que masacraba en su castillo de Cachtice, la actual Eslovaquia. Apodada la “condesa sangrienta”, este llamativo apelativo proviene del rumor acerca de su afición a bañarse en la sangre de sus víctimas, puesto que creía que le ayudaba a mantener la juventud, dándole un aspecto más juvenil a su piel gracias a la “esencia vital” de las jóvenes a las que masacraba.
Aileen Wuornos
Nacida en 1956, Wuornos mató a siete hombres en Florida entre 1989 y 1990. Disparó a cada uno ellos a quemarropa. Una vez capturada mientras conducía un vehículo de una de sus víctimas, le dijo a la policía que asesinó a todos los hombres en defensa propia porque todos ellos la violaron mientras trabajaba como prostituta. Sin embargo, fue condenada a muerte por seis de los siete asesinatos. Falleció el 9 de octubre de 2002 tras una inyección letal. En 2003, se estrenó una película sobre su vida, titulada Monster y protagonizada por Charlize Theron.
Jane Toppan
Esta asesina en serie estadounidense se jactó de que su intención era "haber matado a más gente que cualquier otro hombre o mujer que haya existido". Confesó 31 asesinatos cuando fue arrestada en 1901, aunque se sospecha que pudo perpetuar muchas más muertes. Fue declarada no culpable diagnosticándole demencia. Se trataba de una enfermera que experimentaba con los pacientes con morfina y atropina y tras administrar una dosis letal de drogas, se sentaba a ver cómo morían sus pacientes.
Belle Sorenson Gunness
Conocida también como “Lady Barbazul”, emigró a Estados Unidos desde Noruega en 1881 y se casó con un compañero inmigrante noruego con el que tuvo cuatro hijos. Su marido regentaba una tienda de dulces que en 1900 se incendió misteriosamente y en el que murió también el marido. A pesar de las sospechas, Belle Gunness cobró múltiples pagos de pólizas de seguro que le permitieron comprar una granja en La Porte, Indiana. Se volvió a casar y a los pocos meses enviudó nuevamente: una picadora de carne se le había caído en la cabeza. Recibió otra vez el pago del seguro. Empezó entonces a colocar anuncios en los periódicos en busca de un tercer marido. Varios pretendientes se acercaron a la granja aunque solo uno logró salir con vida. Se le atribuyen más de 60 crímenes. Falleció el 28 de abril de 1908.
Nannie Doss
Conocida como la “abuela risueña”, Nannie Doss fue responsable de la muerte de 11 personas entre la década de 1920 y 1954. Se casó con un hombre a los cinco meses de conocerlo. Tuvieron tres hijos en tres años, en una vida controlada por una suegra manipuladora y un esposo abusivo y siempre borracho. Tras morir dos de sus hijos por una intoxicación alimentaria, su marido y otro hijo se marcharon. Se casó nuevamente pero en 1943 su nieta recién nacida murió misteriosamente, y la madre juró que la vio apuñalar al bebé, pero nunca hubo pruebas. Más hijos y nietos murieron "misteriosamente". También sus siguientes maridos. Con el quinto se ordenó una autopsia, y se descubrió que tenía el estómago lleno de arsénico. Falleció en la Penitenciaría del Estado de Oklahoma en 1965.
Judy Buenoano
Conocida como la “Viuda negra”, asesinó a su marido con arsénico, y también ahogó a su hijo, que estaba parcialmente paralizado. Además, intentó matar a una tercera víctima, su novio John Gentry, empleando una bomba. ¿Su motivo? El económico. Quería cobrar el seguro de vida... Fue ejecutada en la silla eléctrica en 1998. Fue la primera mujer en ser ejecutada mediante este método desde 1957.
Amelia Dyer
Llamada “Killer farmer” por su salvajismo a la hora de cometer sus crímenes, es la responsable de la matanza de más de 400 niños durante la época victoriana. Amelia Dyer era criadora de bebés en Inglaterra y mataba a los niños que estaban a su cargo estrangulándolos, apretándoles una cinta blanca sobre el cuello. También los mataba con opiáceos o dejándolos morir de inanición. Fue ahorcada el 10 de junio de 1896 en la prisión de Newgate.
Juana Barraza Samperio
Llamada “La Mataviejitas”, esta asesina en serie mexicana fue condenada por el homicidio de hasta 16 ancianas desde los 90 hasta 2006. A principios de la década de 2000, encontraron a varias ancianas estranguladas en Ciudad de México, descubriendo que eran víctimas de Juana. Los expertos creen que sus acciones fueron consecuencia de su madre alcohólica, quien la vendió a un hombre por tres cervezas y quien abusó de ella cuando era menor. Fue sentenciada a 759 años de prisión.
Miyuki Ishikawa
Nos topamos ahora con una matrona japonesa y asesina en serie cuyas víctimas se estiman en más de 100. Miyuki Ishikawa trabajaba en el hospital de maternidad de Kotobuki tras la Segunda Guerra Mundial. Conseguía convencer a las madres, tras dar a luz, de que sería más barato pagarles a ella y a Shiro Nakayama, el médico, una suma decente de dinero que criar a sus hijos. Para ello redactaban certificados de defunción falsos. Pero dos policías descubrieron los restos sospechosos de cinco niños, y la investigación no solo los condujo hasta Miyuki Ishikawa, sino a 70 cuerpos más. Solo fue condenada a ocho años de prisión y terminó apelando para que le redujeran la condena a la mitad, así que solo estuvo cuatro años en la cárcel. Esta 'partera del demonio' falleció el 30 de mayo de 1987.
Ilse Koch
Llegamos a la carcelera nazi que mató a cerca de 5.000 prisioneros mediante técnicas de tortura. Esposa del comandante del campo de concentración nazi de Buchenwald, Karl-Otto Koch, Ilse Kotch o la Bruja de Buchenwald, torturaba a los prisioneros de este campo de concentración de forma extremadamente sádica. Los golpeaba, les obligaba a realizar actividades sexuales o los desollaba (empleando posteriormente esa piel humana para crear lámparas). Fue condenada por crímenes contra la humanidad y tortura. Se suicidó ahorcándose a los 60 años, en 1967.
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