Historia de la tuberculosis, la eterna enemiga de la humanidad
A la tuberculosis se la conoce en literatura como ‘la capitana de la muerte’, o ‘el lento asesino de la juventud, la promesa y el genio’. Hablamos de una de las enfermedades infecciosas más mortales de la historia.
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que nos acompaña desde los albores de la humanidad, y permanece presente hasta nuestros días. A diferencia de virus como el VIH, la influenza (que causa la gripe) o el reciente nuevo coronavirus SARS-CoV-2 (que causa el COVID-19), la tuberculosis está causada por una bacteria, (M. Tuberculosis) y es una de las enfermedades infecciosas más antiguas de la historia.
Como ocurre con muchas otras enfermedades infecciosas (causadas por virus o bacterias), la tuberculosis se propaga principalmente por las vías respiratorias directamente desde una persona infectada que emite bacterias vivas al aire. Diminutas gotas expulsadas al estornudar, toser o hablar pueden contener cientos de bacilos tuberculosos que una persona sana puede inhalar sin darse cuenta.
Como resultado de la reacción defensiva del cuerpo ante la infección, se forman en las vías respiratorias unos nódulos visibles con forma tubular llamados tubérculos (por tener una forma similar a los tubérculos de tierra, como las patatas). La enfermedad provoca desde nódulos apenas visibles hasta grandes masas tuberculosas en conglomerados de tubérculos. Y de ahí el nombre de la enfermedad: tuberculosis.
La bacteria que causa la tuberculosis se sirve de la sangre para infectar el resto del organismo. En niños muy pequeños, ancianos y los adultos inmunodeprimidos (receptores de trasplantes de órganos, pacientes oncológicos o pacientes con VIH, por ejemplo), la infección primaria puede extenderse por el cuerpo, causando tuberculosis miliar, una forma altamente mortal si no se trata adecuadamente.
A la tuberculosis se la conoce en la literatura como ‘la capitana de la muerte’, o ‘el lento asesino de la juventud, la promesa y el genio’. Y no es para menos, dado que se la considera una de las enfermedades infecciosas que más muertes ha provocado en la historia de la humanidad. Desde los obscenos tratamientos de la Antigüedad y la Edad Media hasta los primeros fármacos del siglo XX que la mitigaron, pero no lograron erradicarla, la tuberculosis es el enemigo eterno de la humanidad, que en la actualidad aún conserva algunos brotes preocupantes en algunas partes del mundo.
A continuación, hacemos un breve repaso sobre la historia de la tuberculosis.
Bibliografía:
Enciclopedia Británica
Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (NIH)
‘Historia de la Lucha antituberculosa’. (2009) Facultad de Ciencias Médicas Dr. Salvador Allende y Hospital Neumológico Benéfico Jurídico
La tuberculosis nos acompaña desde nuestros orígenes
La tuberculosis nos acompaña desde nuestros orígenes
La evidencia más clara de que la bacteria M. tuberculosis y los humanos han coexistido desde la prehistoria proviene principalmente de estudios de muestras fósiles recogidas de asentamientos humanos neolíticos en el Mediterráneo oriental.La prueba genética obtenida de estos estudios indica que hace aproximadamente 9000 años existía una cepa de M. tuberculosis similar a las cepas presentes en el siglo XXI. La evidencia previa sugirió que todas las cepas de Mycobacterium tuberculosis se habían originado de un antepasado común hace aproximadamente 30 000 años.No obstante, un estudio publicado en The Lancet en 2005 estimó que la tuberculosis podría haber existido en ancestros humanos primitivos que vivieron hace tres millones de años en el este de África.
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La tuberculosis en el Egipto antiguo
Los restos momificados de antiguos egipcios que se han analizado en la modernidad encontraron evidencias de infección por esta bacteria. Pero, además, tenemos pruebas de que los egipcios no solo padecieron esta enfermedad, sino que trataron de luchar contra ella como pudieron: papiros conservados atestiguan que los tratamientos consistían, principalmente, en sangre de animal, bien ingerida o bien inoculada en vena.
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Hipócrates y la tuberculosis
En la época del esplendor de la civilización griega antigua, hace unos dos mil cuatrocientos años, los grandes pensadores y científicos de aquella época todavía estaban lejos de catalogar correctamente a esta enfermedad.Según la Enciclopedia Británica, en los escritos del médico griego Hipócrates aparecen referencias a algo llamado ‘emaciación’, que se ha asociado con la tuberculosis. Hipócrates creía que la tuberculosis no era una enfermedad contagiosa, sino una alteración de tipo alimentario. Para tratarla, estaban indicados baños calientes, abstinencia sexual, beber vino y sangre de animales, y el apoyo psicológico al enfermo.
