Lehman Brothers en quiebra: la sombra de Wall Street es alargada
El 15 de septiembre de 2008 la entidad financiera Lehman Brothers se declaraba en quiebra y provocaba un efecto dominó que derivó en la mayor crisis económica de la historia.
Según el llamado efecto mariposa, dentro de la teoría del caos, si una pequeña e inofensiva mariposa bate sus alas en algún lugar del planeta, un tornado arrasara los alrededores en la otra punta. Todo está conectado en el mundo globalizado en que nos ha tocado vivir y las importantes decisiones que se toman en los despachos afectan a miles o incluso millones de personas que no son conscientes de la llegada del tornado. El 15 de septiembre de 2008, la entidad bancaria y de préstamo Lehman Brothers batía sus alas por última vez y generaba tal efecto dominó que fue el sistema económico mundial en su totalidad el que colapsó.
La llamaron la ‘Gran Recesión’ como un pequeño guiño a la crisis económica que Estados Unidos sufrió en los años 30 tras al jueves negro y el Crac del 29 de la Bolsa neoyorkina. Y aunque tuvo ciertas características comunes en los momentos que derivaron en ese estallido, las consecuencias reales de esta nueva crisis llegaron mucho más allá y mucho más lejos en cuanto a países afectados y a las consecuencias para la población y la ciudadanía. La Gran Recesión sacudió los mercados, la confianza en las empresas, los derechos sociales y de los trabajadores y hasta los mismos pilares de la democracia.
Pero, por supuesto, Lehman Brothers no fue el único responsable del desastre. Fueron muchas las entidades bancarias y financieras las que formaron poco a poco esa tormenta perfecta. La codicia de banqueros sin escrúpulos y con la única intención de ganar dinero, que estaban más cerca del malvado Sr. Burns que del tío Gilito, estuvieron durante años enriqueciéndose a costa de otros y realizando a sabiendas prácticas ilegales que desestabilizaron el sistema económico global. Y sin embargo, muchos de esos responsables de traje han salido incluso más ricos que antes de la crisis que ellos provocaron y que siguen defendiendo que era imposible de prevenir.
El dinero de unos pocos provocó la caída de muchos. La ambición de unos fue pagada por otros. Tanto tiempo después de ese triste lunes de 2008, seguimos sin saber cuál es el verdadero precio del dinero.
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Sus orígenes
Fundada en 1850 por Henry, Emanuel y Meyer Lehman en Alabama, comenzó como una empresa que aceptaba algodón bruto como pago y lo trataba para venderlo. Consiguió sobrevivir sin dificultades a la Guerra Civil de Estados Unidos (1861-1865) y tuvo un importante papel en la instauración de un mercado financiero del algodón en Nueva York. A partir de este momento amplió sus fronteras y se dedicó también al tabaco, a los ferrocarriles y al café. En los 70 adquirió Abraham & Co. y se fusionó con Kuhn, Loeb & Co. convirtiéndose en entidad bancaria y siendo el cuarto banco de inversión más importante de los Estados Unidos.
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Sobrevivió al Crac del 29
Tras la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en la mayor potencia a nivel mundial y en la principal exportadora de productos a los países europeos. Se produjo entonces una bonanza económica y un aumento del consumo conocidos como los felices años 20. Sin embargo, la inflación en que derivó esta situación y el constante aumento, sin fundamento real, de los valores de la bolsa provocaron el mayor derrumbe del mercado de valores de la época. Lehman Brothers, que por entonces era una empresa de grandes ganancias y solvente, consiguió sobrevivir a esta crisis de manera casi indemne, mientras que cientos de empresas tuvieron que cerrar por la falta de inversión de los bancos (ya habían cerrado más de 2 000 entidades por falta de liquidez).
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Ley Glass Steagall
En 1933, como parte de su New Deal para salir de la Gran Depresión, Franklin D. Roosevelt promulgó la Ley Glass Steagall con el objetivo de intentar que los bancos no participaran en el sector bursátil, evitar la competencia desleal y los monopolios y, básicamente, asegurar que la función de los bancos fuese facilitar el crédito a personas y empresas de forma sana y transparente. Estas medidas de prevención que buscaban evitar abusos y las malas prácticas de los dirigentes de los bancos fueron eliminadas durante la década de los 80 por la administración Reagan y su pensamiento liberal. Al desaparecer estas restricciones, muchos bancos empezaron a implicarse en bolsa y en otros mercados y desplazaron a organismos cuya función principal era precisamente esa.
