Akira Kurosawa tuvo una fructífera carrera en la que se destacan películas míticas como ‘Yojimbo’, ‘Los siete samuráis’ o ‘El cazador’. Su forma de hacer cine marcó al séptimo arte para siempre.
Francis Ford Coppola, director de la trilogía de El padrinoy de Apocalypse Now, dijo de él que lo que le distinguía del resto es que “no hizo una o dos obras maestras. Hizo, ya sabes, como unas ocho”. En un mundo tan prolífico, cambiante y plagado de genios como es el cine, resulta repetitivo y un tanto extraño hablar de un director en concreto como si fuera un dios caminando entre mortales. La lista de imprescindibles del séptimo arte es extensa y controvertida pero hoy queremos dedicarle estas líneas y esta galería a uno cuyo nombre todos (incluido Coppola) estemos de acuerdo en que merece destacar. Hablamos del gran Akira Kurosawa.
Séptimo hijo de una familia pudiente y con sangre samurái corriendo por sus venas, Kurosawa decidió dedicarse al cine cuando vio frustradas sus aspiraciones como pintor. Comenzó como narrador de películas mudas (benshi), logró entrar en un programa de aprendizaje del estudio Nikkatsu y pronto saltó de guionista a ayudante de dirección y a dirigir sus propios largometrajes. Kurosawa, que admiraba y conocía la pintura y la literatura occidental, supo llevar elementos como la paleta de color de Van Gogh o las tramas de Shakespeare a sus películas adaptándolas e introduciéndolas en la mentalidad y la cultura de su país natal. Con técnicas de montaje y narrativas bastante innovadoras y una gran variedad de temas y tonos, Kurosawa ofrece una filmografía compleja y poliédrica en la que uno puede encontrar películas noir que homenajean al cine de los años 30, épicas historias de honor y aventuras, humor negro, crítica social, denuncia contra el poder y una humanidad que desarma y conmueve.
Kurosawa estrenó su primera película como director en 1943 y la última medio siglo después, en 1993, cinco años antes de su muerte. En ese tiempo, el director nipón no solo creó algunas de las mejores historias que se han visto en la gran pantalla, sino que marcó la forma de hacer cine (muchos directores posteriores aprendieron o tomaron detalles de sus películas), abrió el mercado occidental al cine japonés y acumuló más de sesenta premios, reconocimientos o nominaciones.
Una katana sale de su vaina como un rayo y golpea al enemigo. Un canalla se adentra en el oscuro mundo criminal de los bajos fondos tokiotas. Un anciano oprimido baja la cabeza y pide al cielo que le envíe a un salvador. Un médico mira desconsolado los ojos sin vida de la mujer a la que no pudo salvar. Todo eso y mucho más es Akira Kurosawa.
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Historia de Kurosawa
Akira Kurosawa nació en 1910 en Tokio, en una familia de clase acomodada y ascendencia samurái. Fue el séptimo de ocho hermanos y su infancia quedó marcada por las consecuencias del terremoto de Kanto de 1923, donde murieron unas 100 000 personas. Comenzó a trabajar en el cine como guionista y al poco tiempo se convertiría en ayudante de dirección del prestigioso Kajiro Yamamoto. Admirador y profundo conocedor de la cultura occidental, Kurosawa supo trasladar su perfeccionismo y visión tremendamente humanista a la gran pantalla. Intentó suicidarse en 1971 tras la mala acogida de Dodes'ka-den pero fue atendido y sobrevivió para volver a brillar como el genial director que fue en otros títulos como Ran (1985). En 1990, Kurosawa recibió el Óscar Honorífico por su carrera e influencia en el séptimo arte.
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Su trabajo como director
Akira Kurosawa no era de los que escurría el bulto cuando tocaba ponerse a trabajar. Perfeccionista hasta límites insospechado, hacía lo que fuera necesario para conseguir los elementos que él había visualizado en su mente y que darían a la película el nivel de calidad por la que es conocido. Su filmografía está marcada por una fotografía muy cuidada y un detallado uso del color, montajes ágiles en los que también se implicaba y novedades técnicas como el uso de teleobjetivos y la filmación multi-cámara para las escenas de acción. El factor humano y la crítica social, así como el enfrentamiento entre los poderosos y los oprimidos, tienen un gran peso dentro de su narrativa, que suele romper la linealidad y plantea distintos puntos de vista de un mismo acontecimiento.Entre algunos de sus fetiches cinematográficos estaban los clásicos de la literatura europea (especialmente las obras de teatro de William Shakespeare), la época samurái del periodo Edo como escenario de fondo y los actores Toshiro Mifune y Takashi Shimura, que protagonizaron sus mejores películas.