Mujer y hombre bañándose en un fresco del siglo XIV del Palazzo del Podesta. / iStock
La tisis en la edad oscura de la ciencia
En los escritos médicos de Europa a través de la Edad Media y hasta la Revolución Industrial, la tuberculosis se denominaba tisis, 'peste blanca' (para diferenciarla de la letal peste negra) o la enfermedad debilitante (en inglés, wasting), en referencia al desgaste progresivo de la salud y vitalidad de la víctima a medida que la enfermedad se desarrollaba.Pero muy poco se sabía sobre esta enfermedad. En aquella época, se suponía que la causa era principalmente constitucional, ya sea como resultado de una disposición heredada o de una vida poco saludable.
Siglos sumida en la oscuridad
Durante siglos, los tratamientos consistieron en sangrías regulares, administración de expectorantes y purgantes, baños calientes, dieta saludable, ejercicio físico, como cabalgatas vigorosas y, en las etapas finales de la enfermedad, administración de sustancias paliativas del dolor, como opiáceos.A partir de 1492, las nuevas sustancias que llegaban del nuevo mundo también comenzaron a utilizarse como tratamiento, como el tabaco, el café y el cacao. En oriente próximo, los árabes utilizaban baños de leche, semillas, minerales como arsénico y sulfuro, mirra y bálsamos.La humanidad continuaba sin obtener una visión clara de la bacteria que causa la enfermedad de la tuberculosis. Su comprensión era, más bien, un lienzo en blanco.
Opera Medica, publicado por Samvelem De Tovrnes / Wikimedia Commons
1679: descripción anatómica de la tuberculosis
La descripción patológica y anatómica exacta de la enfermedad fue ilustrada en 1679 por Francis Sylvius, en su trabajo Opera Medica. En ella describe los tubérculos, su progresión a abscesos, cavidades y empiema en los pulmones. En este momento, la enfermedad comienza a ser llamada tuberculosis, y no tisis, como era conocida hasta el momento.La primera referencia oficial a la naturaleza infecciosa de la tuberculosis se observa en la legislación sanitaria italiana, en particular, en un edicto emitido por la República de Lucca en 1699.En 1735, la Junta de Salud de la República ordenó la notificación obligatoria y el aislamiento de los consumidores, prohibiendo su admisión en hospitales públicos y estableciendo lugares específicos para su tratamiento.
Jean Antoine Villemin / Wikimedia Commons
1865: la tuberculosis como enfermedad infecciosa
Aunque la idea de que la tuberculosis era una enfermedad contagiosa ya tenía algunos seguidores, tuvieron que pasar siglos hasta que se demostró finalmente que lo era.En 1865 que Jean Antoine Villemin, un médico militar de París, demostró que la enfermedad se podía transmitir de animales enfermos a animales sanos por inoculación.
El grabado representa al bacteriólogo alemán Robert Koch como el nuevo San Jorge tras aislar el bacilo de la tuberculosis. Publicación original: The Review of Reviews, Londres. Foto de Hulton Archive / Getty Images
1882: el descubrimiento del ‘bacilo tuberculoso’
Aunque había fuertes indicios de que la tuberculosis era causada por un agente infeccioso, el organismo aún no se había aislado e identificado. Finalmente, el médico alemán Robert Koch, uno de los fundadores de la bacteriología, descubrió en 1882 el bacilo tuberculoso y estableció su presencia en los tejidos de animales y humanos que padecen la enfermedad.Además, Koch descubrió el ciclo de la enfermedad del ántrax y la bacteria responsable del cólera, una enfermedad que, al igual que la tuberculosis, se dedicó a investigar durante años. Finalmente, recibiría el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1905 por su investigación sobre la tuberculosis.
1890: Un modelo de un paciente sometido a cirugía en un quirófano de la era victoriana tardía. Foto de Hulton Archive / Getty Images
Cirugía para tratar la tuberculosis
Entre los años 1883 y 1884 se realizaron una serie de operaciones quirúrgicas en Inglaterra que supusieron un gran avance en cuestión de cirugía de tórax. Estas técnicas estaban dirigidas a la inmovilización de una sección pulmonar dañada por la enfermedad; pero estos procedimientos agresivos conllevaban complicaciones aún más graves y no permitían mitigar la infección por completo, por lo que, con el tiempo, fueron siendo desechados en favor de tratamientos con fármacos.
El bacteriólogo alemán Robert Koch (1843-1910). Foto de Hulton Archive / Getty Images
1890: la tuberculina, un tratamiento fallido
Koch investigó el efecto que tenía una inyección de bacterias muertas en una persona que posteriormente recibió una dosis de bacterias vivas y concluyó que pudo haber descubierto una cura para la enfermedad. En sus estudios utilizó como agente activo un líquido estéril producido a partir de cultivos de la bacteria. Sin embargo, el líquido, al que llamó tuberculina (1890), resultó decepcionante, e incluso peligroso, como agente curativo.
