Cuando uno está en Nueva York tiene que ir (aunque sea pasar por delante) al Empire State Building. Si vas a Roma y no visitas el Coliseo o el Vaticano el viaje se siente vacío, incompleto. En Tokyo, es de obligado cumplimiento cruzar el paso de peatones de Shibuya y pobre aquel que esté en Yucatán y no se admire con las ruinas de Chichén Itzá. Todas las ciudades del mundo, sin importar el país, tienen uno o varios lugares en los que reside su alma y que son un punto de reunión tanto para los propios como para los ajenos. Así, si vas a Barcelona y no paseas por los alrededores de la Sagrada Familia, si no levantas la vista y abres la boca al comprobar la impresionante altura de sus torres, si no te das un baño de bosque recorriendo sus naves y galerías cubiertas por la luz de las vidrieras, es como si no hubieras estado en Barcelona.
El proyecto de la Sagrada Familia surgió de Josep María Bocadella quien, tras hacer un viaje por Europa, consideró que la Ciudad Condal necesitaba un templo expiatorio sufragado con las donaciones y limosnas de los propios fieles. Por cosas del destino, en 1883 el encargo llegó a manos de Antoni Gaudí, un joven y reconocido arquitecto que superó con creces las expectativas en el diseño y se embarcó en lo que parecía una empresa imposible o, por lo menos, hercúlea. Gaudí, ambicioso y con grandes deseos de hacerse un nombre y enriquecerse, imaginó un templo como ningún otro que se hubiera visto y se comprometió a terminarlo en diez años, pero las cosas se torcieron. Los constantes problemas tanto en la financiación como en la construcción hicieron de la Sagrada Familia el tormento y la obsesión de Gaudí, su Moby Dick particular. En 1926, el arquitecto murió sin haber visto terminada su obra.
Desde ese momento, la Sagrada Familia ha flotado en un limbo que ha prolongado su construcción más de un siglo. La idea de Gaudí y sus diseños se han respetado todo lo posible pero el paso del tiempo y el contexto económico y social de cada momento han ido alterando esa oda a la religiosidad y la naturaleza que el catalán había soñado. En la actualidad, y sin saber qué pensaría Gaudí al verla, es innegable que la Sagrada Familia guarda como un tesoro la esencia de Barcelona y que es uno de los monumentos más impresionantes no solo de España, sino del mundo (y así lo demuestran los millones de visitantes que acuden a su cobijo cada año).
La Sagrada Familia es un cuadro que se quedó a medio pintar, una sinfonía que alguien no llegó a componer. Una obra maestra inacabada, pero una obra maestra.
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El autor
Antoni Gaudí nació en Reus en 1852. Provenía de una familia de caldereros y estudió Arquitectura en Barcelona, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los profesionales más demandados de su época debido a su particular visión del movimiento modernista catalán. Entre sus obras más conocidas destacan la Pedrera, la Casa Batlló, el Parque Güell o el Capricho de Comillas.
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El proyecto
Gaudí aceptó encargarse de las obras del templo expiatorio de la Sagrada Familia el 3 de noviembre de 1883, tomando el relevo del arquitecto Francisco de Paula del Villar y modificando totalmente el diseño original. El gestor de la basílica, Josep María Bocadella, y el propio Gaudí estaban entusiasmados con el proyecto y plantearon una obra mucho más colosal de lo que se había pensado en un principio (el presupuesto solicitado por el arquitecto era de casi cuatro millones de pesetas). La idea del de Reus se abrió paso y se pactó que Gaudí acabaría las obras en diez años, entre 1886 y 1896.Las cosas, por supuesto, no fueron como se esperaba. Los fondos del proyecto provenían en gran parte de donaciones y por lo tanto solían quedarse por debajo de lo esperado y provocaban retrasos en las obras. Bocadella murió en 1892 y cuando el plazo establecido estaba llegando a su fin, la Sagrada Familia estaba muy lejos de terminarse.
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Muerte accidentada
El cambio de siglo no sentó bien a Antoni Gaudí. Sufrió una sucesión de pérdidas y fallecimientos (su sobrina, algunos de sus amigos y colaboradores más cercanos y su principal mecenas) que le afectaron profundamente y lo llevaron a refugiarse en su trabajo. Comenzó a vestir mal, a comer poco y a descuidar su aspecto. El 10 de junio de 1926, Antoni Gaudí fue atropellado por un tranvía de Barcelona y su aspecto era tan descuidado que lo confundieron con un mendigo. Fue trasladado al Hospital de la Santa Creu pero no se pudo hacer nada por él y falleció ese mismo día.
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Una obra maestra sin maestro
¿Qué hacer entonces, cuando el genio que había ideado aquella elegante pero mastodóntica obra de ingeniería había muerto? El proyecto de la Sagrada Familia se complicó considerablemente tras la muerte de Gaudí pero no se detuvo. Se tomó la decisión de que fuera Domènec Sugranyes, discípulo de Gaudí, quien asumiera el encargo respetando el proyecto de su maestro todo lo posible. Por suerte, además de planos, el arquitecto había dejado una gran cantidad de documentos y maquetas de yeso que ayudaron a respetar su idea.En 1936, tras el estallido de la Guerra Civil, parte de esos documentos se perdieron cuando se incendió la cripta y el viejo taller donde los guardaban, pero se salvaron los suficientes como para seguir trabajando.