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Sus primeros trabajos
La ópera prima de Akira Kurosawa llegó en 1943 y se titulaba La leyenda del gran judo, En ella, un joven aprendiz descubría los preceptos del judo durante la Era Meiji. En aquella época (en plena Segunda Guerra Mundial) el gobierno nipón supervisaba las películas y esto hace que, aunque consigue destacar desde su primer trabajo, se sienta un tanto encorsetada. Su primera película tras el final de la guerra fue No añoro mi juventud (1946), en la que utiliza un tono completamente distinto con un elemento claramente crítico contra el régimen de Hirohito.
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El perro rabioso (1949)
Una interesante propuesta de cine negro al más puro estilo estadounidense trasladado a los sórdidos bajos fondos de Tokio y el marco social y cultural del Japón de la posguerra. Toshiro Mifune brilla como un detective privado que ha perdido su arma y debe emprender un descenso hacia los infiernos para salvar su honor y resolver el asesinato cometido con su propia arma. Una película a la altura de gigantes del género noir como Halcón Maltés.
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Rashomon (1950)
Se podría decir (y no andaríamos muy equivocados) que con Rashomon empezó la leyenda de Kurosawa. La película nos traslada al Kioto del siglo XII, donde un bandido ha sido acusado de matar a un gran señor y violar a su esposa. Rashomon se plantea como un juego de Cluedo en el que los mismos acontecimientos son narrados y vistos desde la perspectiva de distintos personajes dando lugar a una narrativa compleja, rompedora y compleja que mantiene al espectador enganchado a la historia y precavido a cada nuevo descubrimiento que se conoce.Rashomon es la película que abrió al resto del mundo al cine japonés tras estrenarse en el Festival de Venecia y llevarse el León de Oro, además del Óscar a Mejor Película de Habla no Inglesa.
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Vivir (1952)
¿Qué harías si, el mismo día en el que por fin comprendes que has desperdiciado toda tu vida siendo un pobre oficinista, te comunican que te queda un mes de vida? Basada en La muerte de Iván Illich de Tólstoi, Kurosawa ofrece un retrato del alma humana con esta historia que conmueve, inspira y remueve conciencias a partes iguales. El papel protagonista lo interpreta Takashi Shimura y su lucha por construir un parque se convierte en una epopeya épica más emocionante que la mayor de las batallas de la historia.
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Los siete samuráis (1954)
Aunque uno no conozca el trabajo de Kurosawa, seguro que ha oído hablar de Los siete samuráis. Considerada la joya de la corona del director nipón, narra el compromiso de un grupo de honorables guerreros que se comprometen a salvar a un humilde pueblo del cruel hostigamiento al que le tiene sometido un grupo de bandidos. Personajes electrizantes, una ambientación sublime y una combinación de acción, epicidad y sosiego en la que todos y cada uno de los protagonistas brilla con luz propia. El argumento de esta película ha servido de inspiración para otros títulos como Los Siete Magníficos, Bichos o Los Vengadores.
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Trono de sangre (1957)
Si ya había adaptado al gran Tólstoi, Kurosawa decidió dar un paso más con Trono de sangre y se atrevió nada menos que con MacBeth de William Shakespeare. La historia del noble a quien se le profetizó que llegaría a ser un gran señor y se sumió en un círculo de ambición y muerte del que no saldría con vida es llevada al Japón feudal con maestría y emoción. El final de la película es uno de los más memorables de la filmografía de Kurosawa y, tal vez, de la historia del cine.
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La fortaleza escondida (1958)
El valiente general Makabe, la hermosa princesa Yukihime, los avariciosos y no muy brillantes Matashichi y Tahei… La fortaleza escondida es famosa por haber servido de inspiración para George Lucas a la hora de crear Star Wars: Una nueva esperanza, pero es una película que debe ser vista por sí misma. En ella, Kurosawa prueba su versatilidad en tono y forma con una película de aventuras amena, ligera y muy divertida de la que cualquiera podría enamorarse verla por primera vez. Una opción a tener en cuenta para aquellos que quieran introducirse en el cine de Kurosawa.
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Los canallas duermen en paz (1960)
Un sutil mazazo contra la corrupción, la avaricia y todas las malas prácticas que definen a la sociedad moderna y, en concreto, a tantos empresarios y políticos poderosos de todo el mundo. Kurosawa plantea un rompecabezas encubierto en el que el espectador va descubriendo no solo las pistas que le permitirán resolverlo, sino cuál es el verdadero misterio que está intentando desvelar. La película cuenta con un guion elegante, una ejecución digna de sus mejores obras, un villano para el que todo elogio es poco y un final de once sobre diez.
