La pintura de Paul Gauguin, un paso decisivo a la modernidad
El genial artista francés nació en París el 7 de junio de 1848 y murió en las islas Marquesas el 8 de mayo de 1903, dejando una obra única y de gran influencia.
Eugène Henri Paul Gauguin (ilustrando estas líneas, uno de sus autorretratos, de 1885) fue un pintor posimpresionista solo reconocido después de su fallecimiento, pero fue mucho más que eso: una de las figuras determinantes en el paso del arte clásico a las vanguardias y la modernidad y, también, un personaje fascinante por su trayectoria vital. Nieto de la escritora y pensadora socialista y feminista Flora Tristán, de ascendencia peruana, corredor de Bolsa de éxito que un día decidió dejarlo todo atrás para dedicarse en exclusiva a su arte e instalarse en exóticos y lejanos parajes (Tahití y luego las islas Marquesas, donde falleció), amigo y también antagonista de Van Gogh, su biografía quedó como paradigma de vida del artista aventurero y antiburgués e inspiró la famosa novela de Somerset Maugham La luna y seis peniques (1919).
En cuanto a su pintura, el uso experimental del color y su estilo sintetista fueron elementos claves en su distanciamiento de los postulados del impresionismo. Así, su trabajo ejercería una enorme influencia en las distintas vanguardias francesas de comienzos del siglo XX y en algunos de los más importantes artistas de la modernidad pictórica, como Henri Matisse y Pablo Picasso. El arte de Gauguin solo fue conocido y popular después de su muerte, en parte gracias a los esfuerzos del marchante Ambroise Vollard, que organizó exposiciones de su obra en París al término de su carrera y luego póstumamente. Muchas de sus pinturas se encontraban por entonces en manos del coleccionista ruso Serguéi Shchukin.
Gauguin fue pintor, escultor, grabador, ceramista y también escritor; tuvo un destacado papel en movimientos y corrientes como el simbolismo, el cloisonismo, el primitivismo y el sintetismo, ejerciendo de jefe de filas de la llamada Escuela de Pont-Aven y de inspirador del grupo conocido como los Nabis. Su experimentación audaz con el color anticipó la llegada del fauvismo y del expresionismo alemán; asimismo, influyó en la evolución de técnicas como el grabado y la xilografía. La parte más emblemática de su producción, volcada sobre todo en paisajes exuberantes y desnudos rotundos y muy audaces para su época, la desarrolló entre el Caribe (Martinica) y Oceanía (Polinesia), y con ella se opuso a la visión burguesa y esteticista predominante en la cultura occidental decimonónica. A continuación, una galería con algunas muestras de su asombroso arte.
1. Los huertos de Vaugirard (1879)
Gauguin comenzó a pintar en 1873, en el tiempo libre que le dejaba su trabajo como corredor de Bolsa e influido grandemente por su amistad con Pisarro y otros impresionistas. Este paisaje es una de las obras maestras de este primer período.
2. Naturaleza muerta (1880)
Varias de estas pinturas impresionistas –aunque ya con un uso muy particular del color, como vemos aquí– fueron expuestas en exhibiciones colectivas en 1881 y 1882, recibiendo reseñas despectivas de los críticos de arte.
3. Orilla del mar II (1887)
Pese a ello, Gauguin perseveró y en 1883 abandonó su empleo para dedicarse por completo a la pintura. Su estancia de seis meses en Martinica, en 1887, trajo una nueva sensualidad primitiva a su estilo, alabada por Van Gogh, que dijo que cuadros como este no estaban pintados con el pincel, "sino con el falo".
4. Retrato de Van Gogh (1888)
Su relación con el genio neerlandés fue tumultuosa. Su hermano Theo van Gogh le compró tres cuadros a Gauguin por 900 francos y Vincent y Paul se hicieron amigos, pero tras nueve semanas colaborando en la famosa Casa Amarilla de Arlés se pelearon. No obstante, su mutua admiración produjo obras como esta.
5. Café de noche en Arlés / Mme. Ginoux (1888)
Una de las grandes obras maestras de esa misma etapa, en la que el artista plástico francés comenzó a experimentar, decepcionado con el impresionismo y con la tradición europea, que veía repetitiva, imitativa y sin amplitud simbólica.
6. Lavanderas en Arlés (1888)
Fruto de dicho afán experimental, Gauguin llegó al llamado sintetismo, término que empezó a utilizar junto a otros artistas como Emile Bernard y Louis Anquetin para referirse a una pintura en la cual color y forma tienen la misma importancia.
7. El Cristo amarillo (1889)
Su siguiente etapa sería el cloisonismo, estilo influenciado por el arte folclórico, los grabados japoneses y la técnica medieval de esmaltado conocida como cloisonné (de ahí el nombre), cuyo máximo exponente es este audaz cuadro: áreas planas de color puro, bordes negros resaltados y rechazo de la perspectiva clásica.
8. Mujer con flor (1891)
En abril de 1891, el siempre inquieto Gauguin viajó por primera vez a Tahití, en la Polinesia francesa. Pasó allí algo más de dos años, en los cuales conoció a su primera esposa nativa o vahine, contrajo probablemente la sífilis y pintó joyas como esta, de la que vemos un fragmento.
9. El espíritu de los muertos vela (1892)
La explosión de sensualidad y el abrazo ya definitivo del primitivismo se muestran como nunca en este cuadro, cuya modelo fue su esposa Teha'amana. La rusticidad de los trazos y la rotundidad del desnudo causaron un gran escándalo.
10. ¿Cuándo te casas? (1892)
Otra gran obra del mismo período tahitiano (aquí, detalle) se convirtió mucho tiempo después –en febrero de 2015– en el cuadro más valioso del mundo al ser vendido por 300 millones de dólares. La cifra sería superada en 2017 por los 450 millones de dólares ofrecidos en subasta por Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci.
11. Arearea (1893)
En agosto de 1893, Gauguin regresó a Francia, pero continuó explorando temas, ambientes y personajes tahitianos en una etapa que dio obras tan famosas como esta. Uno de los cuadros que pronto influirían grandemente a Matisse y Picasso.
12. Primavera sagrada, dulces sueños (1894)
Igual que el anterior, este cuadro formó parte de una exposición en la galería Durand-Ruel (París) en noviembre de 1894. La muestra tuvo un relativo éxito, ya que el pintor consiguió vender a precios elevados 11 de las 40 obras exhibidas. La mejora de su economía le permitió volver a marcharse a Tahití en junio de 1895.
A finales de 1897, sumido en la desesperación por la mala salud y las deudas, completó esta grandiosa pintura (aquí, un fragmento), considerada por muchos su testamento artístico; él mismo dijo que intentó suicidarse tras concluirla.
14. El brujo de Hiva-Oa (1902)
La última y breve etapa de su vida y su obra se inició el 16 de septiembre de 1901: ese día Gauguin se instaló a vivir en Hiva-Oa, isla de las Marquesas (Polinesia) donde moriría. Se ha dicho que el andrógino personaje de este retrato es el primer transexual explícito de la historia del arte.
15. Jinetes en la playa II (1902)
Una de sus últimas –y más bellas– composiciones, en la que rinde homenaje a las imágenes de caballos de Degas, pintor al que respetó, admiró y quiso toda su vida y que fue el más firme defensor de Gauguin y uno de sus más grandes amigos.