La conciencia que posee el ser humano le hace ser temeroso de la muerte. Las distintas culturas y sociedades han encontrado cierto consuelo a este inevitable final de muchas y variadas formas pero sin perder de vista el respeto que se le debe tener a la parca. Resulta curioso ver cómo dos civilizaciones como la celta y la de los pueblos prehispánicos de México, separadas por un océano y tan distintas, compartían el culto a la muerte. Unos tenían Samhain, de la que deriva Halloween, y los otros, numerosas celebraciones que se han convertido en el Día de Muertos.
Heredera directa de las creencias y costumbres previas a la llegada de los europeos, pueblos como los mixtecas, aztecas o mayas poseían sus propios rituales y tradiciones espirituales que buscaban facilitar el viaje al más allá de los fallecidos y contentar a la muerte, personificada en el dios Mictlantecuhtli. La cristianización que los conquistadores españoles llevaron a cabo y su posterior asimilación por los descendientes de nativos y colonos dio lugar a una celebración en la que ambas concepciones de la vida y la muerte se unen y a una perspectiva única y fascinante con elementos de ambas perspectivas. La cultura y la historia de México se encuentran en el Día de Muertos.
Y como no hay mejor forma de conocer algo nuevo que de la mano de quien lo ha vivido, hemos querido dirigirnos a la fuente más cercana para comprender esta particular fiesta. Eduardo Pérez Noyola, Director de Asuntos Empresariales de Casa de México en España, nos cuenta el Día de Muertos con esa sonrisa tan amable y cercana como propia de los mexicanos, que te invita a conocer y profundizar en su mundo. Nos habla del origen de la fiesta, la importancia de los altares y las ofrendas, la historia de Catrina y el simbolismo de las calaveras o el colorido papel picado.
Para aquellos que desconocen la mentalidad o las tradiciones de esta fiesta y para aquellos que ya la han vivido pero quieren volver, repasamos los secretos y entresijos del Día de Muertos mexicano, una celebración de la vida y una última carcajada con la muerte.
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La celebración en época prehispánica
El culto a la muerte era algo común a todas las culturas que habitaron México en la época prehispánica. Cada una con sus particularidades, civilizaciones como la mixteca, apoteca, maya o azteca pensaban en la vida del más allá y esto las llevaba a desarrollar una serie de rituales y creencias en torno a la muerte.Por todo México es posible encontrar templos o altares dedicados a la muerte y a deidades relacionadas con esta en las que se depositaban ofrendas compuestas por alimentos u objetos valiosos con el fin de facilitar la travesía de los fallecidos.
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Mictlantecuhtli y el lugar de los muertos
En las culturas apoteca y mixteca Mictlantecuhtli es el dios de la muerte y el inframundo y señor de Mictlán, el lugar de los muertos. Este era uno de los 13 lugares del más allá en las culturas mexicas, el inframundo común formado por nueve niveles y en el que acababan todos aquellos que no habían tenido una muerte relacionada con el agua (entonces iban al Tlalocan) o la guerra (directos al Tonatiuhichan). En Mictlán gobiernan Mictlantecuhtli y su esposa Mictecacihuatl y es a ellos a quienes se les dedicaban las ofrendas o sacrificios.
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Xoloitzcuintle, el perro del inframundo
El xoloitzcuintle es una raza de perro originaria de México, característico por su calvicie y por la estrecha relación que guarda con el más allá y la cultura mexicana. En náhuatl, su nombre es la unión de los términos “perro” y “sirviente” y además guarda relación con el dios Xólotl, un hombre con cabeza de perro que acompaña al sol en su paso por el inframundo. La labor del xoloitzcuintle era acompañar y ayudar a los muertos a llegar a Mictlán.
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Celebración católico-pagana
La llegada de los españoles a México supuso el encontronazo entre las creencias prehispánicas y la fe católica de los conquistadores. El paso de los siglos y la influencia europea hizo que el catolicismo se extendiera entre los mexicanos y se convirtiera en la religión mayoritaria del país, pero sin perder las raíces de su pueblo. El Día de Muertos es un claro ejemplo de una fiesta en la que se combinan las creencias prehispánicas y la espiritualidad católica.
