En 1516, un joven de pelo claro, mandíbula prominente y ojos fugaces llegó a España. Era la primera vez que visitaba la península Ibérica y ni siquiera hablaba el idioma, pero había viajado hasta allí para convertirse en su rey. El joven se llamaba Carlos, hijo de Juana de Castilla y Felipe de Habsburgo y nieto de los poderosos Reyes Católicos. Su subida al trono como Carlos I de España marcó el comienzo del Imperio español y de una de las monarquías más poderosas de la historia, que marcó el ritmo de Europa durante los siglos XVI y XVII.
Con unas profundas raíces que se hunden en el corazón de Europa, en lo que hoy en día llamamos Suiza, la Casa de Austria es la rama española de la dinastía Habsburgo. Su presencia en España podría considerarse relativamente corta ya que solo hubo cinco reyes que pertenecieron a esta casa (seis si contamos a Felipe de Habsburgo) y gobernaron durante algo menos de dos siglos, desde 1516 hasta 1700, pero fue bajo estos cinco reinados cuando España se convirtió en la primera potencia de Europa y del mundo, creando un imperio de dimensiones colosales y adelantando a sus rivales en los ámbitos económico, militar, social y cultural.
Generalmente, a estos reyes se les divide en dos grupos: los Austrias mayores (Carlos I y Felipe II) y los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). Carlos I asentó las bases del Imperio español al reunir en su persona las posesiones de los Reyes Católicos, de sus padres y de su abuelo, el emperador Maximiliano, en su persona. Durante el reinado de Felipe II se alcanzó la cúspide del poder español, se expandieron sus fronteras y se mantuvo a raya (a través de guerras constantes, por desgracia) a sus enemigos y a todos aquellos que cuestionaban su control. Con Felipe III las cosas empezaron a torcerse y los problemas de un imperio tan grande y con tantos frentes abiertos se hicieron obvios, agravándose durante el reinado de Felipe IV. A todos estos contratiempos habría que sumar una cuestión personal de Carlos II, cuyo frágil estado de salud y dificultades para concebir un heredero trajeron de cabeza al reino entero.
La Casa de Austria murió con Carlos II y España se vio abocada a una nueva guerra por la sucesión del trono que terminaría con un cambio de dinastía. Y si bien es cierto que no se entiende la España actual sin los Borbones, el país ibérico sigue guardando ecos de los Austrias en su alma.
Imagen: Wikimedia Commons
Orígenes de los Austrias
‘Casa de Austria’ es el nombre que se dio en España a la dinastía de los Habsburgo, una de las más poderosas de Europa desde la Edad Media. La Casa de Habsburgo tiene su origen en Argovia, actual Suiza, desde donde fue extendiendo sus dominios e influencia a través de matrimonios, alianzas y conquistas. Para finales del siglo XIV y principios del XV, los Habsburgo controlaban el centro de Europa y en 1452 llegaron hasta el trono del Sacro Imperio Romano Germánico.
Imagen: Wikimedia Commons
Un matrimonio muy conveniente
Isabel y Fernando, reyes de Castilla y Aragón conocidos universalmente como ‘los Católicos’, conocían la importancia estratégica de un matrimonio favorable y eligieron con sumo cuidado a las parejas de sus hijos. A Isabel y María las casaron con los reyes de Portugal (María desposó al viudo de su hermana), a Catalina la mandaron a la Inglaterra de Enrique VIII, al príncipe Juan lo desposaron con Margarita de Austria y a su hija Juana con Felipe de Habsburgo, hijo del emperador Maximiliano. Sería precisamente esta última unión la que uniría el linaje de los Habsburgo con el destino de España y de la que nacería la Casa de Austria.
Imagen: Wikimedia Commons
El breve reinado de Juana y Felipe
Isabel la Católica murió en noviembre de 1504 y, tras su fallecimiento, Juana fue llamada a regresar a Castilla y asumir el trono de su madre junto a su esposo Felipe, que habría actuado como rey consorte. Pero los problemas no tardaron en llegar, tanto por la ambición desmedida del ‘Hermoso’ al acusar de locura a su esposa para tomar el poder como por las claras tensiones existentes entre Felipe y Fernando el Católico. Técnicamente, Felipe el Hermoso fue el primer Habsburgo que gobernó en España pero lo hizo por poco tiempo, ya que unas fiebres acabaron con su vida en septiembre de 1506.Juana nunca recuperó su lugar en el trono ya que su propio padre decidió seguir el juego iniciado por su nuero y apartar de la corte a Juana en base a su supuesta locura. Fernando el Católico gobernó Castilla y Aragón hasta su muerte y, entonces, fue sucedido por su nieto Carlos.
