¿Cuál podríamos considerar que es el género narrativo más universal? Esa clase de historias que no importa cuánto tiempo pase o cuántas veces se repitan, siguen poniéndonos los pelos de punta y dejándonos con ganas de más. Algunos, como Joseph Campbell, dirían que ese título corresponde al llamado ‘viaje del héroe’ o monomito, pero es probable que las historias carnales, de romance y pasión, sean todavía más comunes y universales.
Uno no tiene más que recurrir a algunas de las novelas, obras de teatro, películas o series más famosas de todos los tiempos para darse cuenta de que el amor es una constante. Aunque el núcleo de la historia que se nos cuenta esté más centrado en las aventuras, el misterio o el drama humano al desnudo, siempre queda hueco para una buena dosis de amor. Hasta cierto punto, podríamos pensar que es lógico, ya que son unos sentimientos muy humanos que todos podemos llegar a comprender y que, bien tratados, pueden llegar a ofrecer nuevas facetas de los personajes. Estas historias tienen tanta importancia que, en muchos relatos míticos, incluso la propia creación del mundo y de la humanidad tiene su origen en una relación amorosa.
Las viejas leyendas están plagadas de ellas, sin importar en qué cultura o momento histórico nos fijemos. No hay más que ver que la mayoría de las historias que se conocen y se siguen contando sobre Zeus, el dios más importante del Olimpo, tienen que ver con sus líos de faldas y escarceos amorosos. Es posible que, ateniéndonos a lo que sabemos de estos mitos, no debamos hablar de amor en el caso de Zeus sino de pasión o deseo, al igual que tampoco podemos decir que Hércules amara a las cincuenta mujeres con las que yació y de cuya unión nacieron las heráclidas. Pero existen muchos otros ejemplos en los que se llega más allá que la simple atracción carnal y encontramos verdaderas historias de amor, respeto y cariño.
En esta galería hemos recopilado algunos casos significativos de romances mitológicos.
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Orfeo y Eurídice
La historia de Orfeo y Eurídice es, probablemente, una de las más puras y tiernas de las que se pueden encontrar en la mitología grecolatina. Orfeo era hijo de Apolo y Calíope y, por lo tanto, poseía un don insuperable para la poesía y la música. Era tan diestro con la lira y sus versos tan hermosos que Eurídice se enamoró de él tras escucharlo y poco tiempo después se casaron. Por desgracia, la felicidad de la pareja duró poco ya que Eurídice murió tras ser mordida por una serpiente y Orfeo cayó en una profunda depresión. Desconsolado, decidió bajar al Inframundo para rescatar a su esposa.Orfeo logró cruzar la laguna Estigia, calmar al can Cerbero con su música y llegar hasta la morada de Hades y Perséfone, a quienes pidió que le permitieran llevarse a su mujer. Ante su negativa inicial, Orfeo recurrió de nuevo a la música y la melodía que interpretó fue tan dulce que conmovió el corazón de los dioses y les llevó a ceder con una sola condición: Orfeo no podría mirar a Eurídice hasta que ambos hubieran abandonado el Inframundo. El músico aceptó y la pareja inició el camino de vuelta, pero Orfeo no pudo resistir la tentación y se giró para ver a su esposa antes de tiempo, haciendo que esta desapareciera para siempre.
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Afrodita y Adonis
La diosa del amor era una mujer fogosa y que disfrutaba de su sexualidad con numerosos amantes, tanto divinos como mortales, pero las historias nos cuentan que hubo uno al que amó especialmente. Adonis, hijo de Mirra y del rey Tías, nació cuando su madre fue convertida en árbol para protegerla de su padre, y fue llevado por Afrodita al Inframundo para que Perséfone cuidara de él lejos de la vista y el deseo de las demás diosas. El joven creció y se convirtió en un hombre de extraordinaria belleza del cual se enamoraron tanto Perséfone como Afrodita, que acabaron compitiendo por él e intentando ganarse su amor.Perséfone, despechada al comprobar que Adonis prefería a Afrodita, le contó su relación a Ares (el amante habitual de la diosa) y este mató al joven convirtiéndose en un monstruoso jabalí. Las lágrimas de Afrodita nunca fueron tan amargas ni tan sinceras.
