¿Qué peso tiene una única e insignificante persona en el transcurso de la historia? Si esa persona se llama Napoleón Bonaparte, mucho.
El pequeño corso nació en una familia noble venida a menos el mismo año en el que Córcega se agitaba intentando liberarse del yugo de sus nuevos amos, los franceses, los mismos amos para los que Napoleón trabajaría años y de quienes acabaría siendo su emperador. Formado en academias militares de prestigio, sufrió el rechazo de sus compañeros por su origen y aspecto pero supo sobreponerse a todo eso y destacar gracias a su inteligencia, su capacidad analítica y su dominio del arte de la guerra. Pasó por distintos rangos y luchó en muchos lugares, y en todos ellos sorprendió a propios y ajenos.
Tal vez fuera por su tamaño (medía 1,68m) o por su origen corso, pero lo cierto es que la mayor parte de los compatriotas que lo conocieron y tuvieron relación con él lo subestimaron. Fue enviado a lo que parecía una guerra sin futuro en Italia y volvió a Francia como un héroe de guerra que cargaba innumerables victorias y el cariño de su pueblo a sus espaldas. En 1799, como un Cayo Julio reencarnado, Napoleón dio un golpe de Estado y se hizo con el poder en Francia como uno de los tres cónsules de la nación. Cinco años después, ya era emperador omnipotente. Por las buenas o por las malas, fueron muchos los países europeos que se arrodillaron ante sus águilas imperiales.
Napoleón fue un genio en el campo de batalla. No solo modernizó y profesionalizó el ejército nacional, sino que lo reconstruyó según su propia idea y supo convertirlo en una máquina precisa y engrasada que (al menos al principio) cumplía su voluntad a la perfección y no tenía rival. Pero este Ícaro de Córcega voló demasiado cerca del sol. Su ambición lo llevó a mantener demasiados frentes abiertos, desafiar al señor Invierno y a intentar someter a un pueblo indómito que prefirió morir con plomo en las entrañas que vivir sometidos. El poder de Napoleón se esfumó y el corso acabó exiliado en una pequeña isla en el océano Atlántico.
Para sus enemigos fue un demonio imparable. Para sus aliados y conciudadanos, el líder que llevó a Francia a su momento de máximo esplendor. Para la historia, Napoleón Bonaparte fue un personaje complejo cuyo nombre sigue generando interés y admiración.
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Primeros años
Napoleone di Buonaparte, el nombre con el que fue bautizado, nació en Ajaccio (Córcega) el 15 de agosto de 1769. La isla, que había sido comprada por Francia a los genoveses, pasaría a formar parte del territorio galo el mismo año de nacimiento del pequeño corso. Napoleone fue el segundo de trece hijos que nacieron del matrimonio entre Carlo María Buonaparte, un abogado y miembro de la nobleza venido a menos, y María Letizia Ramolino. Su padre esgrimió su pasado aristocrático y consiguió que Napoleón y algunos de sus hermanos fueran aceptados en academias militares francesas.
Escuela Militar de París. Imagen: Wikimedia Commons
Formación militar
Aunque se dice que Napoleón destacaba desde niño por su inteligencia y carisma, sería en la Academia Militar de Brienne donde desarrollaría todas sus aptitudes. A pesar de que era despreciado por sus compañeros por su fuerte acento italiano y las dificultades que al principio tuvo con el idioma, Napoleón logró ganarse un lugar de respeto entre los cadetes y sus oficiales. Permaneció en Brienne hasta los 15 años y entonces se marchó a la capital francesa para finalizar sus estudios en la Escuela Militar de París, una de las más prestigiosas del país.
'La libertad guiando al pueblo', de Eugene DelaCroix. Imagen: Wikimedia Commons
Los ideales de la Revolución
Fue durante estos años de descubrimiento y aprendizaje, tal vez debido en parte al rechazo de sus compañeros de academia, cuando Napoleón se refugió en los libros. El corso destacó en ciencias como las Matemáticas y también se sumergió en la filosofía de algunos autores destacados de la época como Rousseau o Voltaire. Este contacto estrecho con las ideas ilustradas le llevó a plantearse algunos de los principios que la Revolución Francesa defendería más tarde, pero desde su propia perspectiva.
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Primeros pasos
Napoleón se graduó en 1785, mismo año en que muere su padre, y salió de la academia como Teniente Segundo de Artillería. Fue destinado a Valence, donde reafirma su talento para la estrategia y el liderazgo de la tropa. Con el estallido de la Revolución Francesa y una intentona independentista en Córcega, Napoleón apoya a los afrancesados y se ve obligado a huir de la isla para salvar la vida. Tras malvivir un tiempo en Marsella, Napoleón logró reincorporarse al ejército francés como capitán.