Imagen: Wikimedia Commons
La herencia familiar
La llegada de Carlos de Habsburgo al trono de España es el momento clave que ilustra la efectividad de la política de alianzas de sus abuelos, los Reyes Católicos. El joven heredero había recibido de su padre el gobierno de Flandes (Países Bajos) en 1506, a lo que ahora sumaba no solo los territorios de la península Ibérica que estaban bajo la bandera de Isabel y Fernando, sino también grandes zonas de Europa (amplias zonas en torno al Mediterráneo que incluían Nápoles, Cerdeña o Sicilia) y todos los territorios conquistados en el Nuevo Mundo. Y todavía tendría que sumar la parte que le tocaba por su abuelo Maximiliano.
Imagen: Wikimedia Commons
Carlos I (1500 – 1558)
El gobierno de Carlos I no fue sencillo, pero sí muy próspero. Se había criado en las cortes flamencas y cuando llegó a España para ser rey ni siquiera hablaba el idioma de sus súbditos. Su clara predilección por sus consejeros extranjeros no gustó nada a los nobles castellanos, que llegaron a alzarse contra él en la llamada Guerra de los Comuneros. Carlos I también tuvo bastantes problemas más allá de la península, principalmente causadas por sus luchas contra Francia (que se veía rodeada de un enemigo cada vez más poderoso y temible), contra los otomanos, contra la Reforma protestante y contra los nobles del centro de Europa que querían librarse de su yugo. Durante su reinado también se producen algunas de las etapas más importantes de la conquista de América.A pesar de sus muchos enemigos y sus incontables frentes abiertos, en esta época España era prácticamente invencible.
Imagen: Wikimedia Commons
El surgir de un imperio
En 1519 falleció Maximiliano I de Austria y Carlos aprovechó la oportunidad para ser nombrado emperador (un título que le costó no poco dinero). Casi de un día para otro, Carlos de Austria era el señor de España, Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Milán, el Francocondado, Luxemburgo, Países Bajos, el Imperio Germánico y los territorios conquistados del Nuevo Mundo. Carlos I de España y V de Alemania era el hombre más poderoso de Europa (tal vez del mundo) y su reinado plantó la semilla de un imperio como pocos hasta entonces.
Imagen: Wikimedia Commons
Felipe II (1527 – 1598)
Carlos I renunció al trono en 1556 a favor del único hijo varón que había sobrevivido hasta la edad adulta, Felipe. Su reinado estuvo caracterizado por la continuidad de los conflictos con los que ya había lidiado su padre, la aparición de algunos problemas nuevos (como el enfrentamiento con la Inglaterra de Isabel I) y la férrea defensa de la fe católica, que llegó a convertirse en uno de los principales motores de la acción política y social durante su reinado.Ya desde los días en los que aún vivía, la de Felipe II fue una figura controvertida y muy polarizada. Conocido como ‘el Prudente’ y considerado por muchos uno de los reyes más importantes que ha tenido España, casi todo lo que se escuchaba (y se sigue escuchando) sobre él se basa en la leyenda negra, que lo dibuja como un monstruo sediento de sangre, o en la leyenda blanca, que lo ve como un angelito inocente y bueno. Ni la una ni la otra son ciertas.
Imagen: Wikimedia Commons
'Donde no se pone el sol'
El Imperio español alcanzó su momento de máximo esplendor y poder durante el reinado de Felipe II. Al ser hijo de Isabel de Portugal, pudo reclamar el trono luso en 1580 y sumó a sus inmensos dominios todas sus colonias y posesiones. También siguió expandiendo sus fronteras en el Nuevo Mundo y se llevaron a cabo numerosas expediciones en el Atlántico y el Pacífico, popularizándose así el dicho que afirma que ‘en el Imperio español no se pone el sol’.En lo militar, vivió el comienzo de la Guerra de los Ochenta Años contra los Países Bajos, consiguió grandes victorias contra Francia (San Quintín) y el Imperio otomano (Lepanto) pero fracasó en su plan de conquistar Inglaterra. Llevó a cabo profundas reformas financieras y administrativas y su reinado coincidió con el periodo artístico del Renacimiento.
