Hay autores que, con sus textos, llegan al alma de la gente. Benito Pérez Galdós fue uno de esos virtuosos de las letras que hacía cobrar vida a los personajes y escenarios que describía con unas tramas que calaban por la profundidad humana que contenían. Natural de Las Palmas de Gran Canaria, el escritor se trasladó a la Villa de Madrid en su juventud y desarrolló en ella gran parte de su prolífica carrera. Pocos han sido capaces, desde entonces, de igualar el cariño y la cercanía con la que Pérez Galdós trató a esa ciudad cambiante, alocada e inmensa que es el Madrid de finales del siglo XIX, con todos sus rincones y plazas dibujados para la posteridad en los libros del canario.
Quien conozca, aunque sea mínimamente, la obra de Benito Pérez Galdós pensará en sus títulos más conocidos que tienen lugar en Madrid (como La fontana de oro, La desheredada, Fortunata y Jacinta o Misericordia), pero son muchas las obras en las que Madrid queda reflejado en ellas. Desde esos cafés en los que el propio Galdós pasaba sus tardes hasta los barrios por los que vagaba y que inspiraban su elocuente imaginación para contar historias de personas anónimas, esas que como el autor vivían suspirando por Madrid. Sus teatros rugieron cuando el canario estrenaba esas obras dramáticas que tanto entusiasmaron y fue tal la importancia del escritor en la ciudad que incluso ha dado lugar al término "Madrid galdosiano". Hoy en día todavía pueden seguirse las huellas de Galdós y sentir cómo influyó en la ciudad al atravesar los locales, librerías, calles, plazas o estatuas que existen en su honor.
En Madrid Galdós conoció a algunos de sus mayores amigos. En Madrid fue donde se convirtió en diputado y miembro de la Real Academia Española y en Madrid fue donde su mano, como llevada por una musa invisible, creó algunas de las mejores obras y más fieles retratos sociales que ha conocido España desde entonces. Puede que Galdós le deba mucho a Madrid, pero Madrid le debe todavía más a Benito Pérez Galdós.
Muy Historia agradece a 'Aventuras Literarias' su colaboración en la realización de esta galería.
Imagen: Casa Museo Benito Pérez Galdós
Un canario en Madrid
Benito Pérez Galdós, natural de Las Palmas de Gran Canaria, llegó a Madrid con 19 años para estudiar Derecho pero su pasión por las letras acabó por imponerse. Animado por Francisco Giner de los Ríos, creador de la Institución Libre de Enseñanza, empezó a dar rienda suelta a su talento y acabó por dedicarse en cuerpo y alma a la escritura. Galdós encontraría en Madrid un refugio y una fuente de inspiración, hasta el punto de que entre el autor y la ciudad surgiría un vínculo que perdura hasta la actualidad y que todavía se nota al pasear por las mismas calles que recorrió el canario.
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Cronista de su tiempo
Máximo exponente del movimiento realista y más tarde del naturalista en España, Galdós quiso reflejar en sus obras el mundo que le rodeaba tal y como era, con sus luces y sus sombras. Con los Episodios Nacionales (que relatan los principales eventos históricos entre 1805 y 1873) el escritor presenta una macro-mirada de lo que estaba pasando en el país, tratando los grandes acontecimientos sociales y políticos con gran fidelidad y desde la perspectiva de personajes anónimos que son testigos silenciosos de ellos.En otras de sus novelas, sin embargo, Galdós prefiere llevar el foco de atención a historias humanas, de estar por casa, en las que es el día a día de sus personajes (representados según su clase social o nivel educativo a través de comportamiento, costumbres y lenguaje) el que nos permite ver cómo era la sociedad en la que vivió Galdós y comprender la crítica que en muchos casos lanzaba al aire esperando una respuesta.
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Las obras más "gatas" de Galdós
Madrid, ciudad por la que Galdós paseó y de la que conoció todos sus rincones, fue el escenario de su vida tanto como de gran parte de su obra. Las animadas calles, comercios y monumentos de la capital fueron ricamente descritos en sus novelas, siendo tantas las referencias que llegó a utilizarse el término “Madrid galdosiano” para hablar de todos los lugares que Galdós incluyó en sus obras. Entre los títulos que transcurren en Madrid o en los que este tiene gran importancia se destacan La fontana de oro (1870), La deshereda (1881), El doctor Centeno (1883), Fortunata y Jacinta (1886-1887), Miau (1888), la tetralogía de Torquemada (1889-1895) o Misericordia (1897).
Imagen: Wikimedia Commons.
