Irlanda es una isla situada al oeste del archipiélago británico, en las aguas del océano Atlántico. Tiene una superficie de unos 84 421 kilómetros cuadrados y en su territorio encontramos dos países diferenciados, la República de Irlanda (que ocupa casi toda la isla) e Irlanda del Norte, que forma parte del Reino Unido. Bajo esta amalgama de datos correctos pero vacíos nos encontramos con un país vibrante cuya gente baila, canta, pelea y grita como un león. Un país con una cultura que te acoge como a uno de los suyos y una historia fascinante que se puede aprender tanto de sus libros como de sus calles y bosques.
Se cree que la isla de Irlanda lleva habitada unos 9 000 años y su pasado celta perdura hoy en día. Se mantuvo fuera de la influencia de Roma y acabó por integrar a los invasores vikingos en su sociedad, haciendo de Dublín y otras ciudades importantes puertos comerciales. Pero sin duda, su mayor lucha ha sido contra Inglaterra, su vecina, que ya desde el siglo XII aspiró a hacerse con el control total del archipiélago. La dependencia irlandesa de Inglaterra variaría a lo largo de los siglos y daría como resultado un sinfín de guerras y conflictos que llegarían hasta el siglo XX, cuando los irlandeses derrotaron a los ingleses y proclamaron su independencia (al tiempo que la escisión de Irlanda del Norte). Otros hechos como la Gran Hambruna hicieron que muchos irlandeses emigraran de la isla y se asentaran en Estados Unidos, donde mantuvieron sus tradiciones y rasgos diferenciales.
Así, cuando uno visita Irlanda, se encuentra con un país que abraza la hermosa naturaleza que se le ha entregado, que la integra en su modo de vida y la valora como uno de sus mayores tesoros. También está el país un poco más cosmopolita, que crece en ciudades acogedoras que no pierden de vista su pasado pero tampoco dejan de buscar nuevas formas de innovar y mejorar. Irlanda es sus castillos, sus túmulos legados por los celtas, sus calles adoquinadas y edificios de piedra, sus iglesias y catedrales allá donde menos las esperes y, por encima de todo, su orgullo por ser como es.
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Trinity College
Situado en pleno centro de la ciudad y frente a lo que solía ser la Casa Parlamentaria irlandesa, el Trinity College resulta inconfundible para cualquiera que pase por delante. Fue fundado en 1592 por la reina Isabel I y al atractivo de un simple paseo por su campus y sus edificios clásicos se suma su impresionante biblioteca que contiene, entre otras joyitas, el Libro de Kells.
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Kilmainham Gaol
La cárcel Kilmainham, originalmente llamada New Gaol porque sustituía a la ya existente, comenzó a funcionar en 1796. Es famosa por haber sido el destino de los principales líderes de las revueltas irlandesas desde el siglo XIX hasta el Levantamiento de Pascua de 1916, tras el cual sus cabecillas fueron fusilados en el patio de la cárcel. Kilmainham Gaol cerró sus puertas en 1924, con una Irlanda ya independiente, y en la actualidad es un museo cuya visita resulta más que recomendable.
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El Ha’Penny Bridge
Es uno de los puentes más conocidos de Dublín. Se encuentra sobre las aguas del río Liffey y su verdadero nombre (al menos en origen) era Wellington Bridge. Pasó a conocerse como Ha’Penny Bridge (el puente del medio penique) porque esta era la cantidad que se cobraba como peaje a aquellas personas que quisieran cruzarlo. El puente se construyó en 1816 y el peaje dejó de cobrarse en 1919.
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La GPO
La General Post Office (Oficina General de Correos), en la actual O’Connell Street, fue inaugurada en 1814 con un estilo georgiano y una impresionante y solemne fachada de piedra grisácea. En 1916, la GPO fue tomada por los sublevados independentistas, que la utilizaron como cuartel general y leyeron la proclamación de independencia de Irlanda ante sus puertas. El edificio fue bombardeado por las fuerzas británicas, dejándolo en muy mal estado y siendo reconstruido posteriormente respetando la estética original. En la actualidad, además de seguir siendo una oficina de correos, el edificio contiene un centro de visitantes que narra los acontecimientos de 1916 y es un símbolo del nacionalismo irlandés.
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Glendalough
Situado en el condado de Wicklow, Glendalough (valle de los dos lagos) guarda un conjunto monacal en medio de un paraje natural de los que dejan sin habla. Los edificios más antiguos datan del siglo VI, momento en el que el monasterio fue fundado por San Kevin, y se mantuvo activo hasta 1539, convirtiéndose en un lugar de conocimiento tanto como de peregrinación. Glendalough sufrió numerosas incursiones vikingas y un brutal saqueo por parte de los ingleses en 1398.
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La colina de Tara
Se cree que este complejo arquitectónico fue uno de los centros políticos y sociales de Irlanda desde el Neolítico hasta el siglo VI d.C. La colina de Tara era el lugar donde los reyes irlandeses de la antigüedad eran coronados y desde donde gobernaban, además de la residencia de los Tuatha dé Danann (los dioses celtas) según las leyendas. En la colina de Tara se pueden encontrar una fortificación de la Edad de Hierro, dos ráth (anillos de piedra), una tumba de corredor neolítica y otras muchas estructuras con milenios de antigüedad. Los yacimientos de Newgrange y Brú na Bóinne son incluso más antiguos e igual de imprescindibles.
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Monasterio de Skellige Michael
Situado en la remota y escarpada isla de Skellige, este monasterio paleocristiano fue construido a finales del siglo IV por, según se cree, San Fionan. Rodeado por aguas generalmente agitadas y construido al final de una escalinata de 270 escalones (esculpida directamente en la piedra por los monjes), el monasterio de Skellige Michael es famoso por su particular localización y por sus chozas cónicas de piedra, donde los monjes vivían. Dado que acceder a él no es precisamente sencillo, el número de turistas no es demasiado alto y esto ha permitido una excelente conservación del recinto.
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Acantilados de Moher
Con sus ocho kilómetros de largo y su altura variable que va desde los 120 metros hasta superar los 200, los acantilados de Moher son una de las mayores atracciones turísticas de Irlanda. A su desbordante naturaleza hay que sumar la historia que arrastra y que hace que la costa esté salpicada de antiguos castillos, fortalezas, atalayas y puestos de vigía desde tiempos de los celtas hasta el siglo XIX.
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Roca de Cashel
Situado en lo más alto de una colina de roca caliza, la Roca de Cashel es un conjunto de edificios medievales que llaman la atención tanto por su arquitectura como por su localización. La Roca de Cashel fue la residencia de los reyes del Munster desde el siglo V y hasta que los terrenos fueron cedidos a la iglesia en el siglo XII. Quien lo visite se encontrará con una imponente torre circular, una catedral, una capilla, un palacio arzobispal y varias salas para el coro.
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Free Derry
Cruzamos la frontera para adentrarnos en Irlanda del Norte, la región de la isla que decidió seguir formando parte del Reino Unido en 1921. La situación posterior a la guerra civil hizo que se viviera un conflicto armado entre quienes querían reunificar Irlanda y quienes querían mantenerla bajo la corona británica que duró hasta finales del siglo XX. En la ciudad de Derry se vivió uno de los episodios más terribles de este choque, el Domingo Sangriento, una manifestación pacífica que acabó con 14 muertos. Free Derry, como se conoce al barrio católico de la ciudad, fue el escenario de este horror y en la actualidad se encuentra decorado con murales que denuncian la violencia.