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Bajada del tipo de interés del 6% al 1%
En 2002, el presidente George Bush propuso una bajada de los tipos de interés del 6% al 1% con el objetivo de que “todos los estadounidenses pudiesen ser propietarios de un hogar”. Esta medida, que buscaba subir el ánimo de la población tras el trauma de los atentados del 11-S, provocó que las entidades bancarias concedieran créditos y préstamos sin prácticamente ningún tipo de filtro o requisito y llegando a hacerlo a personas que no tenían trabajo, ingresos o liquidez. De esta época surgirían precisamente las llamadas hipotecas basura, que serían un desencadenante clave en el camino a la crisis económica.
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La burbuja inmobiliaria y crediticia
Durante los años 90, el mundo de Internet y los avances tecnológicos provocaron una emoción desmedida en la sociedad, que apostó en demasía por estos sectores y generó una burbuja tecnológica que no tardaría en explotar. Desde 2003 aproximadamente, lo mismo ocurrió con el sector inmobiliario. Las hipotecas con tipo de interés muy alto y riesgo de impago se convirtieron en uno de los mecanismos más comunes para conseguir viviendas, tendencia que además se veía animada por la concesión de créditos a todo tipo de personas, incluyendo aquellas cuya situación no aseguraba el cumplimiento de la deuda.
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Las CDOs, gasolina en una hoguera
La obligación colateralizada por deuda (CDO por sus siglas en inglés) es un producto financiero estructurado que se respalda en activos financieros, esos títulos contables por los que el comprador adquiere el derecho a recibir un ingreso futuro del vendedor; se puede entender como un compromiso de pagar a los inversores. Un rasgo característico de las CDOs es que se dividen en tramos, refiriéndose a los distintos derechos de cobro según la antigüedad de los inversores y que hace que la probabilidad de cobrar sea menor cuanto más tardío sea el tramo. En los años previos a la crisis, las CDOs estaban asociadas a hipotecas en vez de a préstamos bancarios, presentando mayores riesgos. Este producto financiero concedía a los prestamistas mayores incentivos a la hora de conceder el excesivo número de préstamos e hipotecas que provocaría la crisis del 2006.
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La crisis de las hipotecas subprime o hipotecas basura
Siguiendo la tendencia estadounidense, la burbuja del sector inmobiliario se extendió a nivel mundial y fueron muchos los países que normalizaron el uso de las llamadas hipotecas subprime. Se trata de hipotecas en las que el riesgo de impago es muy alto debido a que se suele usar por clientes con escasa solvencia y el tipo de interés, la cantidad que se abona cada X tiempo por cada unidad de capital invertido, era muy alto en comparación con los préstamos personales. Aunque las agencias de calificación (rating) les asignaron buenas calificaciones, la elevación de los tipos de interés desde 2003 hizo que los inversores no pudieran hacer frente a los pagos y las tasas de morosidad subieran por las nubes. Las entidades se habían dedicado a negociar y vender esas deudas a bancos de todo el mundo, que se vieron saturadas por los impagos y la desconfianza de los inversores. Esto provocó que varios bancos tuviesen que declarar la bancarrota, entre ellos Lehman Brothers.
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Wall Street no le vio los cuernos al toro
Aunque suene extraño, los principales economistas y responsables de las grandes entidades de Wall Street afirmaron que “no habían visto venir” la explosión de la burbuja inmobiliaria y la caída del mercado por culpa de la falta de liquidez y el abusivo empleo de hipotecas de alto riesgo. En 2008 Deven Sharma, el presidente de Standard & Poor’s, declaró ante el Congreso que la caída del sector inmobiliario había sido una sorpresa; pero las investigaciones posteriores revelaron que muchas entidades bancarias e incluso algunas agencias de calificación poseían activos en hipotecas de alto riesgo y por ello intentaban mantener el mercado. La propia Standard & Poor’s cifró la probabilidad de impago de sus CDOs en un 0.21% mientras que sus datos internos revelaban que era de un 21% de probabilidad de impago.
