La historia de España está llena de grandes mujeres que destacaron en un mundo de hombres y llegaron a ser artistas, profesionales y militares de prestigio
Usar el término ‘héroe’ para referirnos a X personas puede ser bastante amplio, ya que lo que parece haber ciertas diferencias entre lo que unos y otros consideran que es un héroe. Sin ninguna pretensión de llevar la razón ni promulgar verdades absolutas, nosotros entendemos como ‘héroe’ a aquella persona que realiza hazañas extraordinarias y se arriesga para defender unos principios por los que lucha.
Muchos personajes que nos ha legado la historia son considerados héroes y son muchos más los que merecen el título pero pasan desapercibidos entre las mareas del tiempo. Esta situación parece acentuarse todavía más cuando hablamos de mujeres, personas que fueron discriminadas por su sexo en su tiempo y cuya historia no se contó tan alto como la de sus compañeros masculinos. ¿Cuánto tardaría una persona cualquiera en nombrar a una decena de hombres en la historia de España que son considerados héroes? ¿Y cuánto tardaría si se le preguntase por mujeres? Por suerte, esta situación va corrigiéndose poco a poco y cada vez es más común encontrar libros, películas o documentales que saldan esta deuda histórica y sitúan a estas grandes mujeres en el lugar que les corresponde.
En esta galería hemos querido recopilar algunos casos destacados bajo el título de heroínas. Todas estas mujeres aquí reunidas hicieron grandes cosas en vida, siguieron sus sueños, demostraron valor y compromiso y desafiaron las expectativas que la sociedad de la época tenía para ellas. Desde Isabel de Castilla, bajo cuyo reinado nació el proyecto de España como país y una época de prosperidad única, pasando por las valientes que sangraron en la conquista del Nuevo Mundo o durante la Guerra de la Independencia hasta llegar a las mujeres que exigieron los mismos derechos y las mismas libertades que los hombres, esta galería es un homenaje a todos esos nombres que han pasado desapercibidos durante tantos años por absurdas cuestiones de género cuando nuestro deber histórico era recordarlos y admirarnos con sus logros.
Imagen: Wikimedia Commons
Isabel de Castilla
Tal vez este sea uno de los nombres más sonados de la historia de España. Isabel de Castilla fue una mujer fuera de la norma para la época, incluso teniendo en cuenta que recibió una educación muy esmerada como correspondía a una princesa. Si bien es posible que muchos nobles apoyasen sus pretensiones al trono porque pensaran que una mujer sería más manejable, la castellana destacó desde un primer momento por su carácter y firmeza, no dejándose amilanar ni siquiera por su propio marido, Fernando de Aragón. Bajo el reinado de Isabel, Castilla mejoró considerablemente su situación económica y política, emprendió una reestructuración del reino y protagonizó algunos momentos clave de la historia medieval española, como la toma de Granada o el primer viaje de Colón a América.
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María Pacheco
Apodada la ‘Leona de Castilla’, María Pacheco se convirtió en la última líder de la revuelta que los Comuneros emprendieron contra el rey Carlos I y sus predilecciones extranjeras en de 1520. Pacheco era la esposa de Juan de Padilla, uno de los cabecillas del levantamiento, a quien apoyó desde un principio. Tras enterarse de la derrota comunera en Villalar y la ejecución de su marido, María Pacheco asume el control de Toledo y convierte la ciudad en el último bastión de los comuneros, logrando resistir durante otros nueve meses. Tras un último alzamiento en 1522 mediante el que logran liberar a os presos del Alcázar de Toledo, María Pacheco escapa a Portugal disfrazada y gracias a la intercesión de algunos familiares del bando realista.
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María Pita
En 1589, una flota inglesa liderada por el antiguo corsario Francis Drake llegó a A Coruña para tomar la ciudad como parte de la contraofensiva promovida por Inglaterra para debilitar a España y las pretensiones de Felipe II sobre el trono de Portugal. Durante el asalto, los ingleses consiguieron abrir una brecha en las murallas de la ciudad vieja y penetrar en ella, pero allí se encontraron con la aguerrida defensa de un grupo de ciudadanos liderados por María Pita, la mujer de un oficial del ejército caído. Se dice que María, al saber que su marido había muerto, tomó su espada y recorrió las calles de A Coruña animando a sus conciudadanos a luchar al grito de ‘Quen teña honra, que me siga’ (‘Quien tenga honra, que me siga’). Se dice que María Pita mató en persona al alférez inglés que estaba dirigiendo el ataque, un pariente de Francis Drake, lo que desmotivó a las tropas y terminó por hacer que se retiraran.
