Durante la Primera Guerra de la Independencia de Escocia, William Wallace se convirtió en uno de los líderes militares más importantes de la lucha contra Eduardo I de Inglaterra. Murió decapitado el 23 de agosto de 1305.
El inmenso paisaje de verde y niebla se extiende ante los ojos de William Wallace, como un Jardín del Edén que aún no ha cerrado sus puertas. Las montañas rotas de las Highlands le rodean y protegen, mientras el arroyar del río se mezcla con las melodías de gaita que susurran vientos del norte. La pintura de guerra se mezcla con la sangre caliente que mancha su cara, los prados están cubiertos por los cuerpos de los caídos y su cuerpo nota cómo desaparece la adrenalina tras la intensa batalla que acaba de librarse. Sobre una pequeña colina, Wallace mira a sus hombres y alza su imponente claymore en señal de victoria. Su Escocia natal es un Edén que aún debe ganarse por la espada.
Guerrero, erudito, líder, amenaza, leyenda… William Wallace se convirtió, desde su primera actuación conocida contra la dominación inglesa, en una de las figuras más relevantes para el pueblo escocés, destinado a cambiar su historia en vida y marcar su futuro tras su muerte. Sus hazañas y las leyendas que ya en esa época generaba han hecho que sigan existiendo aspectos de su vida que permanecen desconocidos y sobre los cuáles solo se puede teorizar. El cine y la cultura popular escocesa han convertido a Wallace en un luchador por la libertad que, sin tener verdadero interés en el poder, sacrificó su vida para ayudar a un pueblo guerrero y orgulloso de sus tradiciones y costumbres.
La educación que recibió de joven, así como sus innovadoras técnicas de combate y la fiereza que mostraba durante la batalla le convirtieron en un caudillo influyente dentro de la complicada situación política escocesa. Incluso, siglos después de su muerte, su figura fue utilizada por los movimientos nacionalistas para reivindicar un legado parcialmente olvidado y que quisieron personificar en el mito de William Wallace. El país entero está plagado de recordatorios y monumentos a este héroe nacional que ha traspasado las barreras del ideario popular para convertirse en un símbolo y parte inseparable de la cultura escocesa.
Las victorias y derrotas que dieron forma a la vida de William Wallace, y que le condujeron a su dramático final, son palabras escritas en piedra dentro de la memoria escocesa. Palabras que parecen querer gritar en honor al héroe caído un potente ‘Alba Gu Bràth!’ (‘¡Escocia por siempre!’)
Origen galés
Los documentos sobre el lugar de nacimiento del guerrero escocés son escasos y confusos, aunque se suele situar su nacimiento alrededor del año 1270 en la pequeña aldea de Elderslie, cerca de Glasgow. A pesar de haber pasado toda su vida en Escocia, su familia era de ascendencia galesa.
Educación de erudito
Proveniente de una familia noble menor, con poca importancia política pero miembro de la nobleza igualmente, Wallace tuvo una educación esmerada y muy amplia para lo habitual en la época. Al ser el hijo menor, se vio envuelto en el mundo eclesiástico y erudito, lo que le permitió estudiar ciencias como astronomía o matemáticas, además de aprender gaélico, latín y francés.
El primer ataque
Aunque existen muchas teorías sobre qué empujó a William Wallace a la lucha armada contra los ingleses, las fuentes y documentos de la época indican que su primera incursión fue en 1296 en la villa de Ayr. Un joven Wallace, acompañado por un grupo de rebeldes y bandoleros, asaltó el destacamento inglés y acabó con la vida de un gran número de soldados. Tras ser detenido y escapar de prisión, el líder guerrillero comenzó a reclutar campesinos para convertirlos en su ejército.
El mito de Blind Harry
Los principales elementos que suelen identificar a William Wallace y su historia provienen de un poema del siglo XV (1477) escrito por un juglar conocido como Harry el ciego. El poema, de título ‘The Actes and Deidis of the Illustre and Vallyeant Campioun Schir William Wallace’, está supuestamente basado en un libro escrito por John Blair, amigo del líder escocés, aunque posee numerosas incongruencias con los documentos de la época y se caracteriza por un fuerte discurso contrario a los ingleses y que busca exaltar la figura de Wallace.