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Cupido y Psique
Psique era una mortal cuyo nombre se empezó a escuchar en toda Grecia debido a su inmensa belleza, de la que los hombres decían que superaba a la de la mismísima Venus. Molesta por esto, la diosa encargó a su hijo Cupido que disparara una de sus flechas a Psique e hiciera que se enamorara de una persona vil y de clase baja, pero el arquero alado quedó prendado de la muchacha y la tomó como amante. Siempre se veían a oscuras, pero una noche Psique encendió una lámpara de aceite y descubrió que había estado yaciendo con Cupido, lo que enfureció al dios y le impulsó a abandonar a la joven.Psique estaba perdidamente enamorada de Cupido, por lo que decidió emprender una búsqueda incansable para encontrarlo y volver a estar juntos. Este viaje acabaría llevándola hasta el mismísimo Inframundo, de donde Cupido la salvaría conmovido por su amor y empeño.
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Deméter y Yasión
Yasión, hijo de Zeus y Electra, y Deméter, diosa de la cosecha, se conocieron en la boda de Cadmo y Harmonia (los dioses del Olimpo no se perdían una). Tía y sobrino se enamoraron y esa misma noche mantuvieron relaciones en un campo arado pero, ya fuese por celos o porque pensaba que el derecho a estar con mortales era solo suyo, Zeus encolerizó al enterarse de esta relación. Una de las versiones de la historia afirma que el señor del Olimpo fulminó a Yasión con un rayo, matándolo al instante. Tiempo después, Zeus mantendría relaciones con Deméter y de su unión nacería la hermosa Perséfone.
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Apolo y Dafne
Puede que sea una de las historias de amor más conocidas de la Antigua Grecia, pero se trata de un amor no correspondido.Cansado de que Apolo se burlara de su habilidad como arquero, Cupido hizo que el dios dorado se enamorara hasta las trancas de la ninfa Dafne y que esta despreciara a Apolo. Comenzó así una persecución en la que el dios intentaba atrapar a la ninfa para hacerla suya mientras esta huía rechazándolo constantemente pero sin que sus palabras fueran escuchadas. Al final, la ninfa llegó agotada hasta el Ladón y pidió ayuda a su padre, el dios que moraba aquel río, quien decidió convertirla en un laurel para poder escapar de la locura del dios. Apolo llegó justo a tiempo para ver a su ‘amada’ convertirse en un hermoso árbol y, desde ese momento, juró que las hojas de laurel serían su símbolo y coronarían la cabeza de los grandes artistas y atletas.
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Helena y Paris
Probablemente se trate del casus belli más famoso de todos los tiempos. Al príncipe Paris se le encomendó la tarea de decidir qué diosa (Hera, Afrodita o Atenea) era la más hermosa del Olimpo. Las tres intentaron sobornar a Paris y al final este se decantó por Afrodita, que le había prometido el amor de la mujer más hermosa del mundo. Durante una visita diplomática a Esparta Paris conoció a Helena, esposa de Menelao, y ambos se enamoraron perdidamente y decidieron fugarse juntos. Este agravio contra el rey espartano hizo que diez mil naves aqueas zarparan hacia Troya para emprender una guerra que se alargaría durante una década.Es curioso saber que, mientras que Paris murió en Troya a manos del héroe Filoctetes, Helena salvó la vida al presentarse totalmente desnuda ante Menelao, que volvió a enamorarse de su belleza y le perdonó la vida.
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Penélope y Ulises
La figura de Penélope fue, durante siglos, utilizada como un ejemplo de todo lo que una buena esposa debía ser. La pareja se separó cuando Ulises fue convocado por Agamenón para luchar en Troya y pasaron veinte años (diez de guerra y diez del viaje de regreso) sufriendo la ausencia del otro, al menos así era para Penélope. Mientras la reina de Ítaca tenía que soportar los desprecios de su hijo Telémaco y el acoso de los pretendientes que invadían su casa y devoraban su comida, Ulises vivió toda clase de aventuras en su odisea y no tuvo problemas en yacer con otras mujeres cuando surgió la ocasión (Calipso, Circe y probablemente la princesa Naussica). Su historia termina con la muerte de los pretendientes y el reencuentro de la pareja, que renueva su amor.