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Inés Suárez
Valiente, astuta y dispuesta a salir adelante y vivir bajo sus propias normas. Así era Inés Suárez, la extremeña que viajó al Nuevo Mundo buscando a su marido desaparecido y acabó por unirse a la expedición que conquistaría Chile. Amante y confidente de Diego de Almagro, Inés Suárez solía vestir armadura y portar espada como cualquier otro soldado y jugó un papel clave en la defensa de Santiago, donde dio muestras de su sangre fría al ejecutar y decapitar a los prisioneros para desmotivar a los asaltantes que estaban allí para rescatarlos. Inés Suárez acabaría por alejarse de Valdivia para que este salvase su carrera y se casaría con Rodrigo de Quiroga, que llegó a ser gobernador.
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Catalina de Erauso
Casi todo lo que sabemos de Catalina de Erauso nos llega de su propia pluma en forma de memorial que envió al rey Felipe IV para que le concediera una pensión La llamada ‘monja alférez’ entró en un convento a los cuatro años y allí permaneció hasta los quince, cuando huyó disfrazada de hombre y haciéndose llamar Francisco de Loyola. Tras varias idas y venidas, acabó viajando al Nuevo Mundo y alistándose en una expedición para combatir contra los indios mapuches del sur de Chile. Pendenciera, jugadora empedernida y de ánimo irascible, Catalina de Erauso tenía la costumbre de resolver toda clase de trifulcas con la punta de su espada o el filo de una navaja, lo que a la larga la llevó a prisión en numerosas ocasiones. Solo reveló su verdadera identidad como forma de salvar la vida y se convirtió en una auténtica celebridad de la época, siendo recibida por personajes tan ilustres como el rey Felipe IV o el papa Urbano VIII.
Batalla de Cabo San Vicente. Imagen: Wikimedia Commons
Ana María de Soto
Ana María de Soto, natural de un pueblo de Córdoba, fue la primera mujer que sirvió en los Batallones de la Marina. Con apenas dieciséis años, en 1793, se hizo pasar por hombre y pasó a engrosar las filas de la 6ª compañía del batallón de marina nº 11 bajo el nombre de Antonio de Soto. Ana María participó en la batalla del Cabo San Vicente y en la defensa de Cádiz de 1797. Cuando su engaño fue descubierto tras un examen médico rutinario, los oficiales al mando la desembarcaron y ella pidió la licencia total de la Marina. La sorpresa llegó cuando el rey Carlos IV, enterado de su historia, le concedió un gran reconocimiento al nombrarla sargento, otorgarle una pensión vitalicia y permitirle vestir los colores de los batallones de marina y sus condecoraciones.
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Manuela Malasaña
Manuela Malasaña fue una de las primeras mártires de la lucha contra las tropas napoleónicas. Esta joven costurera, curiosamente hija de un panadero de origen francés, se unió a los madrileños durante el alzamiento del dos de mayo de 1808 y murió ese mismo día a manos de los invasores. Existen dos versiones sobre su muerte: la primera afirma que cayó junto a su padre mientras ambos defendían el cuartel de artillería de Monteleón (hoy plaza del 2 de mayo) y en la segunda, Manuela habría sido interceptada por un soldado francés al intentar volver a su casa y lo habría apuñalado con sus tijeras, siendo apresada y fusilada poco después.
