En la Edad Media existían tres poderes principales en la sociedad: la nobleza, el clero y el pueblo llano. Aunque es cierto que los dos primeros acaparaban el poder y los recursos, cada uno tenía distintas funciones y formas de intervenir en los acontecimientos. Con el paso del tiempo la situación cambiaría y los tres poderes pasarían a ser el ejecutivo, el legislativo y el judicial pero a partir del siglo XIX un nuevo aspirante entraría en escena y se ganaría su propio hueco en las sociedades de todo el mundo. Se trata del periodismo, el cuarto poder.
El oficio periodístico como tal nace a partir del 1800. En el pasado habían existido muchos y diversos antecedentes que transmitían informaciones importantes a un grueso de la población pero entonces no podría hablarse de periodismo como lo entendemos hoy en día. Lo más parecido que se tiene antes del siglo XIX son unos folletines con información económica que se popularizaron en grandes puertos como los de Venecia y diversas publicaciones de carácter cultural y literario. La aplicación de mejoras tecnológicas y sociales permitieron que las publicaciones periódicas fueran más baratas de hacer y que contaran con un público mayor interesado y capacitado (la tasa de analfabetismo se redujo considerablemente en las ciudades del siglo XIX), por lo que el número de periódicos que se vendían se incrementó. Al haber más demanda de información también había más demanda de periodistas, gente culta y preparada que fuera capaz no solo de escribir sino de dar forma a un texto interesante y atrayente con el que los lectores quedaran satisfechos e informados.
Muchos de los grandes periodistas de la historia nunca estudiaron nada parecido a una carrera de periodismo. Eran hombres y mujeres con un buen nivel educativo y estilo propio que venían del mundo de la literatura, el derecho o incluso las ciencias. Profesionales que se ganaron el poder llamarse a sí mismos periodistas trabajando e investigando para que la sociedad en la que vivían fuese más libre e independiente, así como consciente de la realidad con lo bueno y lo malo que eso supone.
En esta galería recordamos a algunos de esos hombres y mujeres que se comprometieron con los principios del cuarto poder e hicieron del periodismo lo que es hoy, “el mejor oficio del mundo”.
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Francisca de Aculodi ( - 1691)
Francisca de Aculodi es uno de esos personajes que, por azar o por algún tipo de interés, ha sido injustamente olvidado de la historia. Esta donostiarra del siglo XVII es la primera mujer periodista de la historia, anterior incluso a Elizabeth Mallet, y ejerció la profesión entre 1683 y 1689. Su marido era el responsable de la imprenta de Guipúzcoa y cuando murió en 1678, ella heredó el permiso y asumió el continuar con el trabajo de su fallecido esposo. En 1683 Francisca fundó la publicación Noticias Principales y Verdaderas, que se imprimía de forma quinquenal y en la que la propia Francisca redactaba los textos.
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Víctor Hugo (1802 – 1885)
Autor de Los Miserables y Nuestra Señora de París entre otras grandes obras, Víctor Hugo es el mayor referente del Romanticismo francés. Su prestigio y posición le permitieron estar en primera línea de todo lo que pasaba en la política francesa y este conocimiento de primera mano le permitió dar a sus textos periodísticos una perspectiva muy completa. En ellos, como en sus novelas, se puede apreciar una clara influencia de la posición ideológica del autor y su fuerte compromiso político y social.
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Mariano José de Larra (1809 – 1837)
El madrileño fue una de las grandes figuras del periodismo decimonónico en España, marcado por su estilo romántico y por la profunda melancolía de sus textos. Larra destacó con sus críticas culturales a los teatros de la capital y por sus textos costumbristas e intimistas. En los primeros denunciaba las faltas y problemas de España a través de las manías de los españoles y en los segundos volcaba la angustia que sentía y que le llevaría a suicidarse siendo muy joven.
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Charles Dickens (1812 – 1870)
El creador de Oliver Twist es un ejemplo perfecto de periodista-escritor del siglo XIX. Sus textos periodísticos, al igual que sus novelas, se centrarían en relatar la dura realidad a la que las clases bajas de Inglaterra tenían que hacer frente cada día. Dickens, que no había tenido una infancia fácil, solía visitar los bajos fondos de Londres y orfanatos con el fin de denunciar su precaria situación y concienciar a la sociedad.
