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El club de los poetas suicidas

A lo largo de la historia, numerosos poetas se han suicidado. Evocamos en esta galería alguna de esas figuras literarias y sus circunstancias cuando se quitaron la vida.

Los motivos, las maneras y el aura de misterio y desesperación de los poetas suicidas han hecho correr ríos de tinta.
Estas mujeres y hombres pretendían así huir de los fracasos artísticos, de los deseos siempre insatisfechos, y, sobre todo, del peso de su inmensa sensibilidad.
Desde la Antigüedad, tenemos ejemplos de poetas que se quitaron la vida, entre ellos, destaca el de la poetisa griega Safo, quien se lanzó al mar desde la roca de Léucade cuando su amor por Faón no se vio correspondido. Esta roca de la isla de Léucade era, al parecer, desde donde se lanzaban con frecuencia los enamorados para suicidarse.
Las formas de suicidio de estos prodigios de la escritura son muy diferentes y algunos no cejaban en su empeño, como por ejemplo: Ángel Ganivet se arrojó en la capital letona de Riga al río Duina desde un barco y volvió a tirarse al río después de ser rescatado; Kostas Karyotakis intentó suicidarse ahogándose en el mar pero como era un buen nadador no lo consiguió, al salir escribió una nota desaconsejando a los que sabían nadar intentar suicidarse de esa forma. A la mañana siguiente se pegó un tiro. Cesare Pavese se tomó dieciséis tubos de somníferos. Yávorov, ciego como resultado de un intento anterior de suicidio, ingirió veneno y, por si alguien lo salvaba, se voló la tapa de los sesos.
Todos ellos tomaron el camino de plasmar en el papel sus trastornos, sus soledades, sus ausencias... para ahondar en la parte oscura del ser humano que reflejaban en cada uno de sus versos.

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