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Preparación
Aunque los días más importantes de la celebración son el 30 y 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, el Día de Muertos cuenta con una especie de “prefiesta” en la que las familias comienzan a preparar todo lo necesario para el Día de Muertos. Durante la segunda quincena de octubre aproximadamente, México se llena de mercados dedicados a vender los productos tradicionales del Día de Muertos y los aromas y colores comienzan a invadirlo todo.Conforme la fecha se va acercando, se montan los altares y se empiezan a preparar los alimentos y ofrendas para la celebración. Cada familia, desde el más joven hasta el mayor, pasa tiempo preparando guirnaldas de cacahuetes o flores de cempasúchil, platos tradicionales y esculturas de chocolate, pan o azúcar con forma de calavera.
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El altar
La pieza central del Día de Muertos es el altar, una estructura decorada de forma única y personal en la que se colocan las ofrendas y las fotografías de los fallecidos a los que se homenajea. La construcción y decoración de este altar es el elemento clave de la celebración y lo que permite a las familias pasar tiempo juntos preparándose para recibir a sus difuntos. En el altar se puede ver el equilibrio entre paganismo y catolicismo.Los altares se montan con la ayuda de toda la familia, se colocan en lugares importantes de la casa (siempre a la vista) y se les muestra un gran respeto ya que, a pesar del colorido que poseen, representan el punto de conexión con los difuntos.
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Los cuatro elementos
Como parte de esas creencias prehispánicas a las que tanta importancia se le da, en los altares se pueden encontrar representaciones de los cuatro elementos naturales. El fuego aparece con las velas que se encienden en honor a los difuntos, el aire está presente en las banderas de papel picado y el incienso, para representar la tierra se suele colocar una cruz de tierra o sal y para el agua siempre se coloca un vaso o una botella sobre el altar.
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Valor cristiano
En contraposición, el propio altar también presenta un potente simbolismo cristiano. Dividido en tres niveles, el altar marca el paso de los difuntos por el cielo, el purgatorio y el mundo terrenal. La parte más alta del altar es el cielo y se suele decorar con un arco de caña de azúcar o de flores de cempasúchil que marcan la entrada del más allá. El purgatorio es la parte central del altar, ricamente decorada, y la parte más baja representa el mundo terrenal en el que se colocan las fotos de los fallecidos, las ofrendas y las calaveras.
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Las ofrendas
Las ofrendas que se depositan en el altar van desde los elementos tradicionales, comunes a prácticamente todos los altares, a aquellos que son propios de cada familia. Entre los más habituales están las flores rojas o naranjas, catrinas y calaveras y platos típicos como tejacotes (una fruta), tamales, mole o pan de muerto. Además, cada familia coloca objetos que recuerden a los difuntos como su comida y bebida favoritas, puros o juguetes. En el Día de Muertos, los fallecidos bajan a la tierra para pasar un rato con sus seres queridos y se intenta hacer más cómoda su estancia con estos gestos.
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Calaveras, cempasúchil, chocolate y pan de muerto
Muchos de los objetos y alimentos que se ofrecen en el altar tienen un significado especial que ha ido definiéndose con el paso de los años. Las calaveras (o calacas), ya sean de azúcar o de cerámica, se pintan de ricos colores y se decoran con nombres o representando profesiones y trabajos. Esto se hace para que, cuando los difuntos bajen a la tierra, encuentren a un semejante que les haga sentirse cómodos. Las flores de cempasúchil (naranjas) o las crestas de gallo (rojas) son dos flores mexicanas que crecen de forma natural en la época cercana al Día de Muertos y por ello han acabado asociándose con este.Entre los muchos alimentos que se colocan sobre los altares se destacan el chocolate y el pan de muerto. El chocolate era muy importante para las civilizaciones prehispánicas ya que las semillas de cacao se utilizaban como moneda de cambio y se creía que era un alimento vinculado al inframundo. Por su parte, el pan de muerto es un plato tradicional de esta época y se utiliza para acompañar el chocolate o como alimento aparte especialmente, conocido por su sabor a anís, que es decorado o al que se le da forma de huesos o esqueleto. Un añadido al pan de muerto es que, generalmente, se hace de forma artesanal en cada casa y su preparación es la excusa perfecta para pasar tiempo en familia.
