La Guerra de Independencia, el pueblo español contra Napoleón
Entre 1808 y 1814, España emprendió una ardua lucha contra los invasores franceses donde unos guerrilleros desarrapados vencieron al ejército más poderoso de Europa.
“Los españoles todos se comportaron como un solo hombre de honor. Enfoqué mal el asunto ese; la inmoralidad debió resultar demasiado patente; la injusticia demasiado cínica y todo ello harto malo, puesto que he sucumbido”. Así hablaba Napoleón Bonaparte en sus últimos días, desterrado en la isla de Santa Elena y con tiempo de sobra para reflexionar sobre su vida. Son muchos los historiadores que coinciden en señalar (y el propio Napoleón parecía estar de acuerdo) que el mayor error que cometió el corso durante sus campañas por Europa fue la invasión de España, un país que él creía lleno de borregos manejables y cuyo espíritu indómito le trajo de cabeza durante años.
Tal vez el problema radicase en que, antes del comienzo de la guerra, Napoleón solo había tratado con los gobernantes españoles. Manuel Godoy, Carlos IV y Fernando VII no eran las personas más brillantes de su tiempo y el emperador francés debió pensar que el resto del país sería tan inútil como estos tres elementos aquí nombrados. La realidad, sin embargo, fue muy distinta, ya que el grueso de los españoles nunca estuvo conforme con la presencia francesa en el país y pelearon con uñas y dientes, con cuchillos y palos, para defender su libertad y su independencia. Todo parecía estar en su contra (estaban desorganizados, peor equipados, en inferioridad numérica y enfrentaban a voluntarios y guerrilleros contra soldados profesionales) pero al final encontraron la forma de luchar, hacerles frente y vencer.
La Guerra de la Independencia supuso la entrada de España en la Edad Contemporánea, la implantación de las ideas liberales y el cuestionamiento del modelo absolutista y la creación de la primera Carta Magna del país. También fue un incordio y un enorme problema para Napoleón, que dedicó muchos más hombres y recursos a esta guerra de lo esperado, haciendo que a la larga su posición se resintiera en todos los frentes. Pero España no luchaba por odio hacia Napoleón, ni por los países del resto de Europa; ni siquiera por el ‘Deseado’ Fernando VII. Como dijo Jovellanos, España ‘lidia por sus propios derechos (…) En una palabra: España lidia por su Libertad’.
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¿Quién gobernaba en España?
Desde 1788, el trono español lo ocupaba Carlos IV de Borbón, hijo de Carlos III que poco tenía que ver con su padre. Mientras este había sido un gobernante muy activo e implicado en las políticas que implantaba y en conocer la situación de su país, Carlos IV era un líder inepto y sin carácter que prefería delegar en sus ministros. Desde noviembre de 1792, el poder de facto en España lo ostentaba Manuel Godoy, un hombre de ambición desmedida que se había ganado el favor de la reina (se dice que eran amantes).
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Las relaciones franco-españolas
La presencia de reyes Borbones tanto en España como en Francia desde principios del siglo XVIII hizo que estos dos países (enemigos históricos) se convirtieran en estrechos aliados. Cuando estalló la Revolución Francesa y Luis XVI fue guillotinado, España intentó bloquear la entrada de cualquier ideal revolucionario y se unió a una coalición de países europeos absolutistas para enfrentarse a Francia, pero fue derrotada y tuvo que capitular en 1795 con la Paz de Basilea. Manuel Godoy quiso apostar por ‘el caballo ganador’ y volvió a aliarse con Francia, haciendo de España un simple pelele a la llegada de un líder tan astuto como Napoleón Bonaparte. El corso supo utilizar las pretensiones del favorito para sus propios planes.
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Trafalgar
En octubre de 1805, con el beneplácito de Godoy, una flotilla española se unió a una francesa para atacar Inglaterra. El plan era que esta fuerza conjunta atrajera a los barcos ingleses del Canal de la Mancha y dejaran el paso libre para que Napoleón pudiera lanzar una invasión a gran escala contra la pérfida Albión. Un fallo de coordinación hizo que la flota franco-española tuviera que refugiarse en Cádiz, donde los esperaban las naves de Horatio Nelson para cortarles el paso. El oficial francés al mando de la misión, Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, desoyó todos los consejos y el propio sentido común y salió a combatir, provocando así la destrucción casi total de la flota (solo sobrevivieron diez barcos) y una masacre de más de 5000 muertos. La ambición de Godoy y la estupidez de Villeneuve habían costado a España gran parte de sus navíos de combate y la vida de muchos valientes.
