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Sekigahara, la batalla que cambió Japón

La batalla, que tuvo lugar el 21 de octubre del 1600, marcó el fin del periodo Sengoku y el comienzo de la era Tokugawa.

Hay momentos (en este caso, batallas) que cambian la historia de un país. En España podría ser la batalla de las Navas de Tolosa; para Cuba la toma de Santa Clara y, para Vietnam, la ofensiva del Tet. Para Japón, sin duda, ese enfrentamiento que tuvo repercusiones más allá de lo que cualquiera pudiera imaginar fue la batalla de Sekigahara. En ella se puso fin al periodo más largo de guerras civiles que el país había conocido y comenzó un momento que definiría al país en los siglos siguientes.
Desde el siglo XIII, Japón vivía una situación de inestabilidad similar a la que podía verse en muchos otros reinos de la época. Derivada de las luchas internas y las disputas por acumular poder se vivió un periodo de más de un siglo en el que las guerras civiles se sucedían de forma continua. La figura del emperador había perdido el poder que ostentase en el periodo Heian y pasó a convertirse en un elemento simbólico del estado, provocando que los señores feudales (daymios) se disputaran su autoridad y poder. Lo más parecido que hubo a una paz fue el intento de Oda Nobunaga por unificar el país bajo su shogunato, pero este se vio truncado cuando fue asesinado e hizo que las luchas perduraran hasta la subida al poder de Toyotomi Hideyoshi.
Cuando Toyotomi murió, las antiguas enemistades resurgieron y los daymios decidieron volver a disputarse el cargo de shogun y, con él, el dominio de la isla. En este caso los pretendientes al puesto eran el poderoso Tokugawa Ieyasu y el heredero de Toyotomi, cuyos intereses fueron defendidos por Ishida Mitsunari. Demostrando que el honor del guerrero era algo relativo cuando de ambición se trataba, las traiciones y emboscadas se sucedieron hasta que la tensión estalló en Sekigahara, campo de batalla que reunió a ambos ejércitos y en el que se decidió el futuro del país.
Sekigahara supuso el establecimiento de un poder político-militar absoluto, que ató en corto a los señores feudales y cerró sus fronteras al resto del mundo, especialmente a las potencias europeas. El periodo Tokugawa, que nacería tras lo ocurrido en Sekigahara, es el momento de más conocido de la historia japonesa y, curiosamente, el que más ha llegado al resto del mundo.

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