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Agustina de Aragón
También conocida como ‘la Artillera’, Agustina de Aragón fue una de esas heroínas improvisadas que surgieron durante la Guerra de Independencia contra los franceses. Agustina estaba casada con el cabo de artillería Joan Roca i Villaseca y, al empezar la guerra, decidió seguir a su marido allí donde este fuese destinado, llegando ambos a Zaragoza en los primeros meses de contienda. Durante el sitio a la ciudad en julio de 1808, Agustina tomó la mecha de las manos de un soldado herido y abrió fuego contra las tropas napoleónicas que intentaban entrar en Zaragoza por la puerta del Portillo, frenando su avance y dando tiempo a los defensores para retomar las posiciones. Esta hazaña la convirtió en un símbolo de lucha, fue nombrada subteniente por el general Palafox y, al acabar la guerra, recibió un complemento a su pensión por orden del mismísimo Fernando VII.
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Mariana Pineda
Mariana Pineda fue uno de los muchos casos de represión y revanchismo absurdo que Fernando VII llevó a cabo contra los liberales españoles (que habían luchado por el contra los franceses) durante la llamada Década Ominosa. Natural de Granada, la joven Mariana tuvo una infancia complicada de la que salió como buenamente pudo. Durante los primeros años de la Década Ominosa (1823-1833), Mariana abrazó los ideales del liberalismo y la lucha por las libertades populares acogiendo a prófugos y represaliados a los que ayudaba a esconderse o a huir del país. Una carta que la vinculaba con Gibraltar puso el foco de atención sobre ella y cuando la policía registró su casa encontró una bandera con la proclama ‘Ley, Libertad, Igualdad’, lo que fue motivo suficiente para su arresto. Mariana Pineda fue encerrada en la ‘cárcel de mujeres de mala vida’ y ejecutada mediante garrote vil en mayo de 1831, cuando solo tenía 26 años.
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Elena Maseras
María Elena Maseras fue la primera mujer española que asistió oficialmente a la universidad, sin tener que disfrazarse de hombre para ser admitida en los estudios. Tras completar el bachillerato de Artes, Maseras ingresó en Medicina en la Universidad de Barcelona y aprobó su examen de licenciatura con sobresaliente, a pesar de haber tenido que esperar tres años a que se completaran los trámites burocráticos por ser mujer. Las trabas con las que fue encontrándose a lo largo del camino la desanimaron y Elena optó por ejercer su otra gran vocación, la enseñanza. Como maestra, Elena Maseras aplicó sus conocimientos en medicina divulgando y fomentando ciertas medidas de higiene.
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Concepción Arenal
Periodista, escritora, pensadora y activista experta en Derecho, Concepción Arenal fue una de las grandes mujeres que nos dejó el siglo XIX español. Asistió a la Universidad Central de Madrid disfrazada de hombre pero sus excelentes resultados académicos y su inteligencia lograron que el rector autorizara sus estudios una vez fue descubierto el engaño. A lo largo de su vida se dedicó a denunciar las injusticias y la mala situación vividas en las prisiones españoles o en las casas de salud, así como la injusta y discriminatoria situación a la que estaban sometidas las mujeres españolas. Es considerada precursora del movimiento feminista en España.
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María Bernaldo de Quirós
A finales de 1928, María Bernaldo de Quirós se convirtió en una pionera de la aviación española al ser la primera mujer que recibía la licencia de piloto por la Escuela Nacional Aeronáutica. La aviación había comenzado su andadura en España menos de una década antes, por lo que todavía era algo novedoso y bastante reservado para el sector masculino, pero eso no frenó a María, quien logró su sueño a pesar del rechazo y desprecio de sus compañeros. María Bernaldo participó en numerosos espectáculos aéreos en el norte de España y recibió el título de dama-enfermera de la Cruz Roja de manos de la reina Victoria y la insignia de aviación militar del Real Aero Club.
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Maruja Mallo
Ana María Gómez González, más conocida como Maruja Mallo, fue una pintora surrealista española cuya obra se enmarca en la Generación del 27. Miembro de las ‘sinsombrero’, comenzó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, institución que abandonó como protesta por sus encorsetadas normas de conducta pero que le permitió conocer a grandes genios de la época como Salvador Dalí. Maruja Mallo trabó amistad con Alberti, Lorca o Miguel Hernández y se esforzó por vivir y pintar siempre bajo un único lema: libertad total. Al estallar la Guerra Civil se exilió a París y después se trasladó un tiempo a Nueva York y ambas ciudades supieron reconocer y alabar su trabajo como artista.
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