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Bancarrota
Lehman Brothers había realizado enormes (y muy arriesgadas) inversiones en el sector inmobiliario concediendo hipotecas del tipo subprime y dando una gran cantidad de créditos a particulares que no podían afrontarlos. En 2007, Lehman declaró pérdidas de 2.800 millones de dólares y poseía un 95% menos de valor en bolsa en los momentos antes de su final. La situación era desesperante para ellos y solo la compra de la entidad por otro banco o un rescate de la Reserva Federal obraría el milagro. Los posibles compradores eran el británico Barclays y Bank of America, pero ambos se echaron atrás y el Gobierno dejó caer al que era el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos. Lehman Brothers se declaró en quiebra el 15 de septiembre de 2008 y pocos previeron el alcance que esto tendría.
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Caída de la Bolsa a nivel mundial
Desde el comienzo de la crisis de las hipotecas subprime de 2007, fueron muchos los bancos que fueron declarándose en quiebra y anunciando la tormenta que estaba por venir. Sin embargo, Lehman Brothers era un pez muy gordo dentro del estanque, de los que manejaba activos de 639 000 millones unos meses antes de caer, y su bancarrota hizo que se colapsara la aseguradora AIG y desestabilizara el mercado de valores. La Bolsa de Nueva York sufrió, ese mismo 15 de septiembre, la peor caída de la historia en un solo día. La bomba cayó y su onda expansiva provocó una reacción en cadena en Estados Unidos que más tarde se extendería a todo el planeta. La burbuja inmobiliaria había estallado y la economía global sufrió una recesión en sus mercados que provocaría gravísimas consecuencias.
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Malversación y riesgo moral
Tras el primer impacto, se comenzó a buscar responsables y las investigaciones que pretendían descubrir cómo se había llegado a ese punto fueron numerosas y exhaustivas. En seguida se comprobó que fueron muchos los banqueros y empresarios que abusaron de la situación que se vivía con el único fin de enriquecerse. El mercado no podía soportar una malversación de tal magnitud pero pocos (o ninguno) pidieron coherencia para evitar su desintegración. Las consecuencias de esa avaricia desmedida las sufrieron los ciudadanos y, en aras de protegerles a ellos y a la economía, los gobiernos tuvieron que dejar a un lado el riesgo moral (cuando son terceras personas las que sufren las consecuencias de los actos de otro que ha actuado conscientemente de los daños que causaría) y salvar a los principales causantes de la crisis.
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Medidas y reajustes
La crisis había llegado y, aunque todavía era pronto para imaginarse las consecuencias que tendría, los países tuvieron que actuar cuanto antes y con determinación para que el efecto dominó no terminara por derribar el sistema económico mundial. La primera medida fue que los bancos centrales inyectaran enormes cantidades de dinero (17 500 millones en Estados Unidos y cinco veces más en Europa) y bajaran los tipos de interés para rescatar a los bancos y aumentar la liquidez que tanta falta hacía. También dedicaron sus esfuerzos a evitar que se produjese una nueva inflación y a crear sistemas de control para que los bancos y las empresas no volvieran a arrastrar al mercado a una situación similar.
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'Too big to fail'
Esta expresión pasó a ser casi un mantra para los principales líderes mundiales durante los primeros años de la crisis. La caída de Lehman Brothers había abierto la caja de Pandora y ahora los gobiernos eran conscientes de que algo así solo se podía permitir una vez. La entidad bancaria era “demasiado grande para caer” y las consecuencias quedaron claras, por lo que los bancos centrales y los estados acabaron por concienciarse de la necesidad de salvar a los principales bancos en pos de evitar otro colapso. Esta postura se aproximaba bastante al realpolitik alemán o al pragmatismo de Maquiavelo según el cual se deben defender los intereses de un país según las circunstancias de cada momento y sin tener en cuenta la moralidad.
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La deuda privada pasa a lo público
La responsabilidad de mantener a flote a los principales bancos asumida por los estados hizo que pronto ese gasto extra afectase no solo a la economía real, sino también al ámbito de la administración pública. En muchos países, principalmente en la Eurozona, los gobiernos tuvieron que adoptar medidas de recesión y recortes para compensar el gasto extra que supuso el rescate de los bancos. Numerosos países no pudieron hacer frente a ese desajuste y acabaron por ser las propias naciones las que eran insolventes y necesitaron de un rescate del Banco Central Europeo (BCE).