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Joseph Pulitzer (1847 – 1911)
Húngaro de nacimiento llegado a Estados Unidos para combatir con los unionistas en la Guerra de Secesión, Pulitzer se convirtió en una de las figuras más destacadas del periodismo de su tiempo y es especialmente célebre su rivalidad con el magnate William Randolph Hearst. Como propietario del New York World, Joseph Pulitzer se valió de tácticas sensacionalistas y de campañas publicitarias en las que pretendía defender los intereses de las clases sociales para disparar las ventas. Dos de sus últimas voluntades fueron la construcción de la Universidad de Periodismo de Columbia y la creación de un premio al buen periodismo, la literatura y la música que llevara su nombre.
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Emilia Pardo Bazán (1851 – 1921)
Periodista, ensayista, novelista, poetisa y dramaturga. Emilia Pardo Bazán fue una mujer apasionada por el arte y la cultura que volcó su brillante intelecto a través de todos los formatos y géneros que trabajó. Como periodista, se destacan sus artículos costumbristas y la fuerte defensa que siempre hizo de la cultura, la democracia y sobre todo de la necesidad de alcanzar una igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Sobre este tema, muchos de sus textos escritos en el siglo XIX conservan su vigor en la actualidad.
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Nellie Bly (1864-1922)
Una columna titulada ¿Para qué sirven las mujeres? fue lo que animó a Elizabeth Jane Cochrane a iniciarse en el mundo del periodismo y, ya que estaba ahí, demostrar de lo que era capaz. La periodista estadounidense no solo fue un referente por introducirse en un negocio mayoritariamente masculino como era el periodismo, sino que se convirtió en una de las primeras y mejores periodistas de investigación de la época. Entre sus hazañas está la de haber dado la vuelta al mundo en ocho días menos que lo que tardó Phileas Fogg en la novela de Julio Verne y el haberse infiltrado en un asilo psiquiátrico como paciente para denunciar las terribles condiciones y tratos a los que eran sometidas las mujeres que estaban internadas. También fue corresponsal en Europa durante la Primera Guerra Mundial.
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Carmen de Burgos (1867 – 1932)
Considerada la primera periodista profesional española y la primera corresponsal de guerra, Carmen de Burgos fue un icono femenino y un altavoz en la lucha por la igualdad de la mujer y el sufragio femenino. Bajo el pseudónimo de Colombine (y algún otro), Carmen de Burgos trabajaría tanto en España como en Europa y realizaría algunos de los retratos sociales más importantes de la época. Ejerció como corresponsal de guerra en Marruecos tras la derrota del Barranco del Lobo, siguiendo a las tropas españolas en el frente. Conocida simpatizante de la izquierda, el régimen franquista incluyó sus textos en un listado de autores prohibidos tras la guerra civil y su nombre fue olvidado durante años.
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John Reed (1887 – 1920)
El periodista estadounidense es célebre por las extensas crónicas que hizo de la Revolución Mexicana (acompañando a las tropas de Pancho Villa) y de la Revolución de Octubre por la cual los bolcheviques se hicieron con el poder en Rusia (véase Diez días que estremecieron al mundo). Aun cuando él era un declarado comunista y ha sido muy criticado a lo largo de los años por dejar que su ideología afecte a sus textos, la crónica que hizo de la convulsa Moscú los días antes, durante y posteriores a la revolución bolchevique sigue siendo considerada uno de los mejores y más completos testimonios que se conocen.
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Dorothy Lawrence (1896 – 1964)
Lawrence comenzó su carrera periodística escribiendo para The Times y, al estallar la Primera Guerra Mundial, se ofreció como corresponsal de guerra para varios periódicos pero ninguno la aceptó. También intentó entrar en el Destacamento de Ayuda Voluntaria e incluso se planteó viajar al frente ella sola pero nada funcionó, hasta que en 1915 confraternizó con un grupo de soldados ingleses que conoció en París y que la ayudaron a vestirse como un hombre y unirse al ejército bajo el nombre de Dennis Smith. Al final, Dorothy prefirió entregarse para no causar problemas a sus compañeros si la descubrían y el ejército le prohibió escribir sobre sus experiencias.En 1919, ya terminada la guerra, Dorothy escribió un libro contando lo que había vivido pero fue boicoteado y censurado por la Oficina de Guerra. En 1925 fue ingresada en el London County Mental Hospital y permaneció encerrada hasta su muerte.