Los enfrentamientos por la corona escocesa
La historia del guerrillero escocés se caracteriza por su lucha contra Eduardo I de Inglaterra, que se había anexionado el territorio escocés en un momento de inestabilidad política. Tras la muerte de Alejandro III (1286) y de su nieta y heredera Margaret, las tensiones entre las familias Baeliul y Bruce estuvieron a punto de desembocar en una guerra civil por el trono. Eduardo I fue llamado para actuar como árbitro y coronó a John Baliol rey en 1292. Siendo este un rey débil, Eduardo I envió un enorme contingente de tropas que invadieron Escocia y se autoproclamó rey en 1296.
Eduardo I Longshanks
Conocido como ‘piernas largas’ por su imponente estatura, Eduardo I gobernó Inglaterra desde 1272 hasta su muerte en 1307. Al principio de su reinado, se centró en el estudio de la legalidad, reformando la administración real y la common law anglosajona, las libertades feudales y el derecho penal. Sin embargo, pronto viró su vista hacia el combate y dirigió a su ejército contra Francia, Gales y Escocia con el fin de mantener (o expandir) sus dominios. Muchos historiadores le consideran como el modelo de rey medieval: administrador, guerrero y feligrés.
Robert The Bruce
Robert The Bruce era el heredero de una de las familias más importantes de la Escocia en la que luchó William Wallace y uno de los principales candidatos a sentarse en el trono. Aunque juró lealtad a Eduardo I en 1296, se rebeló contra él un año después y comenzó a combatir contra los ingleses al igual que Wallace, cuyo cargo como Guardián de Escocia ocupó tras su renuncia y que le llevó a una disputa con John Comyn, el otro gran candidato. Bruce asesinó a su rival y fue proclamado rey en 1306, cuando aún seguía en guerra contra los ingleses. Hasta 1314, tras la batalla de Bannockburn, Robert I no sería el legítimo señor de un país independiente. Se trata de una de las figuras políticas más relevantes de la época y de la historia escocesa.
Sir Andrew of Moray
El punto de inflexión que convirtió a William Wallace de bandido en líder rebelde fue la unión con Andrew Moray, poderoso militar que contaba con ejército y formación en combate. Desde 1297, Moray decidió sumarse a las luchas que comenzaban a extenderse por toda Escocia y resultó extremadamente exitoso en todas las contiendas. Ese mismo año, se unió a William Wallace en la Batalla de Stirling Bridge, una de las grandes victorias contra los ingleses en la que, dependiendo de la fuente, murió o fue gravemente herido. La figura de Moray quedó oculta tras la leyenda de Wallace, pero cada vez está ganando más importancia y se empieza a reconocer su importante papel en la Primera Guerra de la Independencia escocesa.
Stirling Bridge, el triunfo de Wallace y Moray
La Batalla de Stirling Bridge fue la gran victoria de William Wallace y marcó los hechos posteriores. Las tropas inglesas, cuya caballería pesada había sido invencible hasta ese momento, tuvieron que cruzar un antiguo puente en la ciudad de Stirling para poder extenderse por el resto de Escocia. Wallace aprovechó la estrechez del puente para atacar a las tropas por sorpresa, venció a la caballería usando unas lanzas largas llamadas ‘Schiltroms’ y causó una de las peores derrotas que el ejército inglés sufriría durante la contienda. Tras la batalla, Wallace fue nombrado Guardián de Escocia y se vio obligado a refugiarse en los bosques como un forajido, ya que Eduardo I aumentó la recompensa por su cabeza.
Batalla de Falkirk
La estrepitosa derrota sufrida en Stirling hizo que el mismísimo Eduardo I entrara en Escocia a la cabeza de un ejército de más de 25.000 soldados. Debido a la superioridad numérica, los escoceses realizaron una táctica de tierra quemada para que no pudiesen abastecerse mientras Wallace utilizaba técnicas similares a las guerrillas para dañar su retaguardia. La falta de alimento y dinero y la baja moral de las tropas habrían provocado que Eduardo I tuviera que retirarse temporalmente, pero el 22 de julio de 1298 fue al encuentro del caudillo escocés quien, en vez de huir, le hizo frente a pesar de su inferioridad. La lluvia de flechas de los arcos largos ingleses diezmó enormemente a las tropas de Wallace, provocando que tuviera que huir para salvar la vida y sufriera una dura derrota que le haría perder su prestigio.