Ateneo de Madrid
El Ateneo de Madrid ha sido, desde su apertura en 1820, un lugar de encuentro para las mentes más brillantes de las artes españolas y fue uno de los lugares favoritos de Galdós, al que se refería como “altar de mis sueños” o “descanso de mis tardes”. Por entonces el Ateneo se encontraba en el número 22 de la calle Montera y el escritor no pudo ingresar hasta 1865 dado que al llegar a Madrid no tenía dinero para pagar la cuota inicial y la cuota mensual.En el Ateneo conoció a numerosas personalidades de la época, entre las que se destaca el también escritor Leopoldo Alas Clarín, con quien mantuvo una estrecha amistad. También fue un lugar de encuentro común entre Galdós y Emilia Pardo Bazán, con quien mantenía una relación.
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Casa de Fortunata
En el número 11 de la Cava de San Miguel, pegando a la eterna plaza Mayor de Madrid, es donde Benito Pérez Galdós nos contó que vivía la hermosa Fortunata Izquierdo. Siendo una de sus obras más importantes y en las cuales Madrid queda mejor retratado, Fortunata y Jacinta narra la historia de dos mujeres, de distinta clase social, que ven sus vidas entremezcladas por culpa de la relación que ambas tienen con el mujeriego Juan de la Santa Cruz.
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Sobrino de Botín
En la calle Cuchilleros está el restaurante Sobrino de Botín, declarado el restaurante más antiguo del mundo por el Libro Guinness de los Records y famoso por su cochinillo. Además de ser visitado a menudo por Galdós, aparece mencionado en Fortunata y Jacinta y en Misericordia, además de en las obras de otros autores como Ramón Gómez de la Serna, Graham Greene o Ernest Hemingway.
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Café Lhardy
El Café Lhardy fue otro de los lugares en los que Galdós y los demás autores de la época solían llevar a cabo sus tertulias literarias. La importancia de este establecimiento, que fue fundada en 1839 como pastelería y aparece en Lo prohibido, fue descrita por el propio Azorín de la siguiente forma: “No podemos imaginar Madrid sin Lhardy”.
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Palacio Real
Frente al imponente Teatro Real y la plaza de Oriente, el Palacio Real de Madrid es uno de los monumentos más destacados de la capital y en él (o en sus alrededores) se sitúa la acción de obras como La desheredada o El doctor centeno. Mayor protagonismo todavía tuvo este lugar en El 19 de marzo y el 2 de mayo (1873), tercera parte de los Episodios Nacionales en la que se relata el alzamiento popular que tuvo lugar en Madrid cuando las tropas napoleónicas intentaron llevarse a la familia real del palacio.
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Teatro Español
Conocido hasta 1849 como Teatro Príncipe, el Teatro Español de Madrid (Plaza de Santa Ana) fue uno de los escenarios en los que Galdós dio vida a sus obras dramáticas. Aunque fueron muchas las obras que estrenó (Gerona, Voluntad, Doña Perfecta, Electra, Alma y vida, El abuelo, Bárbara…) allí, es digno de mención el caso de Electra. El día de su estreno el 30 de enero de 1901, el público quedó tan entusiasmado tras la función que los vítores no le pareció reconocimiento suficiente y decidieron esperar a que Galdós saliera y acompañarle (se habla de unas 500 personas) hasta su casa por las calles de Madrid llevándole en hombres y siendo saludado por la gente de los balcones.
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Congreso de los Diputados
Galdós fue nombrado parlamentario por el Partido Liberal en 1886 por Guayama (Puerto Rico). Si bien su papel en la política pasó desapercibido debido a su carácter reservado, el formar parte del Congreso de los Diputados le permitió ser testigo del panorama político que existía y que más tarde inspiraría su discurso de ingreso en la Real Academia Española La sociedad presente como materia novelable. En las elecciones de 1910 se presentó en la Conjunción Republicano-Socialista.
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Real Academia Española
El 7 de enero de 1897, tras mucha espera y la oposición de los sectores más conservadores, Benito Pérez Galdós fue nombrado miembro de la Real Academia Española y pasó a ocupar la Silla N. Su discurso de entrada le respondió Marcelino Menéndez Pelayo.
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Estatua del Retiro
El 19 de enero de 1919 se inauguró, junto a la rosaleda del Parque del Buen Retiro, una estatua en honor de Benito Pérez Galdós. El escultor fue Víctor Macho y representó al autor sentado, con la mirada perdida en el horizonte y las manos descansando sobre sus piernas, tapadas con una manta. Benito Pérez Galdós, a pesar de estar muy enfermo y prácticamente ciego, estuvo presente durante la inauguración.
Imagen: Wikimedia Commons.
Calle Fuentes 3 y calle Hilarión Eslava 7
Vamos terminando la galería con el alfa y el omega de la aventura madrileña de Galdós. Cuando el joven escritor llegó a la capital con 19 años para cursar sus estudios de Derecho se alojó durante unos meses en una pensión en el número 3 de la calle Fuentes, su primer hogar en Madrid. En el otro extremo de su historia encontramos el número 7 de la calle Hilarión Eslava, casa en la que Benito Pérez Galdós fallecería el 4 de enero de 1920.
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