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Ernest Hemingway (1899 – 1961)
Aunque su faceta más conocida es la de escritor, el ganador del Nobel de Literatura ejerció como periodista durante toda su vida y sus crónicas son legendarias. Su afición al riesgo y la aventura le llevó a los frentes de la Gran Guerra, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, desde donde narraría la vida de los soldados y sus propias experiencias. Hemingway y su particular estilo llenaron publicaciones de medio mundo (entre ellas la revista LIFE) y se convirtió en uno de los grandes maestros de la época dorada del periodismo que las generaciones posteriores tomarían como referente.
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Josefina Carabias (1908 – 1980)
La carrera profesional de Josefina Carabias es un ejemplo perfecto de lo difícil que podía resultar para una mujer introducirse en una redacción periodística y que se valorara su trabajo.Licenciada en Derecho en 1930, comenzó a escribir en una pequeña publicación de un primo suyo y su talento no tardó en destacar. Se exilió durante la guerra y al volver en 1943 escribió libros bajo pseudónimo, pero en la década de los 1948 entra como secretaria del director en Informaciones y comienza a redactar crónicas (muchas veces sin firma) que llaman la atención. Su talento y gracia al escribir hizo que, aun con todas las trabas que se le pusieron, lograra ejercer como cronista deportiva y corresponsal en Estados Unidos y en París.
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Martha Gellhorn (1908 – 1998)
Por desgracia, Martha Gellhorn es recordada por ser la tercera esposa de Ernest Hemingway tanto como por su excelente trabajo periodístico. La que se convertiría en una de las corresponsales de guerra más importantes y activas de todo el siglo XX comenzó sus andanzas en España durante la guerra civil pero a ese Madrid asediado lo seguirían la Segunda Guerra Mundial (incluyendo el Desembarco de Normandía), el horror de los campos de concentración (Dachau), Vietnam, Oriente Medio El Salvador y los Balcanes entre muchos otros. Martha Gellhorn escribía sobre las guerras en el frente, lo más cerca de la verdad y la acción que pudiera, y siempre dejando espacio para ver, escuchar y hablar de las víctimas del conflicto.
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Truman Capote (1924 – 1984)
Con 18 años, Capote entró a trabajar en la prestigiosa publicación The New Yorker y desde ese momento pasaría su vida colaborando con numerosos medios (nacionales e internacionales) al tiempo que escribía sus novelas. Truman Capote se hizo un hueco en el periodismo de investigación con sus excelentes reportajes y entrevistas y lo revolucionó, junto a otros autores de la época, con la aparición de la novela de no-ficción. El autor cogió algunos de los principios del Nuevo Periodismo y los aplicó a una rigurosa investigación periodística para crear A sangre fría, una novelización del asesinato de la familia Cutters y la posterior investigación que llevó al arresto de los culpables. Capote se pasó meses visitando los lugares de los hechos y hablando con los testigos, policías y con los propios asesinos para que el relato fuera lo más próximo a la realidad posible.
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Rodolfo Walsh (1927 – 1977)
Rodolfo Walsh es, sin duda, una de las figuras más interesantes del periodismo latinoamericano del siglo XX. Comenzó escribiendo novelas policiacas y reportajes culturales para varios periódicos argentinos pero no tardó en usar su olfato de sabueso para trabajar como periodista de investigación y denunciar los abusos que se cometían en su país. Es considerado por muchos el verdadero padre de la novela de no-ficción ya que su Operación Masacre se adelantó nueva años al A sangre fría de Capote.Con la llegada de la dictadura de 1976, Rodolfo Walsh decidió permanecer en el país luchando con el grupo guerrillero Montoneros y se dedicó a escribir su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, que repartía por los buzones de Buenos Aires. El 25 de marzo de 1977 fue emboscado y acribillado por orden del régimen. Los atacantes se llevaron sus restos y su nombre pasó a la (larga) lista de desaparecidos durante la dictadura.
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Gabriel García Márquez (1927 – 2014)
El gran Gabo decía del periodismo que era “el mejor oficio del mundo” y defendió ese ideal durante toda su vida, apostando por un periodismo de calidad y comprometido con la sociedad. A pesar de que cursó los estudios de Derecho, se pasó rápidamente al trabajo del plumilla y se convirtió en uno de los redactores más conocidos y respetados de América Latina. García Márquez se sumaría al movimiento conocido como Nuevo Periodismo y volcaría su talento en crónicas y reportajes que, si bien mantenían los estándares de objetividad periodística, utilizaban el estilo y las formas de la escritura narrativa. En 1995 creó la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.