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La excusa de Portugal
Parece que Manuel Godoy no aprendió la lección después de lo sucedido en Trafalgar y siguió confiando en Napoleón y aceptando todos sus planes. En 1807, con la excusa de querer invadir Portugal por haberse saltado el bloqueo comercial impuesto por Francia contra Gran Bretaña, Napoleón solicitó a Carlos IV y su valido que permitiera a sus ejércitos atravesar España para invadir el país luso. El Tratado de Fontainebleau (1807) autorizaba a un ejército extranjero a entrar en España y moverse libremente por su territorio.
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Disputas reales
Las cosas no iban bien en palacio. El príncipe Fernando odiaba a Manuel Godoy y tampoco es que tuviera en gran estima a su señor padre. El fracaso de Trafalgar y el malestar generado en todo el país tras la firma del Tratado de Fontainebleau y la entrada de tropas francesas hizo que, en marzo de 1808, el heredero se aliara con miembros del clero y de la nobleza para quitarse de en medio a Godoy en el llamado Motín de Aranjuez. El favorito perdió su puesto privilegiado y tuvo que exiliarse para salvar la vida, pero el golpe palaciego también se llevó por delante a Carlos IV, que abdicó en su hijo y se marchó a Francia.
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Los sucesos de Bayona
Napoleón vio una oportunidad de oro y no dudó en aprovechar la inestabilidad política que reinaba en el país para sacarle partido. Dibujándose como una especie de mediador imparcial o terapeuta de familia, Bonaparte reunió a Carlos IV y Fernando VII en Bayona entre el 21 de abril y el 10 de mayo de 1808. Allí, consiguió que Fernando VII le devolviera la corona a su padre y que este, a su vez, renunciara a ella para entregársela a José Bonaparte, hermano del corso.
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Viaje familiar
Era la primera hora de la mañana del 2 de mayo de 1808. Una muchedumbre, curiosa y escéptica ante la presencia francesa, se agolpaba frente a las puertas del Palacio Real de Madrid. De pronto, estos espectadores, hasta entonces mudos, vieron cómo los galos sacaban de la residencia real a la reina María Luisa de Palma y al hijo menor de Carlos IV, Francisco de Paula. José Blas de Molina, un cerrajero que había participado en el Motín de Aranjuez, gritó ‘¡Traición! ¡Que nos lo llevan!’. El momento de callar y bajar la cabeza había pasado.
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¡A las armas, Madrid!
La explosión fue repentina, espontánea y estruendosa. El pueblo madrileño, armado con lo que tenía a mano (armas de fuego, cuchillos, garrotes o arrojando macetas desde los balcones) emprendió una lucha a muerte contra los soldados napoleónicos, el mejor ejército de la época, en defensa de sus monarcas y de su libertad. La ciudad entera se convirtió en un devastador campo de batalla en el que los madrileños de a pie, meros civiles, fueron la vanguardia de la lucha ya que se había dado orden al ejército de que no atacase a los franceses y solo unos cuantos oficiales y sus tropas se posicionaron del lado de los madrileños. La lucha se extendió hasta el 3 de mayo y terminó con la victoria de los franceses y una durísima represión, inmortalizada para la posteridad en Los fusilamientos de Francisco de Goya.Con todo, la noticia del alzamiento de Madrid corrió como la pólvora y en poco tiempo, de forma completamente descoordinada, España entera tomó las armas y se dispuso a luchar contra el invasor. Había comenzado la Guerra de Independencia.