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Un templo expiatorio
Desde la primerísima concepción del proyecto, la Sagrada Familia surgió como un templo expiatorio que debía ser sufragado por las donaciones y limosnas de los fieles. Esto, que por un lado le valió el apelativo de ‘la iglesia de los pobres’, acabó por convertirse en un constante contratiempo para la construcción. Aun a día de hoy, las obras de la Sagrada Familia se sufragan con donaciones y con el dinero de las entradas que venden a visitantes de todo el mundo (es la segunda basílica más visitada, solo superada por San Pedro del Vaticano).
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Estructura
Según el proyecto original de Gaudí, el templo de la Sagrada Familia contaría con cinco naves, un crucero, un ábside un deambulatorio exterior que actuaría como claustro, tres fachadas y un total de 18 torres. Doce de esas torres representarían a los apóstoles, cuatro a los evangelistas, una a la Virgen y la más alta de todas al propio Jesucristo. La altura de estas torres convertiría a la Sagrada Familia en la iglesia más alta de toda Europa.
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Una oda a la vida de Jesús
Tal vez sea un poco obvio decirlo, pero el gran protagonista de la Sagrada Familia es Jesucristo. Gaudí lo convirtió en su pieza central y no solo por la torre que lo representa. El templo entero parece dedicado a su persona y las tres fachadas recogen los momentos más importantes de su vida tal y como se nos cuentan en las escrituras.
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Fachada del Nacimiento
Situada en el lado noreste de la basílica, frente a la plaça de Gaudí, fue la única fachada que el arquitecto vio construida en vida. Su rica decoración nos muestra el momento del nacimiento de Jesús y la adoración de los Reyes Magos y los pastores, la huida a Egipto o la matanza de los Santos Inocentes.
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Fachada de la Pasión
Esta fachada es totalmente opuesta a la del Nacimiento, tanto por su localización (lado suroeste) como por el estilo. En ella se representa la Pasión de Jesucristo desde la traición de Judas, la carga de la cruz, la lanzada de Longino y la crucifixión de Jesús como pieza central. Debido a que esta fachada se construyó casi medio siglo después de la muerte de Gaudí, su estilo es mucho más moderno y las figuras presentan un aspecto poligonal muy particular. En las puertas y ventanas de esta fachada se puede encontrar el texto íntegro del Nuevo Testamento en catalán.
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El cuadrado mágico
En la fachada de la Pasión encontramos un elemento un tanto particular: un cuadrado mágico. Se trata de una composición geométrica plana de forma cuadrangular y compuesta por dieciséis cuadrados idénticos (cuatro por fila y columna) que contiene una serie de números. Aunque a primera vista pueden parecer aleatorios, uno descubre que la suma de los números de cualquier fila, cualquier columna o de las diagonales siempre da el mismo resultado. En el cuadrado mágico de Gaudí esta cifra es 33, la edad a la que se cree que murió Jesús.
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Fachada de la Gloria
La fachada de la Gloria está situada al sureste de la basílica y será la entrada principal a la Sagrada Familia. Según la idea de Gaudí, esta fachada representará el Juicio Final, la ascensión a los cielos de los salvados y la bajada a los infiernos de los pecadores. Sin embargo, la situación de esta fachada es un poco particular porque se pretende completar con una escalinata y unas zonas ajardinadas que irían en el espacio que ahora mismo ocupan varios bloques de viviendas.
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Su interior
Gaudí quería que la Sagrada Familia fuese un lugar de unión entre Dios y el hombre y, por ello, decidió diseñar un interior sin líneas rectas, amplio, luminoso y plagado de simbolismos en el que se ve una clara influencia de las formas que encontramos en la naturaleza salvaje, donde él debió ver la obra de Dios. El interior de la Sagrada Familia se erige como un fascinante bosque de piedra.
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Patrimonio de la Humanidad
La Sagrada Familia fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2005 por la UNESCO y es considerada Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España. Se trata de uno de los monumentos más emblemáticos del país mediterráneo junto con el Museo del Prado y la Alhambra de Granada y su belleza y estilo único fascinan a millones de visitantes cada año.
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¿Cuándo estará terminada?
Esa es la gran pregunta que los barceloneses y gran parte de España llevan haciéndose desde hace años. Las particularidades de la financiación y la complejidad del proyecto han hecho que los avances en la construcción hayan sido irregulares según la época. Si bien es cierto que en los últimos años se han visto grandes avances y que estaba previsto terminarla para el año 2026, el parón turístico y la crisis económica derivados de la pandemia de COVID-19 parecen volver a frenar el proyecto y podrían hacer que esa fecha se aplace de nuevo.
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