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Oriana Fallaci (1929 – 2006)
Su nombre se escucha en las facultades de periodismo de todo el mundo y es que no es para menos. Oriana Fallaci agitó los estándares de la profesión y los llevó hasta nuevos niveles inimaginables unos años antes de que ella apareciera para cambiarlo todo. Su forma de trabajar, de redactar y de entrevistar abrió la puerta a un tipo de periodismo más personal, duro con el poder y dispuesto a hacer todas las preguntas incómodas que haga falta. Durante muchos años fue corresponsal de guerra en Vietnam, India, Oriente Medio y América Latina (resultó herida en la masacre de Tlatelolco) y realizó entrevistas magistrales a personajes tan destacados como Mahatma Gandhi, Yasser Arafat, Henry Kissinger, el ayatollah Jomeini, Frank Sinatra o Muamar el Gadafi.
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Tom Wolfe (1930 – 2018)
Al autor de La hoguera de las vanidades se le recordará como a una persona excéntrica y extraña que bajo su gesto infantil y sus extravagantes trajes de tres piezas ocultaba una mente ágil y brillante como pocas. Tom Wolfe fue uno de los primeros redactores estadounidenses que rompieron con los estándares periodísticos en la década de los 60 y comenzaron a experimentar, a probar estilos diferentes que tomaban prestado de la novela y daban al lenguaje una nueva y refrescante libertad. La sátira y el humor eran un elemento clave en sus textos periodísticos, en los cuales quiso aportar una nueva mirada sociedad estadounidense.
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Ryszard Kapuściński (1932 – 2007)
El periodista polaco ganó fama internacional mientras cubría, a través de sus crónicas, los conflictos que la Guerra Fría provocaba en Asia, África y América Latina al tiempo que se acercaba a los pobres y olvidados de todo el mundo para contar su historia y su realidad. Kapuściński tenía una forma de ver el mundo difícil de igualar y una voz única capaz de hacer que sus textos cobraran vida. Aunque con el paso de los años se le ha acusado de exagerar, alterar e incluso inventar algunas de las situaciones que supuestamente vivió para que fueran más estéticas y potentes, las crónicas de sus viajes siguen teniendo la capacidad de trasladar al lector.
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Hunter S. Thompson (1937 – 2005)
En el caso de Hunter S. Thompson es difícil decir donde acaba el hombre y empieza el mito ya que el escritor (él mismo decía que no era reportero, que era escritor) hizo de su vida un espectáculo de desenfreno, drogas y alcohol que ha calado en el recuerdo. Comenzó a escribir para medios impresos por dinero y siempre rechazó la idea de que lo que él hacía se pudiera enmarcar en el “periodismo ortodoxo”, era drogadicto y alcohólico y dio lugar al conocido como periodismo gonzo. Este subgénero del periodismo se caracteriza por el total desprecio a la objetividad y al papel de observador y narrador del periodista, optando por un enfoque en el que el reportero pasa a formar parte de la historia que está contando e incluso a intervenir en ella.
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Bob Woodward (1943 - ) y Carl Bernstein (1944 - )
El destino quiso que estos dos nombres quedaran unidos para la posteridad. El Washington Post decidió ponerlos a trabajar juntos cuando el aparente intento de robo en la sede del Partido Demócrata dio paso a un escándalo mayúsculo que haría caer al mismísimo presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon. Woodward y Bernstein ganaron el Pulitzer por su investigación en el caso Watergate y escribieron juntos el libro Todos los hombres del presidente. Con los años, ambos siguieron con sus carreras por separado.
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Robet Capa
Los fotógrafos y amantes Endre Ernő Friedmann y Gerda Taro crearon al personaje de Robert Capapara intentar vender sus propias obras en París y acabarían adoptándolo como pseudónimo para todas las fotografías que harían a lo largo de los años. Las instantáneas de Robert Capa capturaron momentos clave de la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, el Día D, la Primera Guerra Árabe-Israelí o la Guerra de Indochina con una capacidad única para retratar los horrores del conflicto y el sufrimiento de la población civil. Gerda Taro murió en 1937 durante la Guerra Civil española y Friedman en 1954 en Indochina.
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