En 1984 tuvo lugar la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes promovida por las Naciones Unidas, cuyas resoluciones entraron en vigor en 1987. Desde entonces, son más de 170 países los que se han adherido a estos acuerdos y rechazan (sobre el papel) el uso de cualquier tipo de tortura. Sin embargo, asociaciones como Amnistía Internacional denuncian que las prácticas crueles y sádicas que todos entendemos como ‘tortura’ siguen estando a la orden del día a muchos niveles distintos y tanto en países que no aceptaron los principios de esta convención como en otros que sí. ¿Son el dolor y el miedo las herramientas más eficaces con las que cuenta el ser humano?
La tortura es una práctica (algunos la considerarán un oficio o un arte, pero nos negamos a hacerlo) que el ser humano lleva practicando desde hace decenas de siglos. Se trata de producir dolor, físico o psicológico, a otra persona de forma deliberada y con toda clase de fines que pueden ir desde la obtención de información o de una confesión, el uso del miedo como escarnio público para asustar a la sociedad o el simple y sádico disfrute del dolor ajeno. Igualmente, podía tratarse de una tortura que solo buscara dañar al sujeto o una cuyo final fuese la muerte de este tras un largo y angustioso padecimiento. Por desgracia, el ser humano volcó todo su ingenio en diseñar y desarrollar herramientas y aparatos de toda clase cuyo único fin era hacer sufrir a otros.
Ya en tiempos de la gloriosa Persia o del poderoso Imperio romano, las torturas eran una práctica habitual empleada generalmente por las élites. De esta época encontramos el llamado Toro de Falaris, una escultura metálica hueca en la que se metía al reo para que se abrasara conforme el metal se iba calentando. La Edad Media fue una de las más prolíficas en cuanto a tortura se refiere y gran parte de las máquinas e instrumentos que se conocen y conservan hoy en día proceden de esta época oscura en la que reyes, nobles y clérigos las usaron con normalidad. El paso del tiempo y las maravillas de los siglos posteriores permitieron incorporar añadidos como la electricidad y herramientas más efectivas y manejables. A su vez, los estudios y el conocimiento cada vez mayor que se tenía de la mente humana revelaron el daño psicológico que la tortura podía provocar (y cómo aprovecharlo para beneficio de los torturadores).
En esta galería recopilamos algunos de los métodos e instrumentos de tortura más crueles de toda la historia.
Imagen: Wikimedia Commons
El toro de Falaris
Utilizado desde los tiempos de Roma y famoso por haber sido el desdichado final del tirano Falaris, que le da nombre, este ‘toro’ consistía en una inmensa escultura metálica hueca con forma bovina en la que introducían la reo. Bajo la escultura se encendía una hoguera que iba calentando el metal poco a poco hasta que la víctima quedaba calcinada y fallecía.
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La crucifixión
No debemos olvidar que, antes de ser un símbolo universal de la religión cristiana, la crucifixión era un método de tortura y ejecución bastante duro pensado para tener un elemento público y disuasorio (que se lo digan a Espartaco). En la crucifixión, el reo era atado o clavado a una estructura de madera (bien con forma de cruz, bien un simple poste) donde se le dejaba colgado hasta que moría tras una larga y dolorosa agonía. La crucifixión fue utilizada como método de ejecución en Roma hasta el año 337, después de que la religión cristiana hubiese sido legalizada.
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El potro
El potro fue uno de los instrumentos de tortura más habituales desde la Edad Media y el que con mayor frecuencia vemos representado en el cine actual. Esta máquina sencilla consistía en una superficie plana con dos tornos sobre la que se colocaba al prisionero atado de pies y manos. Cuando se hacían girar los tornos, el potro estiraba de las extremidades en sentido contrario, dislocándolas pero pudiendo llegar a arrancarlas en casos muy extremos.