Traición
A pesar de que la figura de Wallace había dejado de ser una amenaza inminente para Eduardo I de Inglaterra, su empeño en capturarle seguía estando intacto y ofreció grandes cantidades de dinero a la nobleza escocesa para que le entregaran al rebelde que había puesto en jaque al temible rey. En 1305, mientras los principales señores escoceses negociaban una tregua con Longshanks, John Menteith aceptó el encargo de Eduardo I y emboscó a William Wallace el 5 de agosto de 1305, muy cerca de Glasgow. Casi inmediatamente, fue entregado a los ingleses y trasladado a Londres para su juicio.
Juicio y condena
William Wallace fue acusado de traicionar a su rey, lo cual negó porque él “nunca juró lealtad a Eduardo I”. Fue condenado a muerte, arrastrado por caballos desde la Torre de Londres hasta la plaza del cadalso y torturado hasta la muerte. El 23 de agosto de 1305, tras ahorcarle hasta que perdiera el conocimiento; fue castrado, desollado vivo y decapitado. Su cabeza se exhibió en la Torre de Londres y sus brazos y piernas fueron enviadas a las cuatro esquinas de Gran Bretaña para que sirvieran como advertencia.
Los campos de Bannockburn
Tras la muerte de William Wallace, fue Robert The Bruce quien se puso a la cabeza de la lucha contra los ingleses, liderados por Eduardo II tras la muerte de Longshanks en 1307. Tras meses de asedio del castillo de Stirling, dos grandes ejércitos se reunieron en los campos de Bannockburn para ponerle fin. Robert The Bruce, en inferioridad, pensaba negociar una paz que le permitiera gobernar Escocia bajo la supervisión de los ingleses, pero la mañana del 23 de junio, ante sus hombres, decidió presentar batalla y cargar contra las tropas de Eduardo II. Al día siguiente, y con la caballería inglesa muy diezmada, las fuerzas escocesas derrotaron al enorme ejército de Eduardo II y consiguieron librarse del dominio inglés. Algunos documentos afirman que Robert The Bruce arengó a sus tropas recordando el sacrificio y la lucha de William Wallace.
Su espada
Se dice que William Wallace era un gigante para su época, que medía cerca de los dos metros de altura y tenía un cuerpo fuerte y proporcionado que le daba un aspecto temible. Un guerrero de su talla necesitaba un arma a la altura y, siendo escocés, no podía ser otra que la Claymore. Este espadón típico de Escocia era un arma de dos manos que se solía cargar a la espalda y se blandía con fuerza y rapidez, pensada para provocar desmembramientos fácilmente. La impresionante espada de William Wallace está expuesta en el interior del National Wallace Monument y solo la hoja mide cerca de 130cm de largo.
Nacionalismo escocés y el resurgir de William Wallace
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la corriente cultural del Romanticismo trajo consigo una exaltación de la mitología patria en cada país. En Escocia, se generó un movimiento que intentaba diferenciarse del Reino Unido e Inglaterra reviviendo sus viejos símbolos, costumbres y héroes. William Wallace, junto a Rob Roy McGreggor, fue la figura más relevante de esta nueva tendencia y es gracias a esto que su leyenda es tan conocida actualmente. El ejemplo más destacable de esto es el National Wallace Monument, una impresionante torre neogótica de 67 metros de altura erigida en 1869 para homenajear al héroe nacional.
'Braveheart' o lo que Mel Gibson se contó
Aunque en Escocia sigue siendo un personaje de sobra conocido, William Wallce llegó al resto del mundo gracias a la película ‘Braveheart’ (1995), dirigida y protagonizada por Mel Gibson. Basándose en el poema de Harry el ciego, la película supuso un éxito en taquilla y se llevó cinco de los diez Oscars a los que estaba nominada, incluyendo Mejor Película. Aunque Mel Gibson no fue del todo fiel a la historia real y los añadidos para crear interés en la trama (como el romance de Wallace con Isabel de Francia) quedan un poco de pegote, la epicidad que otorgó a determinadas escenas y su interpretación como William Wallace hacen que esta película haya dado algunos de los mejores momentos del cine y ha permitido dar a conocer a un personaje histórico tan interesante.
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