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Acis y Galatea
Galatea era una nereida, una ninfa acuática de extrema belleza que vivía en la isla de Sicilia. Allí conoció a Acis, un pastor mortal que se enamoró de la ninfa. Lamentablemente, a Galatea también la cortejaba el cíclope Polifemo, un gigante de un solo ojo tan cruel y brutal como feo. Polifemo seguía a la pareja desde la distancia, tanto porque era la única forma que tenía de estar cerca de Galatea como para asegurarse de que la cosa no iba a más; pero un día que el cíclope los perdió de vista los amantes aprovecharon para mantener relaciones y dormir abrazados en el bosque. Al amanecer, Polfemo los encontró y encolerizó, persiguiéndolos ciego de ira y arrojando una enorme roca contra Acis. El pastor fue aplastado y murió en el acto.Se dice que, ante los inconsolables llantos de Galatea por la muerte de su amado, algún dios se conmovió y unió las lágrimas de la nereida y la sangre del joven en un caudaloso río que todavía hoy lleva el nombre del pastor.
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Perseo y Andrómeda
Perseo y Andrómeda se conocieron cuando el primero volvía a Sérifos después de haber decapitado a la Gorgona Medusa. La joven estaba encadenada a un poste frente al mar, esperando a que una monstruosa criatura emergiera de entre las aguas y la devorara para pagar así por la arrogancia de su madre Calíope. Perseo prometió salvar a Andrómeda y matar a la criatura a cambio de que se desposara con él y, tras un intenso combate, el héroe de Argos logró cumplir su misión y se desposó con la hermosa joven. Perseo y Andrómeda serían los abuelos de Anfitrión, rey de Tirinto y padrastro del gran héroe Hércules.
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Freyr y Gerd
El poema Skírnismál nos cuenta que, un día en que Odín se había ausentado de Asgard, el dios Freyr se sentó en su trono para observar qué pasaba en los Nueve Reinos. Su mirada acabó recayendo sobre Jotunheim, el mundo de los gigantes, donde vio a la hermosa Gerd y se enamoró de ella. Las relaciones entre los Aesir y los jotun estaban prohibidas (salvo cuando convenía a Odín, que para eso era el Padre de Todos), por lo que la pena de aquel amor imposible consumió poco a poco a Freyr. Skínir, su sirviente, se ofreció a consolar al dios y viajó a Jotunheim para cortejar a la giganta, pero esta lo rechazó hasta que Skínir amenazó con maldecirla con toda clase de desdichas si despreciaba a Freyr.Gerd terminó por aceptar reunirse con el dios y, tras una segunda etapa de cortejo, accedió casarse con él. Para convenceral, Freyr tuvo que renunciar a su arma predilecta, una espada mágica indestructible que luchaba sola. La relación de Gerd y Freyr acabaría teniendo graves consecuencias para el Aesir ya que, durante el Ragnarök, se enfrentaría al demonio de fuego Surtr y sucumbiría al faltarle su espada.
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Isis y Osiris
Isis y Osiris eran dos de las deidades más importantes del Antiguo Egipto. Hermanos de nacimiento, se enamoraron y convirtieron en esposos para gobernar juntos sobre dioses y mortales, haciendo que su otro hermano, Seth, sucumbiera a la envidia y los celos.El dios en discordia organizó un festín y ofreció un sarcófago de oro como regalo para aquel que encajara en su interior. Los invitados fueron probando pero el único que entró fue Osiris, a quien su hermano encerró en el sarcófago antes de arrojarlo al río Nilo. Isis emprendió entonces una búsqueda incansable de su marido, al que logró encontró en Biblos y con cuyo cuerpo tuvo relaciones de las que nacería el dios Horus. Seth se enteró de que Osiris había vuelto a la vida, por lo que decidió buscarlo y descuartizarlo, enviando los trozos a distintos lugares del mundo. Isis consiguió dar con todas las partes de su marido y las enterró, convirtiendo a Osiris en el dios del más allá.