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Yojimbo (1961)
En Yojimbo, otro de los grandes trabajos de Kurosawa, el director toma esa figura clásica de lobo solitario, un héroe cínico desilusionado con el mundo, y la eleva a su enésima potencia. La acción transcurre en un pequeño poblado en el que dos bandas de mercenarios, a cada cual más incompetente, se disputan el territorio e intentan contratar a un mercenario recién llegado que les da mil vueltas con la espada. Después de haber intentado enriquecerse jugando a dos bandas, el ronin responderá a la llamada de los oprimidos antes de seguir su camino. Yojimbo tiene una continuación directa, Sanjuro, de 1962.Sergio Leone copió el argumento de Yojimbo en la genial Por un puñado de dólares (1964). Se dice que Kurosawa le mandó una carta al director italiano para decirle que le había gustado mucho, salvo por el pequeño detalle de que “era su película”. También le avisaba de que iba a emprender acciones legales contra él.
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El infierno del odio (1963)
Volvemos al cine negro con una película de secuestros en la que las prioridades de una persona no siempre son las que uno podría pensar. Kurosawa logra construir una aventura policiaca llena de tensión y desafíos en la que se recupera la importancia del punto de vista para comprender la historia. El tiempo pasa volando y cada movimiento de las agujas del reloj es un nuevo clavo en el ataúd de un inocente.
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Barbarroja (1965)
Aunque transcurre en un momento histórico en el que todavía quedaban samuráis, Barbarroja hace que nos olvidemos de los combates y las katanas con una historia de aprendizaje y descubrimiento llena de un dolor humano tan real que el espectador llega a sentirlo. El joven Yasuoto, recién licenciado en Medicina, es enviado a trabajar a una clínica perdida y casi sin recursos a las órdenes de un hombre apodado Barbarroja. Dos visiones y dos mundos que aprenderán a convivir anteponiendo su misión de curar y salvar vidas a cualquier diferencia que puedan tener.
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El cazador (1975)
Kurosawa fue invitado y financiado por la Unión Soviética para grabar en Siberia Dersu Uzala (El cazador). En esta película basada en las vivencias de Vladimir Arséniev seguimos los pasos de un explorador del ejército ruso que se pierde en la taiga siberiana y logra sobrevivir gracias a la inesperada ayuda de un guía local. Una historia sencilla y humilde, llena de luz y que se erige como un canto a la amistad sincera y el compañerismo de todas las personas.El cazador supuso el regreso de Kurosawa a los cines tras el fracaso de Dodes'ka-den y una prueba irrefutable de que conservaba su magia.
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Kagemusha: la sombra del guerrero (1980)
Si El cazador demostró al mundo que Akira Kurosawa todavía tenía mucho que contar, Kagemusha: la sombra del guerrero fue un golpe sobre la mesa con el que el director demostraba estar en plena forma. El nipón recuperaba la temática samurái con esta película de impostores en los años de guerras civiles del Japón feudal. Era tal el estatus de Kurosawa dentro del mundo del cine que cuando la productora japonesa se quedó sin dinero, George Lucas y Francis Ford Coppola convencieron a 20th Century Fox para que terminara la película. Kagemusha ganó la Palma de Oro en Cannes y estuvo nominada al Óscar.
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Ran (1985)
En 1985 Akira Kurosawa tenía 75 añazos nipones y, a una edad en la que muchos ya estaríamos pensando en jubilarnos, él se atrevió con su película más colosal. Con su potente uso del color y su vorágine de flechas y llamas, Ran resulta tan caótica como espectacular. La película adapta El rey Lear de Shakespeare y nos convierte en testigos de los enfrentamientos fratricidas entre dos príncipes que quieren quedarse con todo el territorio de su padre. Kurosawa no reparó en gastos, ya fuera para meter en pantalla a un ejército de samuráis o para reconstruir una fortaleza medieval y luego quemarla.
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Los sueños de Akira Kurosawa (1990)
Terminamos la galería con una apuesta distinta y muy personal, imprescindible para todo aquello que quiera conocer a Akira Kurosawa a través de nuevos prismas. Compuesta por ocho cortometrajes independientes y con la participación de Martin Scorsese, Los sueños de Akira Kurosawa es una confesión íntima del alma del director. Un breve vistazo a sus miedos, obsesiones y esperanzas disfrazados bajo un velo onírico.
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