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Héroes populares
Como se ha dicho, la lucha contra los franceses estuvo encabezada por el pueblo y esto hizo que muchas personas anónimas pasaran a la historia como héroes nacionales y, en muchos casos, como mártires. Solo en el alzamiento de Madrid encontramos a Manuela Malasaña, una costurera que luchó junto a su padre y murió fusilada, o a Luis Daoiz y Pedro Velarde, militares que arrebataron el parque de artillería de Monteleón a los franceses, entregaron armas a los madrileños y murieron defendiendo su posición. Otro personaje destacado de la Guerra de Independencia sería Juan Martín Díez, el Empecinado, un vallisoletano que comenzó robando correos francés en la ruta que unía Burgos y Madrid y acabó convirtiéndose en uno de los líderes políticos y militares más importantes de la lucha española.
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Los bandos
La Guerra de la Independencia fue uno de esos conflictos tipo ‘David contra Goliath’; un bando está en clara desventaja pero al final logra sobreponerse a las dificultades y vencer.Napoleón llegó a destinar a 300 000 hombres para la guerra en España. Soldados de élite bien equipados y con un buen entrenamiento que estaban causando el terror en toda Europa y que, para el estallido de la Guerra de la Independencia, no habían sido derrotados nunca. El contingente de Napoleón estaba formado por tropas de todos los rincones de su imperio, entre los que podríamos mencionar a los mamelucos, unidades de caballería procedentes de Egipto. Bonaparte también contó con el apoyo de algunos españoles que se posicionaron de su parte, los llamados afrancesados.Por otro lado, los españoles contaban con unas fuerzas de unos 100 000 hombres, que irían aumentando conforme avanzaba la contienda. La ocupación francesa del territorio impidió por un tiempo la existencia de un mando único y de una respuesta coordinada, por lo que durante los primeros momentos de la guerra los españoles se organizaron en focos de resistencia y emplearon técnicas de guerra de guerrillas para compensar su inferioridad numérica y armamentística. Además de militares de carrera, el bando español contó con una gran presencia de soldados voluntarios y recibió ayuda de los ingleses del duque de Wellington, que querían ponérselo difícil a Napoleón.
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El rey de copas VS El Deseado
Oficialmente, el rey de España durante la Guerra de Independencia fue José Bonaparte, hermano del propio Napoleón y a quien los españoles conocían como Pepe Botella. Como contraposición encontramos a Fernando VII, que estaba en el exilio y a quien los españoles reconocieron como rey legítimo al considerar que su abdicación en Bayona había sido forzada. Lo cierto es que la imagen de ambos reyes se vio distorsionada durante la Guerra de Independencia. Mientras que José Bonaparte fue caricaturizado como un borracho que solo quería someter a los españoles, Fernando VII se convirtió en ‘el Deseado’, garante de todas las libertades y protector del pueblo español.
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Primera etapa
La primera fase de la guerra, desde el alzamiento del 2 de mayo hasta finales de 1808, se caracterizó por los primeros éxitos del bando español. La situación en el país era caótica, las tropas napoleónicas no daban abasto a la hora de sofocar todas las rebeliones que se alzaron en aquellos días y tuvieron grandes dificultades para luchar contra las guerrillas, que aprovechaban su rápida movilidad, su conocimiento del terreno y el apoyo popular para atacar y desaparecer sin que los franceses tuvieran tiempo de responder. De esta etapa de la guerra se destaca el primer sitio de Zaragoza, ciudad clave ya que garantizaba el control del valle del Ebro.
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Bailén
Durante esta primera fase de la guerra tuvo lugar una de las batallas más importantes de toda la contienda, en gran parte debido a su carácter propagandístico. La batalla de Bailén tuvo lugar en julio de 1808 y en ella se enfrentaron 33 000 hombres del general francés Dupont contra unos 27 000 españoles (en su mayoría voluntarios) pertenecientes a las juntas locales de Sevilla y Granada. El terreno favorecía a los españoles, que supieron resistir en sus posiciones y desgastar a los franceses mientras las balas de cañón volaban por el aire y el agua (bien suministrada a los españoles por las mujeres de Bailén) se convertía en el bien más valioso del campo de batalla. Tras varios días de lucha y la negociación de unas condiciones bastante permisivas, Dupont se rindió ante el general Castaños.La victoria en Bailén trajo muchas consecuencias. En primer lugar, Andalucía se mantenía fuera del alcance francés y se abría una ruta hacia Madrid. José Bonaparte y sus afrancesados tuvieron que huir por miedo a que los españoles avanzaran sobre la capital. Bailén fue la primera derrota sufrida por los ejércitos napoleónicos en campo abierto y este hecho animó a los españoles a seguir con la lucha y a creer que realmente podían vencer, al tiempo que mandaba un mensaje al resto de Europa: Napoleón no era invencible. Tras enterarse de la noticia, el corso decidió entrar en España a la cabeza de su Grande Armée.
