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‘País Vasco y Libertad’: radiografía de la banda terrorista ETA

La organización terrorista ETA estuvo activa entre 1958 y 2018, aunque abandonó la lucha armada en 2011. A sus espaldas carga con 3500 atentados y 864 muertes

‘Es tiempo de mirar al futuro con esperanza. Es tiempo también de actuar con responsabilidad y valentía. Por todo ello, ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada’. Con estas palabras se anunciaba, en un comunicado del 20 de octubre de 2011, que la banda terrorista ETA abandonaba la vía de la violencia y rechazaba la lucha armada. Se llegaba así a uno de los capítulos (no el último) más esperados de la historia reciente de España. Después de casi cincuenta años, los años del terrorismo vasco llegaban a su fin
Creada en 1958 por las ramas más jóvenes y radicales del PNV, ETA planteaba una dirección mucho más directa y contundente con la que combatir la dictadura franquista y, ya puestos, lograr la independencia del territorio de Euskal Herria y expulsar a las fuerzas de ocupación españolistas. Del vandalismo y las pintadas se pasó rápidamente al sabotaje y en 1968 llegó el primer muerto. Para entonces, ETA ya había optado por la vía de las armas y sus miembros estaban convencidos de que solo así se podría luchar por la libertad que tanto decían ansiar. Sin embargo, la caída de la dictadura y la llegada de la democracia no fueron razones suficientes para desistir de la violencia sino que, al contrario, la organización intensificó sus actividades y llevó a cabo atentados más letales, asesinatos selectivos y secuestros. En el País Vasco, la sociedad se dividía entre quienes callaban por convicción y quienes lo hacían por miedo.
ETA funcionó durante décadas como una auténtica organización terrorista y criminal con conexiones en el extranjero, un amplio entramado de blanqueo de dinero y extorsión con el que se financiaban y muy pocos escrúpulos a la hora de actuar. Entre sus víctimas se encuentran políticos de distinto nivel (desde concejales hasta el presidente del gobierno Carrero Blanco), periodistas, detractores, policías y militares (la mayoría) y cientos de civiles inocentes que pasaron a engrosas esa triste lista llamada ‘daños colaterales’ en los atentados. Si bien afirmaban defender unos principios políticos, el uso constante de la violencia y el terror acabó por desacreditarlos y poner en su contra a una amplísima mayoría de la población española, así como a las instituciones y otra clase de organismos.
En 2011, ETA anunció que abandonaba el uso de la violencia y en 2018 la organización fue disuelta en su totalidad. Terminaba así una de las etapas más oscuras de España; una etapa que todavía tenía heridas que cerrar.

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