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Crisis de confianza en las entidades bancarias y políticas
Una de las principales y más inmediatas consecuencias de la crisis de las hipotecas subprime fue que la ciudadanía y muchas empresas sufrieron una crisis de confianza y dejaron de invertir en las entidades bancarias, agravando su mala situación. Tras los primeros años de la crisis de 2008, conocida como la Gran Recesión, esa confianza seguía sin estar reparada y todo apuntaba a que cada vez iría a peor. De hecho, las medidas tomadas más adelante por los gobiernos hicieron que esa desconfianza se extendiera también a las instituciones políticas en uno de los peores momentos para que los líderes perdiesen el apoyo de su pueblo.
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Ascenso de los populismos y las medidas proteccionistas
En los momentos de crisis se necesita de un líder que recomponga los fragmentos de la sociedad y la saque adelante, un faro que ilumine el camino correcto. El problema surge cuando, dejándose llevar por la desesperación, juramos lealtad al faro equivocado. La historia europea del siglo XX es un ejemplo irrefutable de que las crisis hacen que las ideologías más radicales, siempre tintadas con matices populistas y mesiánicos, asciendan al poder. Ocurrió en el periodo de entreguerras con el comunismo ruso, el fascismo italiano o el nazismo alemán y, adaptado a los nuevos vientos, ocurrió tras la crisis política. Los partidos que defendían medidas proteccionistas, culpaban a otros de los males del país y se autoproclamaban capaces de superar cualquier obstáculo del camino se extendieron como la pólvora y sus filas crecieron de manera exponencial. “Con el estómago lleno no se hace la revolución”, decían en la Guerra Fría.
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Retroceso de los derechos sociales y laborales
Las consecuencias sociales que alcanzaron de lleno a la ciudadanía no se quedaron en el aumento del desempleo, que alcanzó el 21% en España, por la bajada de la actividad empresarial. Cuando la deuda generada por los bancos pasó a los gobiernos, fueron muchos los países que tomaron medidas de austeridad y proteccionistas. Los sectores de la sanidad, la educación, las asistencias y las inversiones en I+D se vieron drásticamente menguados. Además, con la intención de reactivar el mercado y facilitar la estabilización de las empresas, se les concedieron numerosas facilidades a costa de los derechos de los trabajadores y se aprobaron reformas laborales que suscitaron críticas y manifestaciones en todo el mundo. El número de personas en situaciones de riesgo de pobreza aumentó y las clases medias, que fueron las que más sufrieron los primeros efectos de la crisis, vieron cómo los países se recuperaban a costa de su bienestar.
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Ese 1%, todavía más rico
En septiembre de 2018, la Agencia Tributaria Española hacía público un estudio en el que se afirmaba que el número de ‘ ultra-ricos’ se había triplicado desde el comienzo de la crisis. Este fenómeno se produce en otros muchos países en los que las empresas y los empresarios obtienen incluso más ganancias de antes del tsunami Lehman. Muchas de esas empresas que hoy en día siguen en pie y que son más fuertes jugaron un mayor o menor papel en el surgimiento de la crisis, por lo que aquellos que la provocaron son los que más se han beneficiado de ella (ese famoso 1%). Aunque en su momento se condenó a muchos bancos a pagar grandes sumas por delitos fiscales antes y durante la crisis, ningún directivo (quien enciende la cerilla que provoca el incendio) fue condenado.
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¿El final de la crisis?
En cuanto surgieron los primeros “brotes verdes” y la economía empezó a estabilizarse, fueron muchos los políticos y economistas que se lanzaron a proclamar el final de la crisis. Sin embargo, no solo quedan muchos países que siguen afectados por las medidas tomadas y por el desplome del mercado, sino que aún hay que ver hasta dónde llegarán las secuelas de ese día maldito en 2008. Todo apunta a que el camino todavía será largo y duro para la gran mayoría de la sociedad (el otro 99%), pero en cualquier caso es seguro que la crisis que estalló el 15 de septiembre con la caída de Lehman Brothers cambió el mundo y nos dejó un futuro mucho más incierto de lo que los más expertos podrían haber imaginado.
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