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Popocatépetl e Iztaccíhuatl
Cuenta la leyenda mexica que la princesa Iztaccíhuatl y el guerrero Popocatépetl estaban profundamente enamorados, pero la diferencia de clases sociales a la que pertenecían dificultaba su amor. Necesitando del coraje y la destreza de Popocatépetl para una guerra que se avecinaba, el padre de Iztaccíhuatl prometió al guerrero la mano de su hija si marchaba al combate y volvía sano y salvo. El amante aceptó el trato y luchó mejor que ningún otro, esperando el momento en que volvería a ver a la dueña de su corazón, pero en su ausencia, un rival de Popocatépetl le dijo a Iztaccíhuatl que el guerrero había caído y esta murió de pena.A su regreso, Popocatépetl se enteró de la noticia y, desconsolado, exhumó el cadáver de Iztaccíhuatl y lo llevó al templo para ofrecer sus cuerpos a los dioses. Estos, apiadándose de su tragedia los cubrieron de una densa columna de humo y los convirtieron en una montaña (conocida en la actualidad como la montaña de la Mujer Dormida) para que nadie volviera a separarlos.
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Altair y Vega
Este mito tiene su origen en China pero está muy extendido, contando con versiones similares en Japón, Corea y numerosos países europeos.Se dice que Vega era la princesa más hermosa que el mundo había visto jamás, famosa por su talento como tejedora. Estaba enamorada de Altair, un joven y apuesto pastor de ganado, pero su padre no aprobaba aquella relación y decidió separar a los amantes con el río de la Vía Láctea. Sin embargo, la séptima noche del séptimo mes, Altair y Vega se encontraban a ambas orillas de la Vía Láctea y el llanto de Vega era tan tierno que las urracas se compadecían de ellos, subían al cielo y formaban un puente para que los amantes pudieran estar juntos.
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Los amantes mariposa
Esta leyenda de origen chino cuenta la historia de Zhu y Liang Shanbo. La primera era una joven de buena familia que decide saltarse las normas sociales de la época e ir a la escuela disfrazada de hombre. Allí conocería a Liang Shanbo, un hombre pobre del que Zhu queda prendida desde el momento en que lo ve. Ambos iniciarían primero una bonita amistad que se convertiría en amor cuando Liang descubre que Zhu es una mujer. El joven pidió formalmente la mano de Zhu pero su padre le rechaza por sus orígenes humildes, sumiendo a Liang en una profunda depresión que lo llevaría a la muerte.El día de la boda de Zhu con un hombre rico al que no amaba, una gran corriente de agua apareció de la nada y se llevó a la novia, arrastrándola hasta la tumba abierta de Liang. La joven entró voluntariamente en la brecha que se abría bajo sus pies y, al hacerlo, esta se cerró. Se dice que, poco después, dos bellas mariposas surgieron de la tierra y se marcharon volando, juntas.
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Sakura y Yohiro
Cuentan que, en un Japón destruido por la guerra y el odio, había un pequeño bosque que seguía brillando y al que ni el fuego ni la espada habían alcanzado. En él destacaba un árbol muy grande que, a pesar de ser todavía joven, nunca florecía. Un día, un espíritu del bosque se apareció ante ese árbol y le propuso un trato: durante veinte años tendría la capacidad de convertirse en hombre y árbol a placer para buscar una motivación, una alegría, que le hiciera florecer por fin, pero si no lo lograba volvería a ser un simple árbol para siempre.Un día en que el árbol paseaba bajo su forma humana, se cruzó con una hermosa mujer llamada Sakura, con la que entabló amistad y a la que visitó muy a menudo presentándose bajo el nombre de Yohiro (‘esperanza’). El día en que se cumplía el plazo, Yohiro confesó a Sakura el amor que sentía por ella pero esta guardó silencio un instante y Yohiro fue convertido en árbol de nuevo. La joven abrazó su fría corteza y reconoció que ella también lo amaba, pero ya era tarde. El espíritu del bosque se apiadó de ella y le ofreció seguir viviendo como una humana o fundirse con Yohiro y ser parte del árbol. Ella aceptó unirse a Yohiro y, al hacerlo, el árbol floreció. Yohiro y Sakura (‘flor de cerezo’) pudieron estar juntos para siempre.