Imagen: Wikimedia Commons
Felipe III (1578 – 1621)
Felipe III subió al trono en 1598, tras la muerte de su padre, y hasta el mismo día de su propia muerte. Es considerado el primero de los Austrias menores (las comparaciones son odiosas) pero lo cierto es que su reinado vivió un breve periodo de paz que ayudó a España a estabilizar su situación ligeramente y consiguió seguir expandiendo sus fronteras, alcanzando el punto álgido del Imperio español en lo referente al territorio bajo su reinado. En 1609 ordenó que se expulsara a los moriscos de España y durante su reinado se desarrolló el llamado Siglo de Oro, momento de esplendor cultural en el que se destacan autores como Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora o Francisco de Quevedo.
Imagen: Wikimedia Commons
Entran los validos
Una de las características más llamativas del reinado de Felipe III es la aparición del valido, una figura que ya había sido utilizada antes pero que adquiere una nueva importancia desde este momento. Un valido era un noble de confianza del rey en quien el monarca derivaba sus poderes y responsabilidades para que gobernara el país mientras él se dedicaba a otras actividades como la caza. El valido más importante de Felipe III fue Francisco de Sandoval, el duque de Lerma, cuya corrupción y enriquecimiento ilícito llegaron a tales niveles que fue destituido en 1618.
Imagen: Wikimedia Commons
Felipe IV (1605 – 1665)
El llamado ‘rey planeta’ tuvo el reinado más largo de todos los Austrias pero no el más provechoso. Al igual que había hecho su padre, Felipe IV confió el gobierno a un valido, el Conde-Duque de Olivares, quien promovió una política belicista en el exterior y reformista en el interior con un éxito parcial tirando a escaso. Fue durante su reinado cuando las coronas de España y Portugal volvieron a separarse y el imperio comenzó su inevitable caída hacia el abismo.El monarca destacó por su interés por el mundo de las artes y las letras y su figura de mecenas de grandes artistas como Diego Velázquez.
Imagen: Wikimedia Commons
Cuesta abajo y sin frenos
Si Felipe III lo había tenido peor que Felipe II, la tendencia no haría más que agravarse con la llegada de Felipe IV. España arrastraba muchos años de constantes guerras que ni llegaban a solucionarse ni le permitían gobernar de forma eficiente. El territorio del Imperio español era tan extenso que resultaba muy difícil controlarlo y había regiones, como los países bajos, que habían dejado más que claro que no querían seguir arrodillándose ante la corona española. Las arcas del imperio desfallecían y la situación se volvió insostenible para Felipe IV, que tuvo que renunciar a su control sobre los Países Bajos y ceder el liderazgo de la hegemonía europea a la Francia de Luis XIV.
Imagen: Wikimedia Commons
Carlos II (1661 – 1700)
Conocido como ‘el Hechizado’, Carlos II fue el último rey de la Casa de Austria. Desde su nacimiento arrastraba problemas de salud graves que dificultaban el desempeño de sus obligaciones como monarca, por lo que su reinado comenzó con la regencia de su madre hasta su mayoría de edad. Aun con todo, y ya fuera por cosa suya o de sus consejeros y ministros, el reinado de Carlos II no fue tan desastroso como muchas veces se pinta: consiguió plantar cara a Luis XIV de Francia y mejoró considerablemente la situación económica y los problemas sociales del país). Murió en el año 1700 (dos siglos después del nacimiento de Carlos I) sin descendencia.
Imagen: Wikimedia Commons
El fin de la dinastía
Hay una ley natural que dice que todo lo que sube, debe bajar. Si encontramos el punto más alto de la monarquía de los Austrias en el reinado de Felipe II, el final de la misma llega con Carlos II. A la mala situación en la que se encontraba España tras los reinados de Felipe III y Felipe IV hay que sumar un problema obvio pero importantísimo: Carlos II era el último Austria y no tenía sucesor, por lo que se abría un nuevo problema en el país. Al final, la cuestión de quién se sentaría en el trono se dirimió entre Felipe d’Anjou y el archiduque Carlos, dos parientes lejanos del fallecido rey que dividieron al país en dos bandos y se enfrentaron por el derecho a portar la corona española. El vencedor sería Felipe d’Anjou, con quien comenzaría la dinastía de los Borbones españoles.