7 de julio de 1955: Colegialas hacen cola para vacunarse contra la tuberculosis, durante una vacunación masiva realizada en la escuela secundaria Kilmorie, Londres. (Foto de Edward Miller / Keystone / Getty Images).
1921: la primera vacuna contra la tuberculosis
El primer método de inoculación preventiva contra la tuberculosis -en la que los bacilos tuberculosos vivos, pero atenuados, se usaron como vacuna- fue introducida en Francia en 1921 por los bacteriólogos Albert Calmette y Camille Guérin. La cepa, denominada BCG (Bacillus Calmette-Guérin), era de origen bovino y se atenuó mientras crecía artificialmente en un cultivo de laboratorio.Un gran número de niños fue vacunado en Francia y en otros lugares de Europa y en América del Sur. A partir de 1930, la vacuna se utilizaría a gran escala en todo el mundo.
Mayo de 1936: pacientes con tuberculosis del Hospital St. Thomas descansan en sus camas al aire libre junto al río Támesis. Foto de Fox Photos / Getty Images
Curas de ‘aire fresco’
Pese al éxito del avance en la vacuna, poco se podía hacer en cuanto a tratamientos, excepto aislar a los pacientes en sanatorios, donde se pensaba que la limpieza y el aire fresco ayudaban a las defensas naturales del cuerpo a detener o al menos retrasar el progreso de la enfermedad.
Enero de 1947: una botella de estreptomicina, un antibiótico utilizado para tratar la tuberculosis. Foto de Express / Express / Getty Images
Años 40: el primer fármaco contra la tuberculosis
Entre los años 1943 y 1944, el microbiólogo ucraniano Selman A. Waksman y sus colegas descubrieron un potente agente antimicrobiano: la estreptomicina, que prosperó en el crecimiento del microorganismo Streptomyces griseus. Hacia 1945, el veterinario W.H. Feldman y el médico H.C. Hinshaw, trabajando en la Clínica Mayo en Minnesota, demostraron su efecto específico en la inhibición de la tuberculosis tanto en animales como en personas.Poco después, se generalizaría el amplio uso de la estreptomicina para el tratamiento de la tuberculosis en combinación con otros fármacos.
1956: Un paciente que padece tuberculosis recibe un fármaco inyectado. Foto de Vecchio / Three Lions / Getty Images
Años 50 y 60: la gran revolución de los fármacos
Pero el gran avance en cuestión de tratamientos llegaría en el año 52, con la patente de la isoniazida, el fármaco más potente frente a la tuberculosis, y el más importante aún a día de hoy. Actúa interrumpiendo un proceso básico para la supervivencia de la bacteria (inhibiendo la síntesis de ácido micólico en la pared bacteriana).En los años posteriores, se introdujeron otros fármacos efectivos contra la tuberculosis: pirazinamida en 1954, etambutol en 1962 y rifampicina en 1963.
1960: de compras por Carnaby Street en Londres. Foto de Fox Photos / Getty Images
Una enfermedad ‘del pasado’
Simultáneamente, los países industrializados experimentaban ya una considerable mejora de la salud como consecuencia de las medidas de higiene y saneamiento y de la mejora económica.La Enciclopedia Británica aporta datos sobre la tasa de mortalidad por tuberculosis en Inglaterra y Gales, que se redujo de 190 por cada 100 000 habitantes en el año 1900 a 7 por cada 100 000 habitantes a principios de la década de 1960. En los Estados Unidos durante el mismo periodo de tiempo, la tasa de mortalidad cayó de 194 muertes por 100 000 habitantes a aproximadamente 6 por cada 100 000.La tuberculosis comenzaba a verse en Occidente como una enfermedad del pasado y de los países sin recursos.
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Finales del siglo XX: mala hierba nunca muere
Sin embargo, a mediados de la década de 1980, el número de muertes causadas por tuberculosis comenzó a aumentar nuevamente en los países desarrollados. El resurgimiento de la enfermedad se atribuyó en parte a ineficaces sistemas de atención médica, al aumento de la inmigración y a la propagación del VIH.Además, a lo largo de la década de 1990, el número de casos de tuberculosis aumentó enormemente en África.
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La tuberculosis en la actualidad
A principios de la década de 2000, como resultado de la rápida implementación de los esfuerzos mundiales para combatir la enfermedad, la epidemia en África se desaceleró y las tasas de incidencia se estabilizaron. A pesar de la nivelación de la incidencia de tuberculosis per cápita, el número global de casos nuevos continuó aumentando, debido al crecimiento de la población, especialmente en las regiones de África, el sudeste asiático y el Mediterráneo oriental.La tasa de mortalidad por tuberculosis se mantiene hoy entre 1,6 millones y 2 millones de muertes cada año.
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