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La Catrina
La Catrina es, muy probablemente, uno de los iconos más reconocidos de la cultura y el folklore mexicano. Este esqueleto femenino, vestido de forma ostentosa con largos vestidos, sombreros y boas de plumas sobre sus hombros fue creada por el caricaturista José Guadalupe Posada y en su origen se la conocía como “Calavera Garbancera”. Parodiaba a los vendedores de garbanzos de la época de Posada, que renegaban de sus raíces indígenas y fingían ser ricos. Fue el artista Diego Rivera quien, en 1947, le otorgó el nombre de Catrina ya que un catrín es un hombre de clase acomodada que viste de manera lujosa.Actualmente, la Catrina se coloca en los altares del Día de Muertos con un sentido burlesco y para recordar que no importa cuán rico seas o lo bien que vistas, al final todos morimos.
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Visitas al cementerio
Después de esa parte de recogimiento y tiempo en familia, es tradición visitar los cementerios (o panteones) y trasladar la celebración allí. Al campo santo se llevan nuevas ofrendas que depositar sobre las tumbas, comida y bebida e incluso música en un entorno abierto y que fomenta la interacción entre los conocidos. Así, el Día de Muertos no se dedica solo a la vida familiar sino que potencia la interacción y las relaciones dentro de una misma comunidad.
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"Darse los muertos"
Cuando todo esto ha pasado, la comida y las ofrendas dedicadas a los difuntos se convierten en una última ocasión para disfrutar de la compañía de los demás. En México, “darse los muertos” se refiere al momento en que se comparten los platos que había en los altares y se regalan o intercambian con otras personas como una especie de banquete en honor de todos los que ya no están allí.
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Celebración pública y privada
Además de cada familia, las instituciones y prácticamente cualquiera que lo desee monta sus propios altares para que la fiesta sea celebrada tanto en las casas como en las calles. Especialmente llamativa es una iniciativa bastante popular en la que algunos ayuntamientos colocan altares públicos dedicados a personajes célebres fallecidos y dejan una caja frente a ellos para que se puedan colocar el nombre de los difuntos a los que quieren recordar creando entre todos un altar comunitario.
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Una fiesta para vivir en familia
Tanto por el hecho de que se recuerda a los seres queridos que ya no están como porque es una fiesta que se celebra con las personas más cercanas, el Día de Muertos es una fiesta familiar en todos los sentidos. Desde que empieza a prepararse hasta que llega el 2 de noviembre se fomenta la interacción y las actividades en grupo. Toda la fiesta acaba girando en torno a la idea de disfrutar de la vida con los tuyos, incluso con los que ya no están.
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Experiencia sensorial
El arraigo de esta tradición es comprensible cuando uno entiende que se basa completamente en experiencias. Más allá del hecho de que se enseña a apreciarla desde el colegio, todas las actividades y costumbres que se llevan a cabo se potencian con los sentidos (los olores y el sabor de la comida recién hecha, los colores del papel picado, el tacto del pan de muertos al amasarlo…) y esto hace que sea muy sencillo volver a los recuerdos de la infancia y revivirlos.
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Reírse con la muerte
La forma en que los mexicanos celebran el Día de Muertos es única y, si se ve desde ojos ajenos, puede resultar chocante ya que resulta completamente opuesta a otras variantes más serenas como el Día de Todos los Santos español. El Día de Muertos es un momento de celebración, para pasar tiempo con los demás y comer con ellos, divirtiéndose y recordando a los fallecidos pero siempre guardando un gran respeto.Los propios mexicanos afirman que “no se ríen de la muerte, sino con la muerte” y, ya que se cree que esa noche los muertos bajan a la tierra para pasar un único día con los suyos, pues mejor convertirlo en un momento alegre y lleno de buenos recuerdos.
Imagen: Daniel Delgado
Difusión internacional
Es fácil que una fiesta tan llamativa e interesante como el Día de Muertos se convierta en embajadora de la cultura mexicana, sus gentes y costumbres. La fascinación que genera en aquellos que son ajenos al Día de Muertos ha hecho que se extienda por todo el mundo y que sirva a instituciones mexicanas para dar a conocer su país.En 2019, por ejemplo, la Casa de México en España ha creado un imponente altar dedicado a los cantantes José José y Camilo Sesto y al artista Francisco Toledo, todos fallecidos este año. Les acompaña una gigantesca Catrina basada en la que aparece en Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, un mural de Diego Rivera. También realiza una serie de actividades entre las que se incluyen proyecciones cinematográficas, cursos de cocina mexicana o concurso de catrinas.
MUY Historia agradece a Casa de México y a Eduardo Pérez Noyola, Director de Asuntos Empresariales, su colaboración en la redacción de esta galería.
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