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La Doncella de Hierro
De origen alemán, esta imponente y aterradora escultura de hierro funcionaba como un ataúd para los vivos. El prisionero era encerrado en su interior y, además de la incomodidad por la escasez de espacio y la ansiedad que debía causar estar ahí metido, la Doncella de Hierro contaba con una serie de púas metálicas que se clavaban en el reo sin matarlo pero causándole muchísimo dolor.
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Las uñas de gato
También propio de la Edad Media, las uñas de gato era unas púas de hierro retorcidas en forma de garra y unidas en una única pieza que se solían enganchar a un mango largo (de forma similar a un rastrillo) y se usaban para desgarrar la piel de los prisioneros. Las uñas de gato eran utilizadas sobre todo en la espalda y el pecho, donde dejaban grandes surcos y provocaban mucho dolor a los prisioneros.
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La gota china
Este método de tortura es uno de los más curiosos y, por lo que se sabe, también de los más efectivos. El reo era tumbado boca arriba e inmovilizado de pies y manos, sobre su cabeza se colocaba un gran caldero lleno de agua helada que vertía una gota sobre su frente en un intervalo regular. Aunque este tipo de tortura parece relativamente suave en comparación, el paso del tiempo acrecentaba sus efectos: el agua helada acababa por quemar la piel y el goteo constante impedía al prisionero dormir o distraerse (tortura psicológica).
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La bota
Conocida como bota malaya o bota española, consistía en rodear la pierna de un preso con piezas de madera o metal que se iban apretando de forma progresiva, ejerciendo presión sobre la pierna y llegando incluso a quebrar los huesos. Para más inri, las variantes metálicas solían incluir púas que se clavaban en la víctima y aumentaban su dolor.
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La sierra
El nombre lo dice todo. Esta técnica comenzaba con el reo atado boca abajo, suspendido en el aire y con las piernas separadas, y consistía en emplear una sierra de gran tamaño (similar a las sierras madereras que se usan para cortar árboles) en la víctima, cortándolo por la mitad hasta llegar al ombligo o al pecho, dependiendo del caso. La posición invertida hacía que la sangre pudiera regar el cerebro y que la víctima siguiera consciente y padeciendo un dolor inimaginable.
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La cigüeña o 'hija del basurero'
Se trata de una pieza sencilla, de hierro e inofensiva en su apariencia. La cigüeña era una especie de horquilla metálica con la que se inmovilizaba al reo colocándolo en una posición en la que estaba tumbado, con el cuello erguido hacia su propio cuerpo, las manos juntas y las rodillas dobladas con los pies juntos. El permanecer en esta postura de forma prolongada hacía que el prisionero sufriera calambres en todo el cuerpo (especialmente en zonas abdominales, pectorales y rectales) que se iban intensificando y haciendo permanentes cuanto más tiempo pasaba hasta el punto de volverse insoportables. Esto, por supuesto, solía venir complementado con algún castigo físico como golpes o quemaduras.
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La falanga
La falanga o falka es un método de tortura habitual en los países de Europa Occidental y Oriente Próximo y utilizado en muchos casos como una respuesta disciplinaria dentro de los ejércitos. En la falanga, el reo es tumbado en el suelo con los pies juntos y las piernas estiradas hacia arriba de forma que no pueda bajarlas. La tortura consiste en propinar fuertes golpes con una vara en las plantas de los pies. Esto, que a primeras podría parecer un castigo físico simple, resulta extremadamente doloroso ya que cada golpe en la planta de los pies afecta a los nervios del cuerpo y hace que el dolor se extienda por todo el cuerpo y hasta la base del cráneo.
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Tortura con ratas
Hay ocasiones en las que una máquina no puede hacer el trabajo de un animal. Esto debieron pensar los torturadores del pasado cuando decidieron emplear ratas en sus sesiones. Una técnica habitual era colocar una olla boca abajo llena de ratas sobre el estómago del prisionero y calentarla para que las ratas intentaran abrirse paso y escapar a través de las tripas de la víctima. Otra, muy común en series y películas, era el llamado ‘casco de rata’, una pieza metálica que se colocaba en la cabeza de la víctima y en la que se metían ratas hambrientas para que le mordieran la cara.