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Segunda etapa
La segunda etapa de la guerra da un vuelco debido a la entrada en escena de la Grande Armée, el ejército más poderoso de la época. Napoleón aseguró la posición de su hermano en Madrid y se marchó dejando al mando al general Soult, quien dirigiría la etapa de mayores éxitos para los franceses. Entre finales de 1808 y mediados de 1812, los franceses tomaron Zaragoza, Girona y se abrieron paso hacia Sierra Morena, dominando Andalucía tras la batalla de Ocaña. Los españoles se vieron ampliamente superados y sin apenas posibilidades de victoria si luchaban en campo abierto, por lo que las acciones guerrilleras tomaron todavía más importancia que antes y aceleraron su estrategia de acoso constante y desgaste. Es en estos años cuando el Empecinado o el navarro Francisco Espoz y Mina se hicieron un nombre.
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Las Cortes de Cádiz
Cádiz logró, en parte gracias al apoyo británico por mar, aguantar fuera del dominio francés durante toda la contienda. Esta situación excepcional hizo que la Junta Suprema Central y el Consejo de Regencia se situaran allí y la ciudad se convirtiera en el escenario de un hecho extraordinario: la convocatoria de las Cortes de Cádiz y la aprobación de la primera constitución de España, la Pepa.
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El final de la guerra
La última etapa de la guerra comenzó con una jugada forzada y muy arriesgada de Napoleón. El corso se vio obligado a retirar una parte importante de sus tropas en España para destinarlas a la invasión de Rusia. La situación resultó propicia para los españoles que, apoyados por la ofensiva lanzada desde Portugal por Wellington, pasaron al ataque y fueron recuperando territorio mientras los franceses se replegaban a marchas forzadas. Tras el fracaso de Napoleón en Rusia, el corso retiró todavía más tropas para garantizar la defensa de las fronteras del Imperio Francés. Soult, el último defensor, fue derrotado en la batalla de San Marcial de 1813 y ese mismo año, Napoleón repuso a Fernando VII como rey de España. La guerra había terminado.
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El regreso del 'Deseado'
Fernando VII entró a España a través de Cataluña en marzo de 1814. Las Cortes, de nuevo en Madrid, esperaban que el Deseado ratificara la constitución que habían creado e hiciera de España una monarquía parlamentaria, pero el rey tenía otros planes. A su llegada a Valencia, Fernando VII recibe el llamado Manifiesto de los persas, un documento en el que numerosos nobles le pedían restaurar el sistema absolutista previo a la invasión francesa, y varios miembros del ejército le mostraron su apoyo. Además, hay que tener en cuenta que Napoleón había sido derrotado en Leipzig y que las potencias absolutistas en Europa volvían a ocupar la posición de liderazgo en el continente.El 4 de mayo de ese mismo año, Fernando VII desacredita la autoridad de las Cortes, abole la Constitución de 1812 y suprime cualquier tipo de nueva libertad que se hubiera ganado durante la guerra.
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La triste realidad
Gran parte de los españoles que combatieron en la Guerra de Independencia eran liberales y creían que Fernando VII, al que tanto deseaban, sería el salvador que acabaría con el Antiguo Régimen y pondría fin a una de las etapas más nefastas de España. Lucharon por él tanto como por ellos mismos y le confiaron la responsabilidad y el honor de liderarlos una vez llegara la paz. La realidad fue bien distinta, ya que Fernando VII recuperó el sistema absolutista y se dedicó a perseguir a los liberales que habían sangrado por él y le habían devuelto el trono. Entre sus víctimas estaría el Empecinado o Rafael de Riego.
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