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Carrera en ascenso
Todo lo prometido por Napoleón durante sus años de formación se convirtió en realidad en 1793, cuando jugó un papel clave en el sitio de Tolón al repeler el ataque de la escuadra anglo-española e impedir que la plaza fuera tomada. En 1794, sin embargo, Napoleón fue encarcelado debido a su amistad con los Robespierre, que habían caído en desgracia tras el fin del llamado Terror. Al ser liberado, el corso probó suerte en las oficinas del Departamento de Operaciones, desde donde logró colarse en los salones de la política y la alta burguesía. Gracias a esto conocería a su primera esposa, Josefina, y se ganaría el favor de Paul Barras, un importante político de la época.
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Brillante estratega
Bajo la protección de Barras, Napoleón recuperó parcialmente su estatus y fue aumentando su renombre y su leyenda. En 1795 reprimió duramente un alzamiento popular en París (donde no dudó en usar sus cañones para defender las Tullerías) y en 1796 fue enviado a Italia, un frente que llevaba estancado mucho tiempo y en el que los franceses empezaban a tener problemas para hacer frente a austriacos y piamonteses.Napoleón llegó allí como un general inexperto, como un extranjero salido de ninguna parte, pero no tardó en imponer su voluntad. Su genialidad le hizo obtener sendas victorias desde un primer momento y el respeto con el que trataba a los soldados le hizo ganarse el respeto y la admiración de su tropa. En pocas semanas, Napoleón le dio la vuelta a la balanza y derrotó al enemigo, convirtiéndose en un héroe nacional para su pueblo. Todavía más interesante es saber que, después de vencer en el campo de batalla, Napoleón reorganizaba el territorio conquistado a voluntad y guiándose por su instinto más que por las indicaciones llegadas desde París.
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El problema de Inglaterra (y el problema de Napoleón)
En España se solían referir a Inglaterra como la ‘pérfida Albión’ y en Francia no es que le tuvieran mucho más cariño, que digamos. Las islas británicas eran el principal enemigo del país galo y su supremacía naval aseguraba la expansión de su imperio y la hacía prácticamente intocable. Pero por aquella época, la mayor preocupación del Directorio francés era el propio Napoleón Bonaparte, cuya fama no hacía más que aumentar y había demostrado ser muy independiente, hasta el punto de que los miembros del Directorio le sobraban.Queriendo alejarlo de París y quitárselo de en medio otra temporadita, los mandamases le propusieron que ideara un plan para invadir Inglaterra pero, sabiendo que esto resultaba imposible, Napoleón ofreció una alternativa: cortar las líneas de suministros británicas y su vía de comunicación con Oriente Medio invadiendo Egipto.
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La campaña de Egipto
La expedición francesa a Egipto comenzó en 1798 y estaba compuesta por más de 400 buques cargados hasta los topes de soldados, cañones, caballos, científicos y artistas. Napoleón llegó allí como un libertador que acabaría con el dominio otomano, pero esta maniobra no funcionó y tuvo que abrirse paso por el país a sangre y fuego. Obtuvo una importante victoria en la Batalla de las Pirámides, donde luchó con una clara desventaja numérica, pero se vio sorprendido por la flota de Horacio Nelson, que destruyó muchas de sus naves y estableció un bloqueo.Atrapado en Egipto, sin posibilidad real de expandir su influencia en la zona y con las nefastas noticias que le llegaban de Europa (la Segunda Coalición había arrebatado a Francia los territorios conquistados en Italia y el país estaba sumido en el caos) hicieron que Napoleón abandonara la campaña de Egipto y regresara a París para poner orden.
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El 18 de Brumario
El 9 de noviembre de 1799 (18 de Brumario según el calendario establecido tras la Revolución Francesa), Napoleón Bonaparte aprovechó la debilidad del Directorio y utilizó a sus tropas para dar un golpe de Estado. Este plan fue orquestado junto a Emmanuel-Joseph Sieyès y Roger Ducos, pero pronto se darían cuenta de que el corso tenía sus propios planes de los que ellos no formaban parte.
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De cónsul a emperador
El régimen surgido de este golpe de Estado era un consulado provisional con tres cabecillas. Napoleón, consciente de que contaba con el apoyo del ejército y del pueblo francés, se adelantó a sus compañeros cónsules y promulgó la Constitución del 1800 con la que aseguraba su elección como primer cónsul. Dos años más tarde, su cargo pasaría a ser el de cónsul vitalicio pero nada parecía ser suficiente para él.Las reformas sociales y económicas que llevó a cabo en Francia mejoraron considerablemente la situación de las clases populares y le valieron el amor incondicional de su pueblo. Además, el río de victorias militares de Napoleón seguía fluyendo sin que nadie pudiera pararlo. En 1804, tras una purga de opositores, Napoleón se proclamó emperador y se coronó a sí mismo el 2 de diciembre de 1804 en la catedral de Notre Dame y ante la sorprendida mirada del papa Pío VII.
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Las Guerras Napoleónicas
Se conoce bajo el nombre de Guerras Napoleónicas al conjunto de enfrentamientos militares en los que las potencias de Europa, reunidas bajo una coalición, se enfrentaron a la Francia de Napoleón para asegurar la prevalencia del modelo absolutista y devolver el mapa de Europa a la situación previa a la expansión de Francia. No existe un acuerdo sobre la fecha de comienzo de las Guerras Napoleónicas ya que hay quien lo sitúa en 1799 con la subida al poder de Napoleón y quien lo lleva a 1803, tras la declaración de guerra de Gran Bretaña a Francia. Lo que está claro es que terminaron en 1815 tras la derrota definitiva de Bonaparte en Waterloo.
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La Grande Armée
El ‘Gran Ejército’ es como Napoleón nombró al conjunto de sus fuerzas durante las Guerras Napoleónicas. Estaba compuesto por tropas de todos los territorios bajo mandato francés y sus principales unidades eran la caballería, la artillería, la infantería, la Guardia Imperial y el cuerpo de ingenieros. Los soldados de la Grande Armée eran los mejor formados del continente y dominaron los campos de batalla de Europa durante una década.
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Trafalgar
Como es natural, uno de los primeros objetivos de Napoleón en su guerra abierta por la dominación europea fue Gran Bretaña. La pérfida Albión era un obstáculo insalvable para el corso y la mayor de sus amenazas, por lo que decidió ir a por ella con la ayuda de España, que también se la tenía jurada. La idea de Napoleón era que una armada franco-española sirviera como señuelo para atraer a la armada británica que defendía el Canal de la Mancha y propiciar así una invasión naval en las islas británicas, pero lo cierto es que todo lo que pudo salir mal, salió mal.La ineptitud del mando francés desbarató el plan y la flota conjunta se encontró atrapada en Cádiz y combatiendo contra los poderosos buques del almirante Nelson. Desorganizados, en inferioridad numérica y armamentística y con un liderazgo nefasto, los franceses y españoles sufrieron una terrible derrota frente al cabo de Trafalgar.
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Austerlitz
En diciembre de 1805, menos de dos meses después del desastre de Trafalgar, Napoleón logró una de sus mayores victorias en Austerlitz (en la actual Moravia). Considerada como uno de los mejores ejemplos de táctica militar de toda la historia, las fuerzas francesas vencieron a la coalición de austriacos y rusos y pusieron fin al ataque de la Tercera Coalición. En Austerlitz, Napoleón ofreció al enemigo una imagen premeditada de debilidad y mala organización y lo forzó a actuar tal y como él deseaba, pudiendo responder a la perfección a sus movimientos y aniquilándolos. La derrota sufrida fue tal que Austria firmó un armisticio con Francia y abandonó la coalición.
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Enchufismo napoleónico
Los métodos y tácticas del Imperio Napoleónico recuerdan en muchos sentidos a los del Imperio Romano. Conforme sus fronteras se expandían, el corso se dedicaba a colocar a personas de su confianza y cuya lealtad estaba asegurada en posiciones de poder, de forma que todos sus territorios estuvieran vigilados de cerca. Sus hermanos son un ejemplo perfecto de esto: José Bonaparte fue nombrado rey de Nápoles (y más tarde de España), Luis acabó reinando en Holanda y a Jerónimo se le entregó el reino de Westfalia tras la victoria francesa sobre los prusianos.
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Guerra de Independencia en España
En 1807, con la excusa de invadir Portugal (aliada de Gran Bretaña, que estaba sometida a un duro bloqueo comercial), Napoleón introdujo sus tropas en España y las fue repartiendo por todo el país. Los españoles, que empezaban a estar molestos de ver tanta tropa extranjera en sus tierras, se alzaron en armas el 2 de mayo de 1808, cuando descubrieron que los franceses intentaban llevarse a la familia real. Así dio comienzo una guerra inusual y cuyo alcance fue totalmente inesperado, considerado uno de los grandes errores que cometió Napoleón y que le llevaron a la ruina.La Guerra de la Independencia fue encabezada por pequeñas células de resistencia en todo el territorio español que, mal equipados y sin demasiada organización, emplearon técnicas de guerrilla para acosar a los franceses y debilitarlos hasta poder plantarles cara. En julio de 1808 saltaron todas las alarmas: los ejércitos napoleónicos, invictos hasta entonces, habían sido derrotados por los españoles en Bailén.
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La campaña rusa
El otro gran fallo de Napoleón fue invadir Rusia. La guerra en España le estaba costando más tiempo y recursos de los que esperaba y abrir un nuevo frente en la otra punta del continente solo podía ocasionarle problemas. En el verano de 1812, el propio corso encabezó un ejército de más de 600 000 hombres y marchó hacia el este, confiado en que obtendría otra gran victoria. Aunque es cierto que la campaña rusa comenzó con numerosos éxitos y que los franceses incluso tomaron Moscú, la técnica rusa de huida constante y tierra quemada, dejándoles sin suministros para reabastecerse, acabó debilitando enormemente al ejército napoleónico. Cuando llegó el invierno, las tropas del corso no estaban preparadas y no tuvieron más remedio que retirarse dejando un sendero de cadáveres congelados a la espalda.
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Leipzig
Conocida como ‘Batalla de las Naciones’, la lucha que se libró en Leipzig entre los diezmados ejércitos napoleónicos y la Sexta Coalición supusieron la derrota definitiva del corso. Las potencias europeas habían recobrado el aliento y aprovecharon la clara debilidad de Francia tras lo sucedido en Rusia para lanzar una serie de ofensivas en las que, por fin, vencieron a Napoleón. La batalla tuvo lugar entre el 16 y el 19 de octubre de 1813 y en ella combatieron más de un millón de soldados de la Sexta Coalición (Reino Unido, Rusia, España, Portugal, Prusia, Austria y Suecia) contra unos cientos de miles de napoleónicos. La apabullante superioridad numérica acabó concediendo la victoria a la Sexta Coalición.
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Abdicación y primer exilio en Elba
Napoleón había estado en la cumbre pero se había caído (despeñado, más bien) y empezaba a quedarse sin salidas. Tras la derrota de Leipzig, el corso abdicó como emperador de Francia en Fontainebleau y se recluyó en la isla de Elba, entre Córcega e Italia. Francia vio restaurada el modelo absolutista derrocado durante la Revolución Francesa en la figura de Luis XVIII, perdió muchas de las conquistas sociales e ideológicas conseguidas y todo el territorio que Napoleón había conquistado. En el Congreso de Viena (1815), las potencias europeas acabaron con el legado napoleónico recuperando los territorios que habían perdido y acordaron defender las monarquías absolutistas de cualquier país a través de la Santa Alianza.
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Los Cien Días
Pero Napoleón todavía no había dicho su última palabra. En febrero de 1815, sabiendo que gran parte del ejército le seguía siendo fiel y que muchos franceses de a pie rechazaban la restauración borbónica, Bonaparte escapó de la isla de Elba y desembarcó en el sur de Francia, protagonizando un avance imparable hacia París en el que a cada paso sumaba nuevos aliados. Napoleón llegó a la capital francesa en marzo, sin haber disparado una sola bala y a la cabeza de más de 300 000 hombres entre soldados y voluntarios.Resulta muy curioso ver los titulares de esos días, ya que la prensa fue cambiando su tono conforme Napoleón avanzaba. En los primeros días, los periódicos insultaban y despreciaban a Napoleón y afirmaban que sería arrestado de inmediato. Cuanto más cerca estaba de París y más soldados se le unían, más suaves eran los artículos publicados y, al final, los periódicos lo aclamaban como a un libertador largo tiempo esperado.
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‘Waterloo /I was defeated, you won the war’
La noticia del regreso de Napoleón no sentó nada bien en Europa. Los antiguos miembros de la Coalición se movilizaron de inmediato y se prepararon para enfrentarse al corso y acabar con él de una vez por todas. El resultado de este intento napoleónico por dominar Europa y recuperar la gloria que le habían arrebatado fue bastante breve, terminando el 18 de junio de 1815 en la famosa batalla de Waterloo.
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Santa Elena
Napoleón volvió a París con las orejas agachadas. El pueblo seguía queriéndole y el ejército le respaldaba (aunque puede que un poco menos), pero las clases dirigentes y políticas le dieron la espalda. Las potencias europeas exigieron su arresto y Bonaparte fue llevado a la isla de Santa Elena, una roca perdida en medio del océano Atlántico donde no volvería a ocasionar problemas.
Tumba de Napoleón en Los Inválidos. Imagen: iStock Photo.
Muerte y entierro
Quien fuera el hombre más poderoso de Europa acabó sus días apartado del mundo y solo, con comodidades escasas y en un clima abundante en fuertes viento y humedad que debilitó su estado de salud. Napoleón Bonaparte murió el 5 de mayo de 1821 a causa de una úlcera péptica y aunque durante muchos años se barajó la posibilidad de que hubiera sido envenenado, esta fue descartada hace años.Su cuerpo fue enterrado en Santa Elena pero reclamado por el rey Luis Felipe I en un intento de ganarse el favor del pueblo. Los restos mortales de Napoleón fueron trasladados desde Santa Elena hasta Francia en el navío Belle-Poule y enterrados en el Palacio Nacional de los Inválidos de París, donde siguen ocupando un lugar de honor.
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