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El desollamiento
Desollar es arrancar la piel de un animal. En el caso que nos ocupa, esto era utilizado como un método de tortura mediante el cual un prisionero era atado e inmovilizado, generalmente con los brazos y las piernas extendidas, mientras una o varias personas le iban cortando tiras de piel. Dependiendo del grado de desollamiento podía ser mortal o no y no siempre se utilizaban cuchillas para ello, sino que también podían emplearse látigos de muchas lenguas o hechos con cadenas y piezas metálicas que arrancaban la piel al golpear.
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'Muerte por mil cortes'
Esta terrible tortura se popularizó en la China de la dinastía Ming y solía ser empleada para delitos graves contra las clases dirigentes como desobedecer o atentar contra la realeza o matar a un noble. Su nombre original en chino es Ling chi y la traducción ‘muerte por mil cortes’ es a la vez apropiada y visual. Las víctimas solían ser atadas a un poste donde se les cortaban pequeñas partes de su cuerpo, a lo que seguía el desmembramiento de los brazos y, si seguía viva, la decapitación o extracción de un órgano vital.
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La picana eléctrica
La picana es una especie de porra o bastón que puede usarse para golpear al prisionero pero cuyo contacto con la punta provoca una fuerte descarga eléctrica. Este artilugio fue muy utilizado en Suramérica, especialmente en los interrogatorios clandestinos que regímenes dictatoriales como los que hubo en Argentina, Brasil o Uruguay llevaban a cabo con disidentes y opositores políticos. Su potencia y maniobrabilidad hacían que pudiese ser utilizada en partes del cuerpo muy concretas como los genitales, el ano o los pezones.
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El submarino o 'waterboarding'
Se trata de técnicas de tortura utilizadas desde la antigüedad pero que han perdurado hasta nuestros días y (por desgracia) siguen siendo utilizadas en la actualidad. La tortura del submarino consiste en provocar una ‘asfixia controlada’ en el reo, ya sea sumergiendo su cabeza en agua helada y sacándola antes de que se quede sin aire varias veces o empleando una bolsa de material no transpirable (plástico, por ejemplo) para obtener unos resultados similares. El waterboarding, por su parte, se realiza con el reo inmovilizado y tumbado, colocándole una pieza o capucha de tela transpirable sobre la cabeza y vertiendo agua sobre ella, provocando una sensación similar al ahogamiento.Parece que estas técnicas están entre las predilectas de la CIA desde hace años.
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El walling
El walling es una tortura física muy directa y efectiva. Su funcionamiento es sencillo: se golpea al preso y se le lanza contra una superficie dura, como un muro de hormigón, una y otra vez. Esta técnica suele ser empleada con sujetos a los que se quiere sacar información y causa fuertes contusiones, hombros dislocados, etc.
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Tortura psicológica
No debemos olvidar que la tortura no solo se manifiesta en las marcas y heridas que se vean en el cuerpo, sino también en los daños que pueden provocar a la mente de la víctima. La tortura psicológica ha demostrado ser tan efectiva y temible como la física y es por eso que se ha ido popularizando y su uso está muy generalizado. Algunos métodos de tortura psicológica podrían ser la privación forzada de sueño por periodos muy largos (más de una semana), el aislamiento, el suministro de sustancias alucinógenas o que alteren la conciencia, despreciar las creencias y moralidad del prisionero, mostrar el sufrimiento ajeno (incluso de familiares y conocidos) o la amenaza permanente de asesinarlo.
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Tortura de estar por casa
Existen técnicas de tortura que no precisan del uso de todos estos aparatos tan complejos, sino que pueden llevarse a cabo con objetos más comunes como cuchillos, alicates, tenazas o cortapuros, destornilladores y baterías de coche. La extracción de dientes, la amputación de falanges u orejas, la perforación con un destornillador calentado al rojo o las descargas eléctricas con una batería de coche son torturas habituales en la actualidad.
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