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África colonizada: la ocupación europea del continente

Las políticas neoimperialistas europeas sometieron el continente africano a un reparto atroz entre los siglos XIX y XX.

Erica Couto

Los inicios del reparto de África

Aunque, históricamente, el continente africano ha sido un territorio propenso al establecimiento de colonias por parte de potencias marítimas como los fenicios y los griegos, fue en la Edad Moderna cuando se incrementó la presión económica ejercida sobre las poblaciones de África.

Las exploraciones llevadas a cabo por los portugueses del siglo XV en adelante, y de los holandeses y los británicos a partir del siglo XVI para buscar rutas de comercio con las Indias llevó al establecimiento tanto de compañías comerciales como de colonias y emplazamientos en territorios como Angola, Zanzíbar y Luanda. La trata de esclavos, por otro lado, fomentó el establecimiento de apostamientos a lo largo de las costas, ya que así se facilitaba el comercio de personas y se agilizaba su desplazamiento forzado a través del océano Atlántico.

Con anterioridad al siglo XIX, las fuerzas europeas se habían focalizado en el control de territorios costeros, pero el interior del continente permanecía fuera de su control. En el último cuarto de siglo, el reino de Bélgica expresó su interés por ocupar porciones importantes del interior africano y otras voces se sumaron a la empresa. Fue así como el proceso de reparto de África comenzó en torno al 1884 y se prolongó hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Participaron en esta carrera colonial países como España, Portugal, Italia, Gran Bretaña, Alemania y Francia. La conferencia de Berlín de 1884, liderada por Otto von Bismarck, sentó las bases de la repartición y estableció un marco de acción, en beneficio de las potencias colonizadoras, que buscaba minimizar posibles disputas entre las naciones europeas.

Una carrera desigual y violenta

Imagen: Wikicommons

África colonialImagen: Wikicommons

La carrera por África procedió casi como un viaje de exploración de un territorio desconocido para los europeos en los que las potencias se adjudicaban para sí las «nuevas» áreas descubiertas durante el reconocimiento territorial. Es el momento en el que surgen figuras como las del explorador Henry Morton Stanley, quien, además de buscar las fuentes del Nilo, también operó como agente colonial de Bélgica. Los nuevos medios de transporte mediante energía de vapor, que aceleraban los desplazamientos, contribuyeron en el proceso. La necesidad de obtener materias primas como el estaño, el cacao y el aceite de palma para las fábricas europeas en expansión también fue un aliciente que alimentó esta carrera por repartirse África, al tiempo que permitía dar salida en los nuevos mercados africanos a la sobreproducción de bienes industriales, que amenazaba con hacer caer en picado los precios.

Los agentes de las naciones europeas a menudo obtenían los territorios mediante falsedades y engañifas. Presentaban ante los jefes y autoridades locales contratos en lenguas europeas, incomprensibles para los oriundos, en los que estos cedían su territorio a los recién llegados. En lo que respecta a la gestión administrativa de los territorios africanos, los distintos países europeos adoptaron bien un gobierno directo basado en la presencia de oficiales europeos, bien un gobierno indirecto, gestionado a través de poderes locales que operaban en nombre del país colonizador, para administrar los territorios conquistados, explotar sus riquezas y obligar a sus habitantes al pago de impuestos.

El rey Leopoldo II de Bélgica convirtió el Congo en su dominio y se enriqueció con la extracción y venta de bienes como los minerales, el marfil y el caucho. Los habitantes locales fueron sometidos a trabajos forzados, maltratos físicos y muertes violentas. En la carrera por repartirse la tarta que era África, las potencias europeas rompieron el tejido social de las comunidades locales, sustituyeron o eliminaron prácticas productivas y económicas autóctonas, e introdujeron forzosamente el cristianismo como religión oficial. Aunque el lento proceso de descolonización iniciado tras la Segunda Guerra Mundialha servido en gran medida para que las naciones y pueblos africanos recuperen su independencia, las consecuencias del neoimperialismo contemporáneo ha transformado por completo el rostro sociopolítico y cultural de África, y ha